Experimento en blanco
'Arte' de Yasmine Reza es un impecable artilugio teatral para el lucimiento de sus protagonistas, dirigidos por Miquel Gorriz en su primera versi¨®n catalana
Cuando una obra de teatro est¨¢ abonada al ¨¦xito desde su estreno es dif¨ªcil imaginar otra motivaci¨®n para el director de escena que sumarse a los aplausos conquistados por sus predecesores. Una raz¨®n tan buena como cualquier otra aunque los elogios acaben por tener el nombre y apellido del tr¨ªo actoral y de la autora. Para el director queda el m¨¦rito de haber servido con oficio y talento a la causa.
Qu¨¦ m¨¢s se puede hacer con una obra como Arte de Yasmine Reza, impecable artilugio teatral para el lucimiento de sus protagonistas y una inteligente rehabilitaci¨®n o up-grading del teatro de bulevar franc¨¦s, con una s¨®lida estructura dram¨¢tica que deja escaso espacio a la libertad creativa del director. No es pieza para introducir conceptos personales. Pero siempre hay un resquicio por el cual dejar cierta huella como director, incluso en los textos m¨¢s impermeables. Miquel Gorriz, responsable de la primera versi¨®n catalana de Arte (con traducci¨®n de Jordi Galcer¨¢n), parece lograr este te¨®rico imposible, aunque la certeza de que ha inoculando una nueva lectura de la obra llega horas despu¨¦s de haber re¨ªdo en los pasajes que toca; despu¨¦s de aplaudir el mon¨®logo sin respiro de Iv¨¢n (Pere Arquillu¨¦), una pirueta circense comparable al Vals del Minuto de Chopin en versi¨®n Nacha Guevara. Un aut¨¦ntico show-stopper, como dicen los ingleses.
ART
De Yasmina Reza. Direcci¨®n: Miquel Gorriz. Int¨¦rpretes: Pere Arquillu¨¦, Francesc Orella y Llu¨ªs Villanueva Traducci¨®n: Jordi Galceran
Teatre Goya
Barcelona, 27 de octubre
Gorriz despoja el ¨¦xito de Reza de su mitolog¨ªa de selecto entretenimiento con barniz intelectual para construir la estructura de una comedia pura con un nuevo subtexto. Consciente de la banalidad del debate sobre el arte contempor¨¢neo que plantea la autora ¡ªuna sucesi¨®n de t¨®picos excelentemente dialogados¡ª, se queda con la base del g¨¦nero y se apropia del conflicto para contaminar la comedia con una mirada cient¨ªfica sobre la fragilidad de las relaciones humanas. Su mano ejecutora es el personaje de Sergio, el propietario del cuadro blanco en discusi¨®n. Y esta provocadora obra de arte es el instrumento para llevar hasta el borde de la ruptura una amistad aparentemente s¨®lida. Una vez conseguido el objetivo del experimento, el cuadro reposar¨¢ en la pared del sal¨®n de Iv¨¢n, desvelando ¡ªen el mudo di¨¢logo de la contemplaci¨®n¡ª su verdadero prop¨®sito.
Iv¨¢n y Marc (Francesc Orella) son dos conejillos de indias y las interpretaciones de los actores responden a ciertas pautas de comportamiento prefijadas. No hay mucho recorrido una vez comprobado que ambos son buenos comediantes. Otra cosa es la interpretaci¨®n de Llu¨ªs Villanueva (Sergio), claramente diferenciada del tono y la escuela de sus compa?eros de escena. Un compendio de matices que s¨®lo luego ¡ªen una segunda mirada sobre su trabajo¡ª descubre la enorme intencionalidad que el director ha delegado en su personaje.
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