Vencedores y vencidos
Ni la aritm¨¦tica parlamentaria puede forzar a Rajoy a rectificar el rumbo ni cabe esperar que lo haga por voluntad propia
Como todas, la larga batalla que acaba de desarrollarse en el escenario pol¨ªtico espa?ol ¡ªm¨¢s del doble de larga que la del Somme, tan prolongada como la de Verd¨²n¡ª ha tenido vencedores y vencidos. No ha sido una batalla de movimientos, de aliento napole¨®nico, sino un cl¨¢sico enfrentamiento de desgaste, sin brillantez, de aquellos en los que gana quien sufre menor erosi¨®n. Y este ha sido, a todas luces, el Partido Popular de Mariano Rajoy.
Para verificarlo, bastaba observar los estados de ¨¢nimo del pasado s¨¢bado en el Congreso de los Diputados, al t¨¦rmino de la sesi¨®n de investidura. Mientras los parlamentarios del PP, euf¨®ricos, jaleaban a Rajoy a los gritos de ¡°?presidente, presidente!¡± como si estuvieran en la calzada de la calle G¨¦nova festejando una noche de triunfo electoral, en cambio el ambiente en las filas socialistas era de funeral, con el grupo parlamentario descuadernado, los d¨ªscolos justific¨¢ndose ante la prensa y Antonio Hernando en el papel de primer oficial del Titanic, obligado a ponerle cara al naufragio ante la ausencia del capit¨¢n (o de la capitana).
Por lo que se refiere a Ciudadanos, los esfuerzos de Albert Rivera en el hemiciclo por mostrarse contundente y hasta amenazador ante el presidenciable popular no pudieron borrar la sensaci¨®n de un partido naranja convertido en escabel de aquel mismo Rajoy al que hab¨ªan prometido no apoyar en ning¨²n caso.
As¨ª pues, de las tres fuerzas gracias a las cuales Mariano Rajoy va a prolongar su inquilinato en la Moncloa por cuatro a?os m¨¢s (salvo sorpresas), la ¨²nica que puede sentirse satisfecha y orgullosa es el Partido Popular. Est¨¢ m¨¢s fuerte, en votos y esca?os, que hace diez meses. Si, un a?o atr¨¢s, Ciudadanos parec¨ªa capaz de disputarle seriamente el espacio de centro-derecha, la amenaza est¨¢ hoy muy domesticada. Y, con un PSOE reducido a pavesas, los populares se han quedado sin ninguna alternativa ¡°de orden¡±; es poco veros¨ªmil que, de no producirse un cataclismo econ¨®mico-social, Podemos penetre con fuerza en los caladeros de voto del PP.
S¨ª, los optimistas subrayan que Rajoy va a carecer ahora de mayor¨ªa absoluta, que se ver¨¢ obligado a negociar, a consensuar, a ceder, a cambiar. Perm¨ªtanme que lo dude, y que explique por qu¨¦. No tendr¨¢ 176 votos garantizados, cierto; pero tendr¨¢ el Bolet¨ªn Oficial del Estado, y el recurso al decreto-ley, y el blindaje que el sistema legal espa?ol otorga al presidente del Gobierno. Y, en caso de duda o conflicto jur¨ªdico, dispondr¨¢ de una alta judicatura d¨®cil y de un Tribunal Constitucional, como hasta hoy, m¨¢s que amigo. Encima, el tab¨² del refer¨¦ndum catal¨¢n har¨¢ pr¨¢cticamente imposible ¡ªcomo ya ha ocurrido a lo largo de 2016¡ª que las dem¨¢s fuerzas parlamentarias se pongan de acuerdo para desalojarle del poder.
Excluido pues, a mi juicio, el escenario de un Rajoy forzado por la aritm¨¦tica parlamentaria a rectificar el rumbo, ?es m¨¢s cre¨ªble que lo haga por propia iniciativa, espont¨¢neamente? No lo creo, por razones tanto individuales como colectivas.
El PP, o la derecha espa?ola ¡ªno s¨¦ si por herencia gen¨¦tica de aquel viejo esl¨®gan gilroblista, ?Todo el poder para el Jefe!¡ª est¨¢n formateados para gobernar con mayor¨ªa absoluta. A Aznar, carecer de ella en su primer mandato le supuso una verdadera tortura, de la que se resarci¨® con creces ¡ªhasta la borrachera¡ª entre 2000 y 2004. Rajoy parece m¨¢s morigerado, pero su partido y su Gobierno han usado los 186 esca?os obtenidos en 2011 con una prepotencia no inferior a la del hoy presidente de FAES. ?O nos hemos olvidado ya de los desplantes de Wert, de Fern¨¢ndez D¨ªaz, de Montoro...? ?Y de la negativa a someterse al control parlamentario durante este a?o transcurrido ¡°en funciones¡±?
Nada induce a pensar que ese talante, que esa cultura pol¨ªtica, vayan a cambiar tras la reinvestidura. De hecho, el mismo Rajoy lo advirti¨® el s¨¢bado: ¡°Accedo al Gobierno para perseverar. No estoy dispuesto a derribar lo construido... No se puede pretender que traicione mi proyecto¡±. Si no lo traiciona, es que lo mantiene. Y lo mantendr¨¢, tambi¨¦n, con respecto a Catalu?a, sin atender a ninguno de los juiciosos razonamientos que Xavier Vidal-Folch apuntaba en EL PA?S del pasado lunes.
Como Philippe P¨¦tain en Verd¨²n, Rajoy se atrincher¨® hace un a?o en la consigna defensiva del ils ne passeront pas! Y no han pasado, aunque algunos quieran enga?arse.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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