Ma?ana de sol en la Gardunya
El edificio de la Escola Massana no intimida porque la fachada principal est¨¢ dislocada, tiene un cuerpo saliente que le da volatilidad
L os alumnos est¨¢n atentos a los detalles, calculan las proporciones, trazan l¨ªneas en sus cartapacios. Sentados en la plaza de la Gardunya, est¨¢n dibujando los bancos, ciertamente sofisticados, que est¨¢n ah¨ª para acoger el reposo del peat¨®n. Tiene gracia porque no aprovechan los asientos (pocos y duros) sino el bloque de piedra que los sustenta. Creatividad humana espont¨¢nea. Sin querer, la realidad est¨¢ dando una lecci¨®n a estos futuros dise?adores, si es que ese el camino que han escogido. Me siento a mi vez a mirar la plaza, de espaldas a la Boquer¨ªa, justo donde el mercado ¡ªel merendero del turista¡ªse disuelve en este espacio de silencio y quietud. Atr¨¢s quedan las rejas que protegen la Boquer¨ªa por las noches; est¨¢n plegadas, de manera que esa entrada posterior es simplemente un voladizo desordenado que seduce con su ritmo detenido.
La plaza se est¨¢ haciendo por dos partes. De un lado, el solemne edificio de la Escola Massana, que no intimida porque la fachada principal est¨¢ dislocada: tiene un cuerpo saliente, como un barco despistado que se hubiera encajado en la pared. Ese detalle, nimio, le da volatilidad. Es como si pasaran cosas. El edificio, que se inaugurar¨¢ el pr¨®ximo curso, est¨¢ lleno de andamios, pero a trav¨¦s de la f¨¦rula se adivina el color. Es ¡°gris arquitecto¡±, un gris oscuro que, me dicen, es deutor del material que se emplea y que hoy llena las calles de Barcelona. Les da a los edificios una contundencia de pu?etazo en el ojo. En los dibujos iniciales, la Massana era color cobre, que era una manera de darle la mano a los muros circunspectos que lo rodean, los de la Biblioteca de Catalunya. Delante crecen pisos sociales que, por lo que s¨¦, ser¨¢n modernos y funcionales, sin nada espectacular m¨¢s all¨¢ de su funci¨®n, indispensable. En el flanco, el aparcamiento p¨²blico; fue lo primero que se inaugur¨®.
Me quedo un rato mirando los tr¨¢nsitos de la plaza, que son peque?os y laterales. Me hace gracia porque s¨¦ que Carme Pin¨®s, la arquitecta responsable de todo el conjunto, de cada una de sus partes, tambi¨¦n empieza su trabajo mirando. Carme Pin¨®s opina que la arquitectura es solucionar problemas con un plus de po¨¦tica. Tambi¨¦n dice que, cuando se construye un edificio nuevo, est¨¢ obligado a no avergonzar a aquellos que llegaron antes, que es describir la necesaria armon¨ªa entre las partes. Algo m¨¢s que funcionalidad, algo menos que prepotencia individual. Lo digo porque Pin¨®s fue la primera mujer de Enric Miralles, un arquitecto que no era precisamente modelo de discreci¨®n; cuenta ella que cuando se divorciaron tuvo la sensaci¨®n de que, entre la gente del oficio, sobraba. Que nadie daba un duro por su carrera, porque todos estaban suponiendo que el genio era ¨¦l y que ella miraba. Es as¨ª de cruel, por m¨¢s que Miralles haya perpetrado algunos desastres, obras estent¨®reas y excesivas, mientras que Carme, discreta y elegante, se ocupa de servir el bien p¨²blico, la comunidad.
La primera pregunta, dice Carme Pin¨®s, es qu¨¦ relaci¨®n queremos crear entre el edificio y el entorno, entre el edificio y la gente. Y lo dice una mujer que comanda un estudio numeroso, que no para de recibir premios y que construye en medio mundo. Una mujer que se espanta ante las ciudades descomunales de la China y que se encanta con una puesta de sol en su casa ¡ªdiminuta¡ªde playa mediterr¨¢nea. Hablando con ella se entiende que la arquitectura es el arte de hacer ciudades, como esta plaza de la Gardunya ¡ªen obras durante a?os porque la crisis par¨® el proyecto en seco¡ªorganiza un fragmento de barrio que en el futuro estar¨¢ lleno de voces j¨®venes, sentados en los bancos fr¨ªos, curioseando en lo que queda de la Boquer¨ªa, sus fant¨¢sticos pasillos laterales hoy sin terrazas, gordas las columnas in¨²tiles.
Leo la encuesta del Col.legi d¡¯Arquitectes: la profesi¨®n ya no es lo que era. Los j¨®venes trabajan solos ¡ªeso les impide acudir a concursos importantes¡ªy construyen poco porque no hay nada para construir. Rehabilitan y rehacen y reordenan espacios. Prima la funci¨®n social sobre la piedra, hay m¨¢s hambre que fama y riqueza. No es mala escuela, pero deber¨ªa ser un aprendizaje temporal de modestia y de valores colectivos, para despu¨¦s s¨ª, encarar el edificio que marque perfil. Seguro que entonces ser¨¢ adecuado, inteligente, sostenible y nada orgulloso; eso s¨ª, cargado de po¨¦tica. Como debe ser.
Patricia Gabancho es escritora.
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