Tocando el cielo
Feinstein llen¨® el escenario del Palau en su debut espa?ol, compartiendo recuerdos de Sinatra
En su primera actuaci¨®n espa?ola Michael Feinstein toc¨® el cielo. Un concierto redondo, vibrante, emotivo y cargado de buenas vibraciones que inmediatamente se contagiaron al p¨²blico que llenaba el Palau. Un p¨²blico dispar que reaccion¨® con euforia ante la propuesta del crooner estadounidense.
Hablar de concierto redondo no es exacto. Redonda fue la actuaci¨®n de Feinstein, pero incomprensiblemente antes hubo una primera parte que nos podr¨ªamos haber ahorrado. Alarg¨® de forma innecesaria el concierto sin aportar nada. La Simf¨°nica del Vall¨¨s version¨® de forma rutinaria y sin chispa On the town de Leonard Bernstein y Rodeo de Aaron Copland ante un p¨²blico que indudablemente no las conoc¨ªa e interrumpi¨® en diversas ocasiones con extempor¨¢neos aplausos.
Michael Feinstein canta Sinatra
FESTIVAL DE JAZZ
Orquestra Simf¨°nica del Vall¨¨s. Vicent Alberola, director.
Palau de la M¨²sica, 19 de noviembre.
Todo cambi¨® tras el descanso. Feinstein llen¨® completamente el escenario compartiendo sus recuerdos de Frank Sinatra, cantando alguna de las m¨¢s entra?ables canciones de su repertorio y mostrando un dominio total del entarimado. Literalmente se meti¨® al p¨²blico en el bolsillo con su sola aparici¨®n en escena, el arte del excelente entertainment estadounidense llevado a su cima.
Feinstein posee una bella voz, cargada de matices, que a sus sesenta a?os se mantiene intacta y se adapta perfectamente al repertorio de Sinatra. Un repertorio que, en el fondo, no es m¨¢s que una selecci¨®n de la mejor canci¨®n contempor¨¢nea. El cantante no se mostr¨® r¨¢cano y esa segunda mitad de la velada se convirti¨® en un aut¨¦ntico concierto de 90 minutos. Cant¨® arropado por la orquesta (que con significativos refuerzos jazz¨ªsticos se mostr¨® m¨¢s punzante), se sent¨® al piano para cantar en solitario (Time after time desbord¨® sentimiento), hizo una versi¨®n que cal¨® hondo de Strangers in the night con el solo acompa?amiento de una guitarra y concluy¨®, no pod¨ªa ser de otra manera, con un profundo y reposado My way y un desbordante New York, New York que levant¨® los ¨¢nimos del personal.
En la tanda de bises record¨® sus a?os como pianista de bar y hasta pregunt¨® al p¨²blico que quer¨ªan o¨ªr. Ante el alud de peticiones se decant¨® por mezclar con muy buen humor dos Gershwins inmortales (Let¡¯s call the whole thing off y ¡®S wonderful) y salimos del Palau pensado que realmente todo era wonderful y marvelous.
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