Maldita sea
El detalle es el estilo, la diferencia, la idiosincrasia, el detalle lo es todo, tambi¨¦n en la grada de Cornell¨¤ en un Espanyol-Legan¨¦s
Por imponderables vemos el partido Espanyol-Legan¨¦s desde el sof¨¢ de casa. Maldita sea. La caja tonta es menos tonta de lo que parece, al igual que la mayor¨ªa de personas. Sin embargo, la tonter¨ªa est¨¢ ah¨ª, acechando, dispuesta a colonizar nuestras mentes, como la deshumanizaci¨®n en ¡°La invasi¨®n de los ultracuerpos¡±. Otros ultracuerpos vuelven a concentrarse en la grada, los chicos y chicas de la Curva Jove y de la Juvenil, cada d¨ªa menos j¨®venes y juveniles. Por televisi¨®n se escuchan los constantes c¨¢nticos de apoyo al equipo, aportando vida a un estadio precioso visto desde el sof¨¢. Un sof¨¢ que a tenor de la baja asistencia sigue siendo, para muchos periquitos clandestinos, m¨¢s precioso y seductor a¨²n que las duras gradas del estadio, que es el lugar donde se concentra la emoci¨®n y por lo tanto el lugar en el que hay que estar cuando se puede, maldita sea. Hay c¨¢nticos, no hay pancartas, no hay signos fascistas que hieran nuestra sensibilidad, ya suficientemente maltrecha por los imponderables que nos tienen echados en el sof¨¢, como una maja desnuda y sin embargo en pijama y albornoz. Una maja sin Goya, viendo un partido de f¨²tbol en posici¨®n yacente, pero viva, maldita sea.
Durante la primera parte del encuentro nuestro hemisferio cerebral izquierdo, el de la supuesta raz¨®n, se aburre. En cambio, el hemisferio derecho arde en llamas sentimentales, forofas si se quiere, sin importarle los pelotazos y correr¨ªas sin sentido que presencia. Es as¨ª como solemos vivir. Escindidos, disociados, esquizofr¨¦nicos, luchando a diario por hermanar los dos hemisferios para que dejen de comportarse como Ca¨ªn y Abel, buscando el abrazo que aplaque la ira.
Dice el entrenador S¨¢nchez Flores que el juego del equipo est¨¢ lejos del que se imagina. A nosotros nos pasa lo mismo con nuestra existencia, est¨¢ lejos de la que imaginamos. Y, sin embargo, la queremos tal como se nos presenta, con todo su esplendor, incluyendo la posici¨®n yacente, maldita sea. Pero ya basta de quejas de convaleciente, que por muy leg¨ªtimas que sean no vamos a permitir que nos conviertan en un quejica postrado, hura?o y desagradecido. La televisi¨®n permite fijarse en los detalles. El detalle es el estilo, la diferencia, la idiosincrasia, el detalle lo es todo. S¨¢nchez Flores se une al aplauso del minuto 21. En las gradas observamos un cierto cansancio en ese minuto, son demasiados los que no aplauden y se quedan tan anchos, con gesto displicente. Son los que han olvidado o todav¨ªa no han aprendido que la existencia es algo fr¨¢gil, fugaz, misterioso. No obstante, el aplauso del minuto 21 tiene visos de quedarse para siempre en Cornell¨¤, como un ritual contra el olvido, a favor de la memoria y de la historia. Es un aplauso a Jarque y a nosotros mismos. Un aplauso porque estamos vivos y asumimos la responsabilidad de recordar.
Dice el entrenador S¨¢nchez Flores que el juego del equipo est¨¢ lejos del que se imagina. A nosotros nos pasa lo mismo con nuestra existencia
La televisi¨®n nos permite descubrir que hay bufandas blanquiazules y ojos rasgados, una pe?a japonesa, y otra que viene de Andorra, lo que nos conmueve no sabemos muy bien por qu¨¦. Los primeros planos permiten apreciar la expresividad de las caras. ?C¨®mo ser¨¢ un primer plano de nuestra cara? ?Qu¨¦ transmitir¨¢ nuestra mirada? El primer gol, reci¨¦n iniciada la segunda parte, nos pilla en la cocina. Con el segundo, el sof¨¢ ya es el sof¨¢ volador e inter-gal¨¢ctico de Frank Zappa de su ¨¢lbum ¡°One size fits all¡±. Piatti marca el tercero. Est¨¢n nuestros brazos y est¨¢n los brazos del sof¨¢. Nos abrazamos, maldita sea.
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