Normalizando a Trump
Por mucho que su griter¨ªo incomodara a una parte de la gente de orden, el nuevo presidente no tiene nada de antisistema. Al contrario, es el plan B del sistema: autoritarismo y restauraci¨®n ideol¨®gica conservadora
Dice Henry Kissinger que ¡°el fen¨®meno Trump es, en gran parte, una reacci¨®n de la Am¨¦rica media a los ataques de los intelectuales y de la comunidad acad¨¦mica contra sus valores¡±. Es una interpretaci¨®n que se va imponiendo en la derecha, porque facilita la reconciliaci¨®n del republicanismo con el nuevo presidente, porque normaliza a Trump y, sobre todo, porque se inscribe plenamente en la deriva conservadora que est¨¢ viviendo Occidente. Henry Kissinger no hace m¨¢s que confirmar lo que ya sab¨ªamos: por mucho que su griter¨ªo incomodara a una parte de la gente de orden, Donald Trump no tiene nada de antisistema. Al contrario, es el plan B del sistema: autoritarismo y restauraci¨®n ideol¨®gica conservadora ¡ªlos valores de los supremacistas blancos¡ª como decorado de una pol¨ªtica econ¨®mica con mentalidad de magnate de la construcci¨®n.
Mark Lilla, profesor de Humanidades en la Universidad de Columbia, afirma en un art¨ªculo reciente que ¡°la izquierda tiene que superar la ideolog¨ªa de la diversidad¡±. ¡°Celebrar las diferencias¡±, dice Lilla, ¡°es un formidable principio de pedagog¨ªa moral, pero produce resultados catastr¨®ficos cuando un partido hace de ellas el fundamento de su pol¨ªtica¡±. Y, en su opini¨®n, Hillary Clinton, ¡°apelando expl¨ªcitamente al electorado negro, latino, femenino y LGBT, ha cometido un error estrat¨¦gico. Puestos a mencionar los grupos, mencionarlos todos. De lo contrario los olvidados se sienten excluidos¡±. La prueba para Lilla es que ¡°no menos de dos tercios de los electores blancos sin diploma superior y el 80% de los evang¨¦licos blancos votaron a Trump¡±. Moraleja: ¡°la pol¨ªtica de las diferencias no hace ganar elecciones, pero puede hacerlas perder¡±.
Es cierto que Clinton cay¨® en la trampa que le tendi¨® Trump. Al centrar su campa?a en denunciar al grotesco personaje que ten¨ªa delante m¨¢s que en desarrollar sus propias propuestas reforz¨® la cohesi¨®n de los adeptos al discurso de Trump, que hicieron pi?a en torno al candidato. Y la apelaci¨®n permanente a la movilizaci¨®n de las minor¨ªas contra la amenaza del magnate agudiz¨® la conversi¨®n de la campa?a en conflicto multicultural. Es cierto tambi¨¦n que un candidato presidencial tiene que ser capaz de dirigirse a todos los sectores culturales y sociales, pero la izquierda tiene bastante atrofiados los mecanismos de empat¨ªa para acercarse a los sectores tradicionalmente m¨¢s reacios a votarla.
Pero las reacciones al ¨¦xito de Trump se mueven por par¨¢metros peligrosos: unos, irritados, optan por la culpabilizaci¨®n del votante por haberse dejado enga?ar por un demagogo; otros (como es el caso de Lilla) contemporizadores, por la disoluci¨®n del conflicto. Como si los partidos concurrentes no tuvieran que representar proyectos ideol¨®gicos distintos, que inevitablemente generan posiciones contradictorias. Los valores de la Am¨¦rica profunda, de los que habla Kissinger, no son los del partido dem¨®crata, para representarlos ya est¨¢ el partido republicano. Y los ataques contra ellos son menos graves que los que reciben las minor¨ªas en permanente discriminaci¨®n.
Por eso entiendo que ambos discursos, se quedan en la superficie. En vez de preguntarse el porqu¨¦ del descontento que Trump ha capitalizado y c¨®mo actuar sobre ¨¦l (?por qu¨¦ la brutalidad de cierto capitalismo conduce a los grupos culturales y sociales a replegarse sobre si mismos, por qu¨¦ las pol¨ªticas del establishment de Washington producen rechazo?), se centran en los errores de campa?a. El resultado de toda elecci¨®n viene de abajo ¡ªdel estado real de pa¨ªs¡ª por mucho que sea sobredeterminado desde arriba, incluso con la viralizaci¨®n de la mentira.
Hacer compatible libertad, diversidad cultural e igualdad de derechos s¨®lo es posible a partir del reconocimiento de las minor¨ªas. Y mientras se les siga negando, mientras las instituciones humillen a una parte de los ciudadanos y algunos sectores avalen estas humillaciones, y mientras una parte de la ciudadan¨ªa se crea merecedora de m¨¢s derechos que los dem¨¢s, habr¨¢ que seguir defendiendo a los minor¨ªas. Sobre todo gobernando Trump, que ha construido su victoria contra ellas. La izquierda tiene que saber dirigirse a todos, pero sin renunciar a los valores que la separan de la derecha, porque si entra en la presunci¨®n de que no hay conflicto ni contradicciones, ni valores genuinos que defender, baja la cabeza y la derecha y el autoritarismo arrasan. Puede que con defender a las minor¨ªas no baste, pero si la izquierda no las defiende, la derecha gana siempre.
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