La madurez confiada
El madrile?o vive su mejor momento y se divierte rescatando alguna pieza de su pasado ¡®ronaldo¡¯
Envejecer es un mandato biol¨®gico ineludible, salvo que se interponga alguna otra circunstancia mucho menos deseable a¨²n. Coque Malla, que fue rockero precoz y ejerci¨® de jovenzuelo insolente, ha sabido como pocos irse adaptando a las venturas y rigores de la madurez. El muchacho descarado que le reclamaba inyecciones monetarias a su pap¨¢ compareci¨® anoche con sombrero y traje plateado en el Palacio de los Deportes, reconvertido en dandi menudito y trovador sereno. Nos puso los grandes ¨¦xitos de Bowie, para no andarnos con tontunas, mientras hac¨ªamos tiempo. E hizo entrega de un concierto elegante, emotivo y goloso, engalanado el fondo del escenario con cortinajes burdeos de gran teatro y abriendo fuego con esa obra maestra, La se?al, de belleza y altura muy inusuales en territorio patrio.
Hab¨ªa algo de simb¨®lico en ese arranque, la plasmaci¨®n de un camino que empez¨® tres d¨¦cadas atr¨¢s por los territorios de los Stones y hoy transita prendado con las ense?anzas de Divine Comedy y el rock negroide (Esc¨²chame) que se estila en los estados sure?os. Desde que atin¨® con Berl¨ªn, una balada enternecedora que anoche son¨® con la solemnidad propia del dolor a¨²n reciente, parece claro que el hijo de Gerardo Malla y Amparo Valle se ha puesto las pilas. Es un m¨²sico inquieto, curioso, documentado. Y, en ¨²ltimo extremo, ambicioso. Sin petulancia, pero con el orgullo de quien tira muchos folios a la papelera y no se conforma con la primera ocurrencia matinal de rocanrol cl¨®nico.
De hecho, el repertorio m¨¢s sujeto al canon dista de resultar el m¨¢s efectivo. Lo hago por ti, que sirvi¨® como presentaci¨®n para ese a¨²n reciente y esplendoroso El ¨²ltimo hombre en la Tierra, suena irreprochable y medio argentinizado, pero no activa las terminaciones nerviosas m¨¢s epid¨¦rmicas. El tema central, que lleg¨® justo despu¨¦s, resulta mucho m¨¢s emotivo con su precioso aire de vals (como Berl¨ªn) y circo decadente, y el refuerzo de ese cuarteto de metales que supone el mayor capital para un Coque c¨®modo en sus 47 a?os, en su nueva sintaxis, en esta piel de tipo gentil.
A Miguel Malla, saxofonista y hermano, tiene que agradecer (y agradece) Coque esos arreglos suntuosos, aunque al parecer los de la formidable Cachorro de le¨®n, impregnada de Van Morrison ya desde el mismo t¨ªtulo, corresponden al jefe de filas. El madrile?o se las sabe todas y deja asomar al actor que lleva dentro en la teatral y melodram¨¢tica Todo el mundo arde, o imprime unas gotas de intriga antes de hincarle el diente a Sabor salado, primera concesi¨®n a la era de Los Ronaldos. Sin nostalgias: revivir esa pieza o Saca la lengua nos enfrenta a un material m¨¢s simp¨¢tico que sobresaliente, y del que ahora solo matar¨ªamos por descontarnos un cuarto de siglo en el marcador.
Las aut¨¦nticas esencias descansan en Me dej¨® marchar, tan redonda y solemne que habr¨ªa agradecido un mayor peso a¨²n de los metales, o ese Santo, santo con pegada de soft pop refinado. Coque Malla se siente tan pancho en esta madurez confiada que hasta se permite remachar Hace tiempo a voz en cuello, sin una pizca de amplificaci¨®n, aunque para ello deba encomendarse a la complicidad y el silencio de 3.000 almas. No es una multitud, pero s¨ª una espl¨¦ndida representaci¨®n para esta mirada adulta, diferente y distinguida.
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