?Contra el turismo?
La no edificaci¨®n de nuevos hoteles quiz¨¢ es una victoria desde el punto de vista de unas particulares ideas, pero ?lo es para el conjunto de los ciudadanos?
La semana pasada se produjo en Barcelona un hecho algo esperp¨¦ntico aunque, por los antecedentes, no inesperado. Se trata del alborozo p¨²blico de nuestras autoridades municipales porque la emblem¨¢tica Torre Agbar de la plaza de les Gl¨°ries, que ha sido vendida por Aguas de Barcelona a un grupo financiero, no se convirtiera en hotel, por supuesto de lujo, debido a lo que este peri¨®dico ha denominado ¡°las trabas de Colau¡±. Hace un a?o y medio ya sucedi¨® lo mismo con el edificio que durante muchos a?os alberg¨® las oficinas del Deustche Bank en la confluencia del paseo de Gr¨¤cia con la Diagonal que tambi¨¦n deb¨ªa convertirse en un hotel, en ese caso de la cadena Four Seasons, una marca imprescindible en toda ciudad que pretenda ser de referencia en el turismo y en el mundo de los negocios. Tenemos unos mun¨ªcipes a los que no les gusta el turismo.
Ese alborozo lo expres¨® con gran ¨¦nfasis el concejal de Vivienda, Josep Maria Montaner, al comentar en la televisi¨®n municipal: ¡°Es una muy buena noticia para toda la ciudad y, a pesar de que responda a una decisi¨®n del promotor lo consideramos un ¨¦xito, una victoria similar a la conseguida a principios de mandato, cuando logramos que el Deutsche Bank no se convirtiera en un hotel de lujo¡±. Y a?ad¨ªa: ¡°La voluntad de los vecinos y del Ayuntamiento era que no se hiciera el hotel y la tramitaci¨®n, sin duda, no ha tenido ninguna facilidad, se entiende que se lo hayan repensado¡±.
La no edificaci¨®n de ambos hoteles y el par¨®n a otros muchos, ?es una victoria, tal como presume el concejal? Probablemente es una victoria desde el punto de vista de unas particulares ideas pero ?lo es tambi¨¦n para el conjunto de los ciudadanos? Ello es mucho m¨¢s problem¨¢tico y se presta a algunas reflexiones.
Una primera, puede ser de tipo econ¨®mico y social. Barcelona es un municipio estancado: hab¨ªa sido industrial, especialmente textil, pero eso ya es una fase muy superada, sigue siendo comercial pero, sobre todo, es crecientemente de servicios y, en especial, est¨¢ dotada para el turismo y los eventos del mundo de las ferias y congresos, concomitantes con el turismo.
Afortunadamente, el turismo es un sector socialmente muy beneficioso, de ¨¦l se aprovechan muy diversos sectores: todas las categor¨ªas de hoteles, y apartamentos tur¨ªsticos, el comercio de todo tipo, las cafeter¨ªas, bares y restaurantes, la construcci¨®n, el sector inmobiliario¡ Crea beneficio econ¨®mico y puestos de trabajo en muchos ramos. La explotaci¨®n de una planta de petr¨®leo beneficia mucho a muy pocos. El turismo es lo contrario: reparte beneficios y puestos de trabajo. Es una bendici¨®n ser un pa¨ªs tur¨ªstico, lo sabemos desde los a?os sesenta.
Pues bien, ahora rechazamos esa suerte. Porque adem¨¢s de poner trabas burocr¨¢ticas a nuevos hoteles, desde la misma sociedad se est¨¢ creando una solapada campa?a contra los turistas. Se les tacha de sucios, ruidosos, borrachos, mal vestidos, taca?os¡ Naturalmente hay de todo, pero no creo que en estas cuestiones se distingan de los nacionales, donde como es natural tambi¨¦n hay de todo. En lugar de ampliar las ¨¢reas de la ciudad con inter¨¦s tur¨ªstico, algo perfectamente resoluble mediante una pol¨ªtica de expansi¨®n de las zonas culturales, l¨²dicas y comerciales, tal como se hizo en los gloriosos tiempos del alcalde Maragall con la apertura al mar y la revitalizaci¨®n del casco antiguo, pretendemos que los turistas se alojen en la Barcelona perif¨¦rica, pues all¨ª se quieren construir los nuevos hoteles, y vayan a pasar su d¨ªa y su noche en el centro. Es dif¨ªcil actuar con menos inteligencia.
Pero, adem¨¢s, en esa campa?a contra el turismo subyace algo muy antiguo, conservador y hasta reaccionario. Es la idea de preservar el territorio para sus verdaderos propietarios, los naturales del pa¨ªs, sin darse cuenta de la contradicci¨®n que ello encierra: sin puestos de trabajo estos barceloneses de toda la vida deber¨¢n abandonar su ciudad y emigrar a otras tierras, lo cual no es necesariamente un drama si en esas otras tierras pueden desarrollar su proyecto de vida, pero en todo caso contrario a las ideas de quienes dicen querer protegerlos.
En conclusi¨®n, de una ciudad abierta, contenta de su diversidad y con mentalidad cosmopolita, corremos el riesgo de pasar a ser una ciudad provinciana, cerrada y decadente. Alerta porque estos cambios no se advierten de entrada sino al cabo de los a?os. Cuando ya es tarde.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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