Psicosis del Estado
As¨ª cabe considerar, as¨ª se manifiestan, las actitudes bipolares de los poderes nacionales ante los migrantes y los exiliados que llegan a Europa
La pregunta es si cabe hablar de psicosis del Estado. La formula (Maybe we can talk about the psychosis of the State) la fil¨®sofa norteamericana Judith Butler en el documental sobre Tarajal, la playa ceut¨ª a la que llegan los migrantes africanos, ya saben, donde algunos mueren, donde la Guardia Civil dispara. Es ese film emitido el s¨¢bado pasado por el Canal 33 del que deben haber o¨ªdo hablar, si no lo vieron. De entre lo visto y o¨ªdo, que es bastante, se me queda esa intervenci¨®n. Butler ya trat¨® en Vida precaria (Paid¨®s, 2004) de las vidas invisibles que, tras los atentados del 11-S neoyorquino, no pueden ser lloradas cuando mueren ni acompa?adas por el duelo, en virtud de las necesidades de ¡°seguridad¡± del Estado. Aqu¨ª argumenta que, dado c¨®mo act¨²a en Europa, quiz¨¢ pueda hablarse de psicosis del Estado: de un lado, el Estado no concede ning¨²n tipo de derechos ni dignidad humana a las vidas migrantes que quieren sumarse a ¨¦l, vivir en ¨¦l, y, del otro lado, imagina y considera estas vidas como amenazas militares y as¨ª las repele, como har¨ªa en una guerra en que los migrantes estuvieran asimismo armados. Por no hablar, razona, de fantasmagor¨ªa racista.
Bienvenido lo que contribuye a poner un poco, incluso el m¨¢ximo, de luz a lo qu¨¦ est¨¢ pasando en la frontera sur europea, en las ciudades africanas de pertenencia espa?ola, hoy ciudades aut¨®nomas, vestigios coloniales al parecer eternos. Sobre todo si te cuentan que lo que sucede all¨ª desde hace tiempo ha sido y es el modelo copiado en Hungr¨ªa, por ejemplo, para repeler como sea a los refugiados sirios, y ya vimos no hace tanto c¨®mo lo hizo el Estado h¨²ngaro. Pues, al parecer, siguiendo el ejemplo espa?ol. Cada lugar tiene sus gestas, y Ceuta y Melilla, que tantas tienen desde antes ya del joven Franco, pueden a?adir ¨¦sta m¨¢s: un ejemplo europeo. Migrantes all¨ª, refugiados en Hungr¨ªa.
?Refugiados? Siento rechazo ante la palabra ¡°refugiados¡±, pero si lo escribo entre comillas puede parecer que ponga en duda si estas personas tienen derecho a serlo o no, cuando en rigor llegan a las costas europeas en b¨²squeda de refugio. Llegan sin refugio alguno, no lo tienen ni Europa est¨¢ dispuesta a d¨¢rselo, as¨ª se mueran todos congelados en la nieve. ?Refugiados?
Los migrantes africanos en el sur, que huyen de la constelaci¨®n de guerras olvidadas en el continente y del hambre, y los exiliados en las costas centrales y del norte, que huyen de las guerras en la costa oriental mediterr¨¢nea, no menos imbricadas entre ellas, se ven sometidos al llegar a las playas europeas a la psicosis de cada Estado en su correspondiente frontera mar¨ªtima y, si no da al mar como es en el caso h¨²ngaro, en la de sus vecinos. Y all¨ª les esperan los soldados de la psicosis del Estado. Otro aspecto que Tarajal. Desmuntant la impunitat a la frontera sud (Xavier Artigas, Xapo Ortega y Marc Serra) pone ante las narices. Como el anterior, este signo de los tiempos no se refiere en exclusiva al lugar del film. Los hombres y mujeres, mayoritariamente hombres, de los cuerpos de seguridad que deben hacerse cargo, al precio que sea, de ejecutar la psicosis del Estado. Soldados de nuestras guerras de ahora mismo en esta Europa de los demonios. La Guardia Civil y sus agentes aqu¨ª.
El film subraya que el concepto de ¡°obediencia debida¡± no tiene valor militar desde los juicios de N¨²remberg. Hace bien en recordarlo e insistir, s¨ª, pues nadie lo dir¨ªa, ni aqu¨ª ni all¨¢, que haya sido derogada la obediencia debida. Ni en Tarajal ni en tant¨ªsimos lugares. Ni ante migrantes y exiliados ni ante tantos aspectos en los que el Estado, el nuestro a mansalva, revela un d¨ªa s¨ª y el otro tambi¨¦n su psicosis de ahora. Vuelve a m¨ª el verso de Pasolini que azot¨® a los izquierdistas de su tiempo: ¡°mientras que los polic¨ªas (que estaban de la parte equivocada) eran los pobres¡±. Ahora, no siempre, Pier Paolo: no ante los migrantes africanos, si hablamos de trabajo y de dinero. Son tal vez los pobres obligados del Estado psic¨®tico a prescindir del coraje democr¨¢tico que niega la obediencia debida a sus ¨®rdenes inmorales.
Un consuelo: Serrat y tantos otros m¨²sicos y cantantes de las orillas del mar psicotizado han vuelto a grabar Mediterr¨¢neo. Seguro que tambi¨¦n es una de las canciones de su vida para muchos de los agentes que lo custodian tanto.
Merc¨¨ Ibarz, escritora y profesora de la UPF.
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