Por un barrido general
Una particularidad del soberanismo catal¨¢n es que sus conspiraciones no sean descubiertas por la otra parte, sino reveladas por sus propios partidarios
La presidencia de la Generalitat es un oficio de riesgo como pocos en los de su rango. Francesc Maci¨¤ s¨®lo la consigui¨® en 1931 despu¨¦s de unos a?os como refugiado pol¨ªtico en Francia. A Llu¨ªs Companys le pill¨® en el cargo la sublevaci¨®n militar de 1936, la subsiguiente revoluci¨®n anarquista en Catalu?a, la guerra civil y el exilio, tras lo cual, fue entregado a Franco por los nazis y fusilado en Montju?c. A Josep Tarradellas la presidencia le recay¨® en un exilio que durar¨ªa nada menos que 38 a?os. Y Pujol la consigui¨® gracias, entre otras cosas, a sus a?os de prisi¨®n como antifranquista.
Los dos socialistas que la ostentaron despu¨¦s, Pasqual Maragall y Jos¨¦ Montilla, pudieron terminar sus mandatos sin riesgos mayores: los percances de sus periodos de gobierno entran dentro de lo que cabe definir como conflictos pol¨ªticos relativamente normales. Pero el presidente que les sigui¨®, Artur Mas, est¨¢ a la espera de juicio en una causa pol¨ªtica que puede llevarle a la inhabilitaci¨®n para el cargo. Y el actual presidente, Carles Puigdemont, se debate ante el dilema de seguir o no seguir la senda marcada por Mas y consumar una apuesta soberanista con v¨¢yase a saber qu¨¦ consecuencias para ¨¦l.
Puigdemont tendr¨¢ que tomar su decisi¨®n en medio de un atronador ruido formado a partes desiguales por los esc¨¢ndalos, la propaganda y la contrapropaganda. El ¨²ltimo esc¨¢ndalo ha estallado porque uno de los promotores de la creaci¨®n de un estado catal¨¢n soberano se ha dedicado a explicar p¨²blicamente durante los ¨²ltimos meses a sus seguidores algunos aspectos relevantes de la conspiraci¨®n previa que, inexorablemente, precede siempre al advenimiento de la independencia.
Todo el mundo sabe que este tipo de empresas requiere la sigilosa b¨²squeda de aliados exteriores, que s¨®lo puede hacerse mediante diplomacias paralelas a las legales. Y preparativos interiores clandestinos. Pero una ilustrativa particularidad del caso catal¨¢n consiste en que, como se acaba de ver, la conspiraci¨®n no sea descubierta por el espionaje de la otra parte sino por la revelaci¨®n gratuita, graciosa podr¨ªa decirse, de sus propios partidarios y protagonistas. Parece incre¨ªble pero es as¨ª.
Lo que est¨¢ protagonizando el ya exsenador Santiago Vidal plantea colateralmente algunas cuestiones inquietantes. Por ejemplo, ?ser¨¢ verdad que el Gobierno de Mariano Rajoy, que dispone de polic¨ªa y servicios de espionaje generosamente dotados por los Presupuestos Generales, se ha enterado por la prensa de toda la actividad que Vidal explicaba en sus conferencias? De ser as¨ª, se plantea una disyuntiva atroz para los ciudadanos catalanes que estuvieran indecisos entre apoyar o no al movimiento soberanista. ?Qu¨¦ hacer, creer que podr¨¢n crear un Estado catal¨¢n estos conspiradores de una incapacidad y una ingenuidad apabullantes y manifiestas o, alternativamente, seguir a merced de un Estado que no deja de hacer gala de una ineptitud de tama?o por lo menos igualmente descalificadora? O esta otra: si no se enteraron de nada, ?ser¨¢ porque se trata de fabulaciones, bravatas o figuraciones de un lenguaraz incapaz de controlarse?
De esta delirante ineptitud compartida dio fe, hace ya m¨¢s de medio a?o un hecho lindante con el surrealismo, pero real. Una parte de las conspiraciones previas que, tambi¨¦n inexorablemente, suelen acompa?ar toda reacci¨®n contra un movimiento secesionista, fue revelada a la opini¨®n p¨²blica gracias a la grabaci¨®n de una conversaci¨®n del ministro del Interior, Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz, en su propio despacho, con uno de los conspiradores, Daniel de Alfonso, a la saz¨®n titular de la Oficina Antifraude de Catalu?a. Meses despu¨¦s, la grabaci¨®n se public¨® en la prensa y a¨²n puede ser escuchada por quien lo desee. Paradoja colateral del asunto es tambi¨¦n que en ambos casos, dos de los conspiradores fueran jueces de carrera, De Alfonso y Vidal, uno en cada bando.
El forcejeo de un movimiento soberanista que persigue la partici¨®n de un Estado no es un nunca un camino de rosas. La creaci¨®n e implantaci¨®n de una nueva legalidad implica el derrumbe y la sustituci¨®n de la vieja y est¨¢ en la naturaleza de las cosas que tanto el impulso a favor como el combate en contra del nuevo orden se lleven a cabo sin muchos miramientos. Y no digamos ya si, como es el caso, los protagonistas son sendos Gobiernos formados por partidos con un abrumador historial reciente de corrupci¨®n en la utilizaci¨®n del dinero p¨²blico con fines il¨ªcitos que tiene sobresaturado de trabajo al sistema judicial. Un panorama desolador, que requiere una alternativa que lo sea a ambos bandos a la vez, algo as¨ª como un barrido general.
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