El riesgo de no poder parar
Lo peligroso del momento que vive el conflicto catal¨¢n es que se generen din¨¢micas de acci¨®n-reacci¨®n dif¨ªciles de controlar
Como ya era previsible, las cosas se est¨¢n precipitando peligrosamente. Ahora mismo nadie es capaz de predecir qu¨¦ puede ocurrir en el inmediato futuro en Catalu?a. Teniendo en cuenta la aceleraci¨®n e incertidumbre que caracterizan estos tiempos de crisis sist¨¦mica, puede ocurrir cualquier cosa. El Brexity el triunfo de Trump en Estados Unidos nos han mostrado cu¨¢n vol¨¢tiles son las previsiones y lo r¨¢pido que cuajan situaciones imprevistas. En el conflicto catal¨¢n estamos viviendo uno de esos momentos en los que la imprudente prepotencia de unos y la osad¨ªa de otros pueden precipitarnos hacia escenarios desconocidos. Lo peligroso de la situaci¨®n actual es que se generen din¨¢micas tan poderosas que, una vez desencadenadas, resulten dif¨ªciles de controlar. Que entremos en una espiral acci¨®n-reacci¨®n de aquellas que se sabe c¨®mo empiezan, pero no como terminan.
Una parte determinante del problema radica en el pertinaz error de diagn¨®stico del PP. La teor¨ªa del souffl¨¦ ha hecho creer equivocadamente que la mejor estrategia frente al conflicto catal¨¢n es fortificarse en la muralla de la legalidad y no ceder ni un mil¨ªmetro, a la espera de que, cansado e incapaz de conseguir sus objetivos, el soberanismo agote su ciclo ascendente y se desinfle. La dificultad para comprender la naturaleza profunda del conflicto le impide ver que Catalu?a es ahora mismo el mayor problema pol¨ªtico que tiene Espa?a. El pacto constitucional est¨¢ siendo impugnado.
El soberanismo, por su parte, ha llegado a la conclusi¨®n de que mientras el PP est¨¦ en el poder, y puede ir para largo pues ni siquiera tiene oposici¨®n, no va a ser posible ning¨²n di¨¢logo. Cada vez son m¨¢s los que creen que ya no hay nada que pactar con Espa?a, salvo la forma de irse. Impotente frente a la muralla, el independentismo lanza el ¨®rdago del refer¨¦ndum y la desconexi¨®n unilaterales para forzar una ventana de oportunidad, consciente de que no puede mantener mucho tiempo una movilizaci¨®n que no obtiene resultado alguno. Prefiere el riesgo que ello comporta a languidecer en la impotencia y agotarse en escaramuzas legales en las que tiene todas las de perder.
Este ¨®rdago rompe el esquema en el que el PP se encuentra m¨¢s c¨®modo: el de tratar de asfixiar el autogobierno mientras proclama su disposici¨®n a negociar. Ya se ha visto cu¨¢nto ha durado la ¡°operaci¨®n di¨¢logo¡±. Apenas un mes. El di¨¢logo con Puigdemont ha sido sustituido por el di¨¢logo con Arrimadas. Y ahora, ambas partes se aprestan a retorcer y vulnerar si hace falta la legalidad, unos mediante unas leyes de transitoriedad que desbordan el marco constitucional, y otros con el uso y abuso de los aparatos del Estados y una interpretaci¨®n extensiva del art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n que incluya, si es preciso, la suspensi¨®n de la autonom¨ªa.
Lo grave de esta situaci¨®n es que, conociendo el riesgo y temiendo sus consecuencias, ambas partes se vean impelidas a persistir en una din¨¢mica de choque que tiene mucho de partida de p¨®ker. El independentismo cree que cuanto m¨¢s desmesurada y coercitiva sea la reacci¨®n del PP, mayor ser¨¢ la resistencia de la ciudadan¨ªa, lo que le permitir¨¢ hacer nuevo acopio de fuerzas. El PP se cree obligado a blandir la espada y aunque empieza a intuir que si se le va la mano reforzar¨¢ al adversario, est¨¢ atrapado en su propio inmovilismo. Si el Gobierno catal¨¢n pone las urnas y el Parlamento aprueba la desconexi¨®n, no habr¨¢ marcha atr¨¢s. Los da?os pol¨ªticos pueden ser cuantiosos.
Hay un elemento que el PP nunca han tenido en cuenta. Para una sociedad avanzada, culta y orgullosa como la catalana, resulta muy humillante comprobar que, por multitudinarias y pac¨ªficas que sean sus movilizaciones, se la sigue ninguneando. Como todos los conflictos en los que subyace un problema de reconocimiento, el componente emocional acaba siendo muy poderoso. Muchos catalanes se sienten heridos en su dignidad. Y m¨¢s all¨¢ de la evidente distorsi¨®n del relato por una y otra parte para criminalizar al adversario, lo que queda es un problema pol¨ªtico enquistado del que no se sabe c¨®mo salir. Esto es lo peligroso de la situaci¨®n.
Quienes desde el PP o el PSOE consideran que lo mejor ser¨ªa negociar, se encuentran con que no tienen interlocutor en Catalu?a. Los inmovilistas argumentan que la m¨¢xima propuesta que pudieran hacer quedar¨ªa muy lejos de lo que los soberanistas estar¨ªan dispuestos a aceptar. Piensan que si lo que estos quieren, en realidad, es irse, solo cabe derrotarlos. Los soberanistas, por su parte, temen que si fracasan en el ¨®rdago ser¨¢n derrotados con escarnio y no solo Catalu?a no tendr¨¢ estructuras de Estado sino que se producir¨¢ una involuci¨®n centralizadora de tal calibre que no quedar¨¢ ni autogobierno.
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