Wannsee no necesita m¨¢s drama
El efectismo lastra el espect¨¢culo sobre la c¨¦lebre conferencia nazi
Una carpeta rosa. Un legajo entre miles, abandonados por los funcionarios del ministerio de exteriores nazi. ?ste es diferente por un ep¨ªgrafe escrito a mano y subrayado con l¨¢piz verde. Tres palabras: Endl?sung der Judenfrage (Soluci¨®n final de la cuesti¨®n jud¨ªa). Era marzo de 1947 y entre las manos de un militar brit¨¢nico estaba la prueba de cargo definitiva contra la reuni¨®n que se celebr¨® el 20 de enero de 1942 en una elegante villa a la orilla del Wannsee. Convocados por Reinhard Heydrich ¨Cjefe de la oficina central de seguridad del Reich¨C se reunieron quince altos cargos del r¨¦gimen para poner en com¨²n los mecanismos del estado que permitieron exterminar seis millones de jud¨ªos. Adolf Eichmann fue el responsable de recoger, con la precisi¨®n de un bur¨®crata diligente, las palabras vertidas en un preciso protocolo.
La confer¨¨ncia de Wannsee
De Filip Nuckolls, Vladimir Cepek y Pavel Bsonek. Direcci¨®n: Pavel Bsonek. Int¨¦rpretes: Carles Go?i, Jos¨¦ Perez-Oca?a, ?scar Intente, Roger Batalla, Llu¨ªs Ruf, Jordi Gr¨¤cia Vall¨¦s, Carlos Martinho, Edgar Moreno, Jos¨¦ ?ngel Rico, Jose Tobella, Miquel Sim¨®, Xavier P¨¤mies, Sergi Marcos, Ignasi Guasch y Oriana Bonet. Casa de la Seda, Barcelona, 26 de enero.
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Sin este hallazgo ¨Cy la declaraci¨®n de Eichmann cuando fue enjuiciado en Israel en 1961¨C hubiera sido imposible un espect¨¢culo de teatro documental como La confer¨¨ncia de Wannsee de Pavel Bsonek. ¡°Teatro¡± y ¡°documento¡±, dos t¨¦rminos que unidos provocan un fr¨ªo polar de prejuicios. Incomprensible recelo. En una de esas extraordinarias incongruencias, el teatro documental suele provocar profundas reacciones de emoci¨®n. Que se lo pregunten a Peter Weiss que con La indagaci¨®n (1965) dej¨® al p¨²blico alem¨¢n consternado y conmovido con un montaje que se reduc¨ªa a una sucesi¨®n de testimonios de los testigos que pasaron por los procesos de Frankfurt. Bsonek no parece tan confiado en la efectividad emocional de los descarnados hechos.
La banalidad de las rencillas por las cuotas de poder y gloria, costes operativos, dificultades burocr¨¢ticas, implantaci¨®n de la agenda, lentitud de las innovaciones tecnol¨®gicas, escasez de recursos y el bienestar de los pelotones de fusilamientos, deber¨ªa haber bastado para horrorizar al p¨²blico sentado en un noble sal¨®n de la Casa de la Seda. Sabe que esta palabrer¨ªa fue el pre¨¢mbulo para liquidar a millones de personas. No es as¨ª. En escena entra un personaje inventado (la narradora) que representa el dolor de la v¨ªctima, la memoria de los muertos, la consciencia del superviviente. Un subrayado innecesario que busca el efectismo de una frase musical en un drama lacrim¨®geno. O esa es la impresi¨®n que causa la voz herida y el cuerpo amedrentado ¨Ccomo quien se encoje ante un golpe¨C de Oriana Bonet.
En realidad es en el aspecto interpretativo donde m¨¢s flaquea esta propuesta. Las actuaciones son voluntariosas, sin alcanzar la naturalidad y sinceridad ¨Ccon excepciones profesionales¨C que hacen desaparecer al int¨¦rprete y aflorar el personaje. Se ve el papel (invisible) en el que todav¨ªa fijan la mirada y la memoria para aprenderse su l¨ªnea de texto. Y se ve, tambi¨¦n, las ganas del director de dejar su impronta art¨ªstica.
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