El valor del silencio
El director Aar¨®n Zapico tuvo motivos sobrados para detener el concierto de Forma Antiqva y Xavier Sabata por la injerencia de tres m¨®viles y no pocas toses
Nadie valora m¨¢s el silencio que los m¨²sicos. Lo necesitan como fuente de paz y serenidad en un oficio que, en definitiva, trabaja con el sonido. Tambi¨¦n tiene el silencio una importancia vital en un concierto, pero eso ya es harina de otro costal. El martes en el Palau, el director asturiano Aar¨®n Zapico tuvo motivos sobrados para, siguiendo el reciente ejemplo de William Christie en el Auditorio Nacional de Madrid, detener el concierto por la injerencia no de uno, sino de tres m¨®viles y no pocas toses que arruinaron instantes de gracia en su deb¨²t en la temporada de Ibercamera al frente del conjunto barroco Forma Antiqva.
No ser¨¢ por falta de avisos, pero los tel¨¦fonos m¨®viles siguen sonando en pleno concierto. Y se siguen cargando muchos matices, fruto de duro trabajo en los ensayos: conseguir pian¨ªsimos et¨¦reos y ese juego de crescendos y descrescendos que anima la m¨²sica barroca no es tarea f¨¢cil. Precisamente la fantas¨ªa en las din¨¢micas y el vigor r¨ªtmico son cualidades que definen el sello personal de los hermanos Zapico ¡ªDaniel (tiorba), Pablo (guitarra y archila¨²d) y Aar¨®n (direcci¨®n y clavic¨¦mbalo)¡ª, motor art¨ªstico de Forma Antiqva.
La luz y el esp¨ªritu festivo de la M¨²sica para los reales fuegos de artificio de Georg Friedrich H?ndel abri¨® un programa admirablemente construido, en un viaje desde el esplendor cortesano de la m¨²sica instrumental barroca en la primera parte, al clima de recogimiento de la m¨²sica sacra en la segunda, con el protagonismo vocal del contratenor catal¨¢n Xavier Sabata.
Curioso viaje, desde el derroche a la sobriedad, en el que, a medida que iban disminuyendo los componentes del grupo, se ganaba emoci¨®n. No lograron evitar asperezas y problemas de afinaci¨®n en la primera parte, pero ofrecieron detalles sorprendentes en la articulaci¨®n y el arco din¨¢mico. Hubo m¨¢s equilibrio y finura en la segunda suite, con piezas de Purcell, Telemann y m¨¢s H?ndel; dos minuetos de la M¨²sica acu¨¢tica y el Air-Allegro del Concerto Grosso n¨²m, 5, op. 6, cuyo episodio m¨¢s delicado fue arruinado por un m¨®vil y algunas toses persistentes.
Tambi¨¦n Xavier Sabata fue a m¨¢s en sus intervenciones. No anda sobrado de volumen y, en una sala como el Palau, su voz qued¨® tapada por el conjunto en algunos pasajes del Stabat Mater de Antonio Vivaldi. Lo compensa con el acierto expresivo y la exquisita musicalidad, que alcanz¨® momentos de gran intensidad en el Pianto della Madonna, de Giovanni Felice Sances.
En el tramo final, tras una transici¨®n instrumental en la que cautiv¨® el toque claro y natural de los hermanos Zapico, el viaje musical culmin¨® en la intimidad de la voz a cappella de Sabata en el maravilloso Ne Timeas Maria de Tom¨¢s Luis de Victoria.
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