?Hay salida?
El soberanismo es hoy el proyecto pol¨ªtico con mayor apoyo en Catalu?a. Al negarse a reconocerlo, Rajoy ha cerrado la v¨ªa pol¨ªtica
Resulta dif¨ªcil creer que las dos partes, el gobierno espa?ol y el soberanismo catal¨¢n, hayan llegado a la conclusi¨®n de que el choque de trenes les beneficia. Hace tiempo que se oyen voces que reclaman a Rajoy que pase a la v¨ªa represiva porque la ¨²nica soluci¨®n del problema catal¨¢n es la rendici¨®n de Puigdemont y los suyos. Y estos d¨ªas, con el juicio contra Artur Mas reportando buenas dosis de vitaminas al soberanismo, la hinchada unionista se sube por las paredes.
Algunos sectores del soberanismo piensan que llegar a la confrontaci¨®n es la ¨²nica manera de que Europa reaccione. Y que es hora de asumir riesgos. Pero el m¨¢s elemental an¨¢lisis de las relaciones de fuerza concluye que el soberanismo carece de capacidad coercitiva para imponerse unilateralmente. Y que el gobierno espa?ol dispone de los instrumentos para entrar en la din¨¢mica represiva pero cualquier exceso en el uso de la fuerza ser¨ªa catastr¨®fico para todos.
Puede que el choque de trenes, en su versi¨®n m¨¢s previsible ¡ªconvocatoria del refer¨¦ndum, prohibici¨®n, intervenci¨®n de los Mossos d'Esquadra y de Educaci¨®n, y cierre de los colegios¡ª no var¨ªe sustancialmente el destino de esta traves¨ªa. Y que lleguemos a final de a?o con unas elecciones auton¨®micas, como est¨¢ previsto, pero con las heridas m¨¢s abiertas, y con la humillaci¨®n y el resentimiento a flor de piel. ?A qui¨¦n beneficiar¨ªa?
Ahora se ven las consecuencias de la estrategia de Rajoy de negarse a afrontar pol¨ªticamente el problema. Ha estado cinco a?os minimiz¨¢ndolo, augurando que el sufl¨¦ bajar¨ªa pronto, y transfiriendo sus responsabilidades a los tribunales. Y ah¨ª est¨¢ el resultado: cada vez el margen para buscar una salida negociada es m¨¢s estrecho. La indolencia de Rajoy, tan jaleado por algunos como ejemplo de prudencia y de temple, es, en el fondo, un reconocimiento m¨¢s o menos consciente de que Catalu?a es territorio ajeno. De otro modo, ?c¨®mo se explica que el presidente del Gobierno y del principal partido de Espa?a no haya dado, en cinco a?os, la batalla pol¨ªtica para construir en Catalu?a un frente alternativo al gobierno soberanista que pudiera disputarle las elecciones auton¨®micas? Simplemente porque no lo siente suyo. Y al territorio apache se manda a los fiscales y a la polic¨ªa.
Hace cinco a?os, las opciones eran muchas, empezando por una forma de refer¨¦ndum con condiciones ventajosas para el Estado que el soberanismo hubiese aceptado. Una petici¨®n de refer¨¦ndum amparada por una gran mayor¨ªa del Parlamento catal¨¢n fue rechazada de plano y con desd¨¦n, sin debate pol¨ªtico alguno, por el Parlamento espa?ol, es decir, por PP y PSOE. Cosas que se podr¨ªan haber negociado entonces, encontrar¨ªan ahora enorme rechazo en el electorado espa?ol porque se leer¨ªan como una entrega al soberanismo.
Los temas que no se afrontan se pudren. Rajoy se siente acosado porque sabe que seg¨²n la v¨ªa que emprenda en Catalunya le puede salir la extrema derecha hasta ahora neutralizada. Si sigue sin dar cuerda a la pol¨ªtica, s¨®lo le queda la v¨ªa represiva. ?C¨¢lculo de beneficios o incapacidad de encontrar otra salida? Cuando se opta por la fuerza se sabe d¨®nde se empieza pero no d¨®nde se termina. Y en pol¨ªtica nada es tan irreversible como la humillaci¨®n.
El soberanismo es hoy por hoy el proyecto pol¨ªtico con mayor apoyo en Catalu?a. Al negarse a reconocerlo, Rajoy ha cerrado la v¨ªa pol¨ªtica. Pero el soberanismo no tiene otra fuerza que el voto y la movilizaci¨®n callejera. Y cuesta imaginar a la sociedad catalana protagonizando durante meses la resistencia en la calle y el bloqueo del normal funcionamiento del pa¨ªs. Su debilidad ante una situaci¨®n de choque es grande: su poder coercitivo es muy limitado, el poder econ¨®mico catal¨¢n no est¨¢ por la labor, la independencia no tiene reconocimiento internacional. Le quedar¨ªa como bandera la condici¨®n de v¨ªctima. La posibilidad de capitalizarla depender¨¢ de hasta d¨®nde llegue el gobierno espa?ol.
De este escenario de relaciones de fuerzas parece deducirse que ambas partes deber¨ªan estar interesadas en buscar un acuerdo. Pero Rajoy cree que no puede ceder. Y el gobierno de Puigdemont dif¨ªcilmente puede ahora eludir el refer¨¦ndum a estas alturas. ?Qu¨¦ esperan unos y otros? ?Llegar hasta el choque, procurando que sea lo m¨¢s leve posible, para ir despu¨¦s a elecciones y seguir atrapados en el impasse pero con m¨¢s rabia y frustraci¨®n? Demasiados aprendices de brujo.
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