Antes de que sea tarde
La obstinaci¨®n no debiera ser una pol¨ªtica. En realidad es la actitud m¨¢s impol¨ªtica que pueda imaginarse
La obstinaci¨®n no debiera ser una pol¨ªtica. En realidad es la actitud m¨¢s impol¨ªtica que pueda imaginarse. Pero es la que han adoptado Artur Mas y Mariano Rajoy, protagonistas de un enfrentamiento que ya va para los cinco a?os de duraci¨®n, sin desenlace previsible ni satisfactorio a la vista para ninguna de las partes.
Artur Mas ha jugado sus ultim¨ªsimas cartas en la escenificaci¨®n de un juicio pol¨ªtico en el que se presenta como v¨ªctima de la penalizaci¨®n del deseo de independencia de una parte de la sociedad catalana de la que se hace int¨¦rprete e instrumento. Sus planes respecto al ejercicio del derecho de autodeterminaci¨®n ¡ªque esta es sin eufemismos la cuesti¨®n de fondo¡ª cuentan con un amplio apoyo, pero ha quedado claro en las tres ocasiones en que las urnas han hablado con prop¨®sitos plebiscitarios desde 2012 ¡ªdos elecciones y un proceso participativo suspendido por el Constitucional¡ª que la base del independentismo es insuficiente para recabar con autoridad los avales legales del titular de la soberan¨ªa que es el Parlamento espa?ol y obtener el reconocimiento imprescindible de la comunidad internacional.
La jugada que queda es la definitiva y la m¨¢s peligrosa, porque de lo que se trata ahora es de someter a prueba a la democracia espa?ola, hasta el punto de demostrar al final del proceso lo que solo ret¨®ricamente cab¨ªa deducir ya desde el principio de los planteamientos m¨¢s radicales: que Catalu?a es una nacionalidad oprimida, un pa¨ªs ocupado, colonizado casi, y sometido a un r¨¦gimen ajeno y extranjero.
Dos son las palancas para conducir a tal conclusi¨®n, que convertir¨ªa el caso catal¨¢n en uno de independencia 'remedial' en el mismo cap¨ªtulo en el que se hallaba nada menos que Kosovo. De una parte, la judicializaci¨®n del proceso por parte del gobierno de Rajoy, que ha llevado a olvidar cualquier v¨ªa pol¨ªtica y a confiar exclusivamente a los tribunales la tarea de obstaculizar los planes de ruptura constitucional establecidos por el soberanismo: el radicalismo soberanista imagina a centenares de cargos pol¨ªticos inhabilitados o incluso en la c¨¢rcel, la autonom¨ªa suspendida y la legitimidad de la democracia espa?ola cuestionada. De la otra, la fuerza parlamentaria decisiva de la CUP, con su correlato de movilizaci¨®n en la calle y su capacidad de suscitar la emulaci¨®n de la izquierda radical: no es extra?o que comentaristas de uno y otro lado hayan evocado el fantasma del Maid¨¢n, una permanente agitaci¨®n callejera de f¨¢cil desbordamiento, que solo desde el territorio CUP se puede organizar y mantener.
A¨²n para alcanzar tal punto de ignici¨®n hace falta una actitud irritada del gobierno central, capaz de precipitarse y autolesionarse en la represi¨®n que se le invita a desencadenar. No hay s¨ªntomas hasta ahora de que esto pueda suceder, m¨¢s bien los hay en sentido contrario. A pesar de todo, entrar en este territorio es tentar al diablo, pero ni siquiera as¨ª, en las actuales circunstancias internacionales, est¨¢ del todo claro que la democracia espa?ola pueda sufrir da?os irreparables que la cuestionen a ojos del mundo y dejen en cambio el campo libre para que un independentismo hasta ahora de base insuficiente ensanche de pronto sus apoyos y su fuerza y consiga la desconexi¨®n.
Si hasta ahora el secesionismo ha calculado mal las fuerzas ¡ªapoyo electoral, simpat¨ªas internacionales, alianzas espa?olas y europeas¡ª, nada indica que sea correcto este c¨¢lculo actual, todav¨ªa m¨¢s arriesgado. Implica echar al fuego toda la le?a de la movilizaci¨®n e incluso del sacrificio personal, algo que hasta ahora no se hab¨ªa producido y que sus seguidores desconocen. Hay que hacerlo en un momento de enorme fatiga procesista, no tan solo entre los creyentes sino sobre todo en una sociedad catalana dividida, cuya mitad no independentista ha empezado a virar de la indiferencia a la irritaci¨®n.
M¨¢s f¨¢cil es pensar que Rajoy practica, junto al inmovilismo, una calculada estrategia de restricci¨®n. Si el secesionismo busca su salida en la liquidaci¨®n de la democracia espa?ola, Rajoy hace id¨¦ntica apuesta en la definitiva laminaci¨®n del autogobierno catal¨¢n tal como lo hemos conocido en los ¨²ltimos 40 a?os, con los m¨¢rgenes extraordinarios que todav¨ªa tiene en educaci¨®n, orden p¨²blico, lengua y medios de comunicaci¨®n, elementos todo ellos convertidos ahora en causa y origen de todos los males independentistas que a ojos de muchos conviene extirpar o cuando menos limitar. Esta estrategia perversa asigna a la tozudez de los independentistas el trabajo sucio de ofrecer la destrucci¨®n de un autogobierno que desprecian en aras de una independencia que no pueden conseguir.
Democracia espa?ola y autogobierno catal¨¢n han ido siempre de la mano. No es seguro que en los nuevos tiempos trumpistas funcionen las viejas ecuaciones hist¨®ricas, pero ser¨ªa bueno que unos y otros, Mas y Rajoy, dejaran de tentar la suerte, y renunciaran a aventuras y experimentos respecto a la resistencia de la democracia espa?ola y a la limitaci¨®n del autogobierno catal¨¢n. Antes de que sea demasiado tarde, antes de que volvamos a las andadas, a la vieja historia que siempre termina mal.
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