Un asentamiento en San Blas lleno de basura crece junto a las viviendas
Los habitantes de las chabolas viven rodeados de chatarra y papeles que venden para sobrevivir
Suelo disponible, reza un enorme cartel en la entrada de un solar de la calle de Miguel de Yuste. Sin embargo, aqu¨ª vive una docena de rumanos, algunos desde abril de 2016. En Madrid, 1.346 personas habitan en alguno de los 135 asentamientos ilegales que contabiliz¨® el Ayuntamiento en marzo del a?o pasado. En este del distrito de San Blas, sus inquilinos sobreviven gracias a la venta de papel y chatarra. La recogen en carros del supermercado durante el d¨ªa. Luego la seleccionan para venderla. El modelo se reproduce en otros lugares de la ciudad. El Consistorio se?ala que, si no lo denuncian los propietarios, no puede actuar.
Los vecinos se quejan de que, por la noche, encienden hogueras en las que queman cables para obtener cobre. Lionil Radulescu, uno de sus habitantes, lo niega en un castellano poco comprensible: ¡°Encendemos fuego para cocinar¡±. Siempre lo hacen al caer la tarde, cuando ha desaparecido la luz solar. Una columna de humo emerge por encima del terreno alambrado y llega hasta los edificios colindantes. Unas chapas impiden ver su interior, pero el desagradable olor toma la barriada.
En este espacio yermo de 1.789 metros cuadrados se erigen diez chabolas. El solar pertenece al Sareb (la Sociedad de Gesti¨®n de Activos procedentes de la Reestructuraci¨®n Bancaria), seg¨²n consta en el Registro de la Propiedad. En la primera mitad del terreno se amontonan sacas de papel, ba?eras, hierros y todo tipo de electrodom¨¦sticos. Los carritos del supermercado cargados con chatarra se apilan en la entrada. ¡°No robamos nada, todo lo encontramos en la basura¡±, afirma Geon¨ª, de 18 a?os.
El corpulento joven fue de los primeros en llegar a este lugar. Lo hizo en abril del a?o pasado junto a sus padres, aunque explica que se ha ausentado en varios periodos para visitar su ciudad natal, Teleorman, a 90 kil¨®metros de Bucarest, la capital de Rumania. Al principio, en el solar demolido en 2007, levantaron seis chabolas. El asentamiento ha ido creciendo paulatinamente y, en algunas fases, los inquilinos han superaron la veintena. Ahora son menos porque con el dinero que ganan visitan las casas que tienen en su pa¨ªs. Cuando regresen, volver¨¢n a vivir en las mismas condiciones de insalubridad, sin electricidad ni agua.
Seleccionar la chatarra
La basura invade los primeros metros del terreno. Varias mujeres con pa?uelos en la cabeza se afanan en su tarea. Seleccionan con cuidado todo lo que recogen en este hogar que han improvisado a apenas siete kil¨®metros de la Puerta del Sol. Papeles y cartones por un lado; chatarra por otro y utensilios variados por el de m¨¢s all¨¢. Es el paso previo a vender la mercanc¨ªa. Pura supervivencia.
Hasta no hace mucho, en esa labor de liquidar su particular g¨¦nero les ayudaba Cosmin, un rumano que lleg¨® a Espa?a hace nueve a?os. Utilizaba su peque?o cami¨®n, un Nissan modelo Ebro de color blanco. Pero Cosmin ha regresado a su pa¨ªs. ¡°Ahora viene otro hombre¡±, relata Lionil. El papel lo llevan a una planta de reciclaje de Vic¨¢lvaro, asegura. Menos concreto es al explicar el lugar d¨®nde terminan el resto de materiales. ¡°A la chatarrer¨ªa de ah¨ª arriba¡±, resopla sin especificar. Por cada carga de cami¨®n reciben entre 50 y 100 euros. ¡°Es poco dinero por trabajar todo el d¨ªa¡±, se queja Lionil mientras toma un smartphone de su bolsillo con sus ennegrecidas manos.
¡°El dinero es para comer y regresar a nuestro pa¨ªs a ayudar a nuestras familias. All¨ª no hay posibilidades¡±, recalca Silvia, una mujer joven de origen rumano que lleg¨® con su marido, Alex, cuando se construy¨® el poblado. Son de etnia gitana y aseguran tener tres hijas. ¡°Est¨¢n con mi madre en Rumania¡±, dice Silvia.
Preocupaci¨®n vecinal
Los vecinos muestran su preocupaci¨®n por los electrodom¨¦sticos que amontonan sobre el solar. Un informe de Greenpeace sobre la basura electr¨®nica asegura: ¡°Los aparatos el¨¦ctricos y electr¨®nicos poseen sustancias org¨¢nicas halogenadas llamadas PVC y BFRs que son altamente t¨®xicas y forman parte de las carcasas pl¨¢sticas, cables, monitores y placas de circuitos impresos¡±. El Consistorio se?ala que no puede actuar en el terreno, que es de propiedad privada, si no lo denuncian antes los propietarios y el juzgado les da la raz¨®n. La Sareb no se ha pronunciado, aunque los inquilinos reconocen haber recibido visitas del banco.
Los residentes tambi¨¦n temen que su salud se vea afectada por las hogueras que encienden para quemar cables y obtener cobre, extremo que este peri¨®dico no ha podido certificar. ¡°Contienen elementos muy t¨®xicos, como el cloro, que, al quemarse, desprenden dioxinas y benzopireno, sustancias que a¨²n en porciones baj¨ªsimas son cancer¨ªgenas¡±, explica Paco Segura, de Ecologistas en Acci¨®n.
En la segunda mitad del solar se levantan las chabolas, construidas con materiales que han encontrado en la basura. Una figura delgada sale de las infraviviendas. Es Mugur, un joven de 19 a?os que lleg¨® hace solo dos semanas. Lleva un brazo vendado por un corte que le curaron en el Hospital Ram¨®n y Cajal. La mano sigue hinchada y, aunque a¨²n le duele, se muestra sonriente. ¡°No es el lugar so?ado, pero vengo a ganarme la vida¡±, traduce su hermano Lionil mientras descarga un nuevo carro lleno de chatarra.
Un pleno para terminar con el chabolismo
El problema del chabolismo en Madrid no es nuevo. Ya exist¨ªa en la etapa en la que el PP gobern¨® la capital (desde 1991 hasta 2015). Los populares, sin embargo, atribuyeron su supuesto auge al gobierno de Manuela Carmena (Ahora Madrid) y pidieron un pleno extraordinario monogr¨¢fico que se celebr¨® el 5 de mayo.
¡°Conocemos los nombres (de los inquilinos), sus enfermedades, sus parentescos, hasta si tienen perro o no¡±, asegur¨® aquel d¨ªa la concejal de Derechos Sociales, Marta Higueras. La edil, sin embargo, subray¨® que no era f¨¢cil conocer los datos reales de las personas que viv¨ªan en asentamientos ilegales, ya que la cifra var¨ªa cada semana.
En marzo de 2011, el Consistorio hizo balance del plan de erradicaci¨®n del chabolismo que lanz¨® Alberto Ruiz-Gallard¨®n (PP) cuando lleg¨® a la alcald¨ªa en 2003. En los ocho a?os de vigencia de ese programa, se desmantelaron 1.970 infraviviendas, se realojaron a 4.029 personas y desaparecieron 11 poblados. Pero esas acciones no acabaron con el problema. Queda pendiente a¨²n la soluci¨®n para la Ca?ada Real Galiana, donde habitan 7.283 personas. Las Administraciones ya han anunciado un pacto para mejorar sus condiciones de vida.
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