?Salir de Europa o de esta Europa?
No se avanzar¨¢ si no se altera la correlaci¨®n de fuerzas. Habr¨¢ que esperar a que se refuercen las l¨®gicas de cambio desde abajo y hallen eco en las instituciones europeas
Hace sesenta a?os que construimos Europa. Y seguimos pregunt¨¢ndonos d¨®nde estamos. Y no son pocos los que se preguntan si no ser¨ªa mejor salir de lo que muchos consideran una trampa de explotaci¨®n y desigualdad, m¨¢s que de protecci¨®n y solidaridad. Pero, entonces, la pregunta es si lo que quieren es salir de esta Europa que conocemos, o de Europa en general. La pregunta es pertinente en la medida que exista la posibilidad de construir otra Europa. Una Europa en la que se priorice la protecci¨®n por encima de la competencia. Una Europa en la que se mutualicendeudas y se compartan transferencias sociales. Una Europa com¨²n pero diversa en la que no haya espacio para expresiones como la usada por Dijsselbloem. ?Es ello posible o es simplemente un subterfugio para alargar la agon¨ªa?
En 1956, el entonces ministro socialista Guy Mollet propuso la armonizaci¨®n previa de las legislaciones sociales y fiscales como condici¨®n anterior a la integraci¨®n en los mercados. Un informe, elaborado por un grupo de economistas, dirigido por Bertil Ohlin, defendi¨® la tesis contraria: la igualaci¨®n de las pol¨ªticas sociales no era necesaria, ya que el mercado ¨²nico provocar¨ªa tal aumento de la productividad que revertir¨ªa autom¨¢ticamente en una elevaci¨®n progresiva e igualitaria del nivel de vida. Una aplicaci¨®n cl¨¢sica del principio del derrame o del goteo del sistema capitalista que tantos problemas ha acabado generando. As¨ª lo recogi¨® el Comit¨¦ Spaak y se fund¨® la CEE en 1957. Tenemos ahora mercado ¨²nico, moneda com¨²n, pero una creciente desigualdad a espuertas, y cada vez hay m¨¢s empresas que eluden o evitan el pagar sus impuestos aprovechando los resquicios legales y la tendencia a ejercer de free riding de cada estado en concreto. En estos ¨²ltimos a?os, la capacidad de protecci¨®n por parte de la Uni¨®n Europea ha perdido mucho fuelle, mientras no ha dejado de profundizarse en la l¨®gica estrictamente mercantil y economicista.
Dec¨ªa hace poco Theresa May, primera ministra brit¨¢nica, que ¡°si usted cree que es un ciudadano del mundo, usted es un ciudadano de ning¨²n lugar¡±. Como comentaba Dani Rodrik, los ciudadanos son representados a escala local y nacional, pero no tienen presencia efectiva en espacios transnacionales (si excluimos el Parlamento Europeo y su limitado papel institucional). No existe un espacio de ciudadan¨ªa global en el que se definan din¨¢micas representativas y de rendici¨®n de cuentas. Esas din¨¢micas son nacionales y, por consiguiente, ante la sensaci¨®n de desprotecci¨®n creciente de muchos sectores sociales frente al cambio tecnol¨®gico y la globalizaci¨®n financiera, las personas buscan en la esfera nacional el sentido de pertenencia y de refugio. Y ello empuja a percibir como contradictorios los intereses de los de casa en relaci¨®n con los de fuera. Y siguiendo esa v¨ªa, Europa como proyecto pol¨ªtico com¨²n tiene los d¨ªas contados.
Lo que queda claro es que los cambios en los problemas que afectan a las personas son enormes y justifican el calificativo de cambio de ¨¦poca. Las pol¨ªticas p¨²blicas, queda claro tambi¨¦n, que no pueden responder como antes a la nueva realidad. ?C¨®mo cambiar la pol¨ªtica y las pol¨ªticas para poder enfrentarnos mejor a los nuevos retos? ?C¨®mo hacerlo en Europa sin avanzar en la profundizaci¨®n de la Uni¨®n y la progresiva sincroni-zaci¨®n de sus pol¨ªticas? La respuesta a estas preguntas no parece que puedan surgir de unas instituciones europeas enormemente bloqueadas. Acaba de publicarse el llamado Libro Blanco sobre el futuro de la UE (1 de marzo 2017). La gran mayor¨ªa de los escenarios que apunta la Comisi¨®n son alicortos y muy conservadores, probablemente conscientes de la gran dificultad que tendr¨ªa hoy cualquier plan ambicioso de mayor armonizaci¨®n fiscal, social y financiera, con un reforzamiento paralelo de la legitimidad pol¨ªtica.
No creo que avancemos mucho m¨¢s de donde estamos si no se altera la correlaci¨®n de fuerzas pol¨ªticas en las instituciones. El peso de los partidos tradicionales conservadores y liberales sigue siendo hegem¨®nico, mientras aumentan las tensiones en el n¨²cleo socialdem¨®crata. Probablemente deberemos esperar a que se refuercen las l¨®gicas emergentes de cambio desde abajo, de redes de ciudades con proyectos compartidos y que ello encuentre eco en las instituciones europeas, avanzando en pol¨ªticas que recuperen capacidad de protecci¨®n desde un mayor protagonismo ciudadano, reforzando las l¨®gicas emancipatorias y solidarias.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB
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