Ferrari Land hace poner el grito en el cielo
El Red Force puede dejar sin aliento al visitante m¨¢s osado de los parques de atracciones
Marc Gen¨¦, piloto de pruebas del equipo Ferrari de Formula 1, encadena entrevistas repitiendo que la aceleraci¨®n del Red Force, la atracci¨®n estrella del Ferrari Land de Port Aventura, ofrece unas sensaciones "muy similares" a lo que se percibe cuando se aprieta a fondo el acelerador de un b¨®lido de carreras. Ya ser¨¢ menos. Lo del b¨®lido, decimos. Porque de ser ciertas las manifestaciones de Gen¨¦, en un circuito no habr¨ªa mec¨¢nico, director de carrera, ni aficionado capaz de soportar tanto griter¨ªo de los pilotos.
El Red Force, la monta?a rusa m¨¢s alta y r¨¢pida de Europa es una m¨¢quina de resistencia para las cuerdas vocales. Jam¨¢s 30 segundos parecieron tan largos. Un aut¨¦ntico reto para el coraz¨®n. "Yo sufro de v¨¦rtigo y me he montado", reconoce Fernando Aldecoa, director general de Port Aventura. No le falta raz¨®n. El v¨¦rtigo es una nimiedad cuando la principal amenaza es que se te escape el h¨ªgado por la boca.
En Ferrari Land hay una exposici¨®n de coches, unos cuantos simuladores, una tienda repleta de art¨ªculos con el logo de Ferrari y Port Aventura, junto a los cuales aparece, siempre, la palabra Barcelona, pero aqu¨ª la estrella es la colosal monta?a rusa. Los nervios, la ansiedad y el desasosiego dejan paso al terror cuando llega la hora de subirse a la vagoneta, con capacidad para 12 pasajeros, que promete un viaje explosivo sobre ra¨ªles. Igual que en una carrera, ah¨ª s¨ª tiene raz¨®n Gen¨¦ con la comparaci¨®n, hay un sem¨¢foro que avisa del momento de la salida. Justo antes de que el disco se ponga en verde se desata la guasa nerviosa y los chascarrillos. Que si los arneses de sujeci¨®n parecen flojos, que a ver si va a producirse un apag¨®n repentino, que cuidado con la dentadura postiza. "Total, ?qu¨¦ te puede pasar? ?Salir disparado?" dec¨ªa el mensaje de una periodista, supuestamente amiga, cuando era requerida para ofrecer consuelo al temeroso viajero. De eso hace ya rato, porque antes de subirse al Red Force, mejor despojarse de m¨®viles, c¨¢maras, gafas y llaves. La fuerza de la gravedad no atiende a razones.
El d¨ªa de la inauguraci¨®n del parque Ferrari se han contado m¨¢s de 200 medios de comunicaci¨®n acreditados al acto y decenas de personajes invitados. Famosetes, cargos pol¨ªticos, ejecutivos, artistas, youtubers, influencers de las redes sociales y gente variopinta del mundo de la far¨¢ndula. Las mesas de la pizzeria que hay en el centro del parque estaban llenas a rebosar a la hora de la comida. Menos aprietos hab¨ªa, en cambio, en la cola del Red Force. Justo antes de salir lanzados al vac¨ªo, una de las invitadas, descendiente de una saga donde abundan los virtuosos de la canci¨®n, y nieta de una Faraona, nada menos, gritaba "lleg¨® la hora de ser valientes".
Fue el ¨²ltimo mensaje inteligible que lleg¨® a los o¨ªdos de los pasajeros que montaban en este l¨¢tigo carmes¨ª. Alaridos, s¨²plicas, chillidos e insultos inundaron el aire a medida que el cochecito volaba hacia una cuesta empinada y tiesa como una vela. Una aceleraci¨®n de 0 a 180 km/h en solo cinco segundos. En lo alto, la atracci¨®n concede una pausa. Breve, brev¨ªsimo respiro para abrir los ojos y comprobar que a 112 metros de altura, lo mismo que el hotel Porta Fira de l'Hospitalet de Llobregat o que las Torres Col¨®n en Madrid, lo que menos apetece cuando se viaja en vagoneta es ponerse a contemplar el paisaje. Ojo con lo que se desea porque regresar de las alturas es tan temible como el remonte. Una ca¨ªda a plomo, brutal, para secar la garganta hasta al m¨¢s chulapo. Durante este viaje, se oy¨® chillar hasta a uno nacido y crecido en Eibar. Y aficionado del Athletic, ah¨ª es nada. Roberto se llama.
En el universo Ferrari el rojo abunda por todas partes. O por casi todas. "Te has quedado p¨¢lido como el papel", exclama una voz en el and¨¦n donde se recuperan los viajeros del Red Force.
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