La legalizaci¨®n como derrota
Los comunistas contribuyeron decisivamente a debilitar el franquismo y, tras la muerte del dictador, maniobraron con inteligencia
Hace poco m¨¢s de un par de semanas que se conmemoraron los 40 a?os de la legalizaci¨®n del Partido Comunista de Espa?a (PCE). Tal legalizaci¨®n fue una pieza clave para dar credibilidad a la transici¨®n pol¨ªtica, para convencer a los espa?oles y al mundo que el proceso hacia la democracia iba en serio. A su vez, quiz¨¢s fue el momento de la transici¨®n m¨¢s comprometido, el que m¨¢s rechazo desat¨® entre los miembros del viejo r¨¦gimen m¨¢s resistentes al cambio. Visto desde hoy, este rechazo no parece muy inteligente: el aparentemente poderoso PCE fue derrotado en las urnas un par de meses despu¨¦s, en las primeras elecciones democr¨¢ticas del 15 de junio de 1977.
En estas elecciones se jugaban simult¨¢neamente, como m¨ªnimo, tres partidas. Primera, qui¨¦n ser¨ªa el triunfador absoluto, capaz de formar gobierno. Segunda, qu¨¦ partido escoger¨ªan los espa?oles como representante de la derecha, ?ser¨ªa la UCD de Su¨¢rez o la AP de Fraga? Tercera, ?qui¨¦n ser¨ªa el representante de la izquierda, el PSOE de Felipe o el PCE de Carrillo? El triunfador absoluto fue UCD (165 diputados), que tambi¨¦n result¨® ser el partido hegem¨®nico de la derecha; el ganador en la izquierda fue el PSOE (118 diputados) . Los perdedores fueron AP y el PCE (16 y 20 diputados, respectivamente). Todas ellas diferencias contundentes y significativas.
A la vista est¨¢ que los ciudadanos optaron por el bipartidismo y la moderaci¨®n: dos partidos hegem¨®nicos, una en la derecha y otro en la izquierda, ambos en confluencia hacia el centro. Se excluyeron los extremos o, en todo caso, aquello que una mayor¨ªa de electores consideraban como extremos. Porque el PCE hab¨ªa demostrado sobradamente que no era un partido extremista ni estaba situado mucho m¨¢s a la izquierda que el PSOE, aunque estaba preso de un estigma, una maldici¨®n que le persegu¨ªa y no pod¨ªa eludir aunque fuera injusta: ser un partido comunista semejante al de la URSS. Y aunque tampoco esto era cierto, una gran mayor¨ªa de espa?oles as¨ª lo consideraron y, a¨²n sinti¨¦ndose de izquierda, votaron al PSOE. La diferencia entre socialistas y comunistas fue enorme y esta diferencia marc¨® el futuro del PCE: levantar el vuelo ya le result¨® imposible.
Desde 1956, cuando adopt¨® la "pol¨ªtica de reconciliaci¨®n nacional", los comunistas contribuyeron decisivamente a debilitar el franquismo y, tras la muerte del dictador, maniobraron con inteligencia para lograr un entendimiento entre las fuerzas democr¨¢ticas. Pero de nada le sirvieron estos antecedentes: perdi¨®, y lo grave es que perdi¨® ante el PSOE. A partir de entonces la izquierda en Espa?a fue liderada por el partido que dirig¨ªa Felipe Gonz¨¢lez. Tras las elecciones de 1982, el papel pol¨ªtico del PCE pas¨® a ser irrisorio.
En definitiva, los d¨ªas de gloria y esperanza del PCE legalizado duraron poco, desde el 9 de abril hasta el 15 de junio de 1977, poco m¨¢s de dos meses. Desde los a?os sesenta, por lo menos, algunos apostamos por un socialismo a la italiana, es decir, por una democracia parlamentaria en la que el gran partido de la izquierda fuera de tradici¨®n comunista, como en Italia el PCI, y no socialdem¨®crata, como en Alemania, Francia o Gran Breta?a. Un partido que impusiera su hegemon¨ªa, antes cultural que pol¨ªtica, a trav¨¦s de las instituciones democr¨¢ticas, cuyo gran referente no fuera Lenin pero tampoco Willy Brandt sino Gramsci (aunque no en la tergiversada interpretaci¨®n de Laclau, Mouffe y Errej¨®n).
Pero tras la legalizaci¨®n, no pudo ser. Adem¨¢s del miedo a la idea del comunismo ruso y al recuerdo de la guerra civil, el grueso de la direcci¨®n del PCE hab¨ªa pasado los a?os de dictadura en el extranjero, desconoc¨ªa, por tanto, la realidad social espa?ola y, en su mayor¨ªa, eran unos ineptos pol¨ªticos, unos funcionarios de partido, fieles a Carrillo pero con escasos conocimientos. No, aquello no era el PCI, ni Carrillo era Togliatti. El PCE llev¨® a cabo una oposici¨®n muy inteligente y eficaz durante la dictadura pero su m¨ªtica fuerza se desvaneci¨® al abandonar la clandestinidad, al mostrarse tal como era.
La legalizaci¨®n fue una victoria de la democracia pero el comienzo de la derrota. Si no hubiera sido legalizado, el mito comunista seguir¨ªa indemne, la democracia espa?ola ser¨ªa imperfecta y el PSOE un partido que se apropi¨® de votos comunistas que no pod¨ªan expresarse. En el fondo, la legalizaci¨®n legitim¨® al PSOE, que en 1982 gan¨® limpiamente y por goleada.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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