Los enemigos ¨ªntimos de la socialdemocracia
Dif¨ªcil es su futuro si ni sus dirigentes creen en ella. Su querencia derechista de los ¨²ltimos a?os ha roto los equilibrios
"El partido socialista est¨¢ muerto, hay que superarlo, seamos claros¡±, la frase es de Manuel Valls, que est¨¢ en plenas oposiciones para ocupar un lugar destacado en la historia de la indignidad pol¨ªtica. El primer ministro de Hollande, principal responsable junto con el presidente del hundimiento de las expectativas del partido socialista, al d¨ªa siguiente de la victoria de Macron, se autoproclamaba candidato a las elecciones legislativas por En Marche, en una demostraci¨®n de que va m¨¢s sobrado de vanidad que de orgullo. El partido de Macron no ha mostrado ning¨²n entusiasmo por contar con ¨¦l. Tampoco el Partido Socialista se ha sentido muy afectado por tan sensible p¨¦rdida. ?Por qu¨¦ Valls est¨¢ dando este lamentable espect¨¢culo? Hay que tener los mecanismos de percepci¨®n muy obturados para no darse cuenta de que es un genuino representante de la clase pol¨ªtica que los franceses han cuestionado con su voto.
Valls pretende imponer un relato: el p¨¦simo resultado de su partido ha sido debido a que su candidato, Beno?t Hamon, ha apuntado demasiado a la izquierda. La misma lecci¨®n que sac¨® Susana D¨ªaz: ¡°Cuando se toman posiciones radicales la gente nos castiga¡±. Lo que no cuentan es que Hamon, que gan¨® las primarias a Valls, sufri¨® la deslealtad del exprimer ministro que inici¨® de inmediato su flirteo con Macron, nunca tuvo el apoyo de los poderes de la casa, carg¨® s¨®lo con un partido descompuesto y desprestigiado y vio como sus posibilidades se esfumaban r¨¢pidamente ante la desmovilizaci¨®n de los suyos, porque M¨¦lenchon se impon¨ªa como voto ¨²til de la izquierda. ?Por qu¨¦ el PS lleg¨® desfondado a las elecciones? Porque Hollande y Valls le sacaron de su sitio, dej¨¢ndose contagiar por la agenda de la extrema derecha en materia de seguridad e inmigraci¨®n, asumiendo una posici¨®n subalterna con Alemania, recuperando los t¨®picos del discurso neoliberal y siendo incapaces de defender algunas de sus aportaciones positivas en gasto social y educaci¨®n. Y, sobre todo, transmitiendo un insoportable desd¨¦n por el electorado de izquierdas, tarea en la que Valls es maestro insuperable.
Fran?ois Hollande derrot¨® a Nicolas Sarkozy, con la justicia como bandera de su campa?a y se olvid¨® de ello al d¨ªa siguiente de tomar posesi¨®n. Este es el origen del fracaso del PS. ?Por qu¨¦ hay tanta prisa en liquidar a la socialdemocracia? ?Por qu¨¦ sus dirigentes son los primeros en apuntarse a esta siniestra causa? Lo hemos visto con Valls y Hollande, valedores indisimulados de Macron, y lo estamos viendo en la campa?a de primarias del PSOE, cuando desde sectores pr¨®ximos a Susana D¨ªaz se insin¨²a que una victoria de Pedro S¨¢nchez ser¨ªa el fin del partido. Cuidado con los juicios preformativos. Y cuidado con los espejismos: la victoria de Macron no es el triunfo del liberalismo como algunos pretenden, es el triunfo del mejor situado para batir a Le Pen. El estado ideol¨®gico de la naci¨®n francesa lo sabremos en junio.
Dif¨ªcil es el futuro de la socialdemocracia si ni sus dirigentes creen en ella. Su querencia derechista de los ¨²ltimos a?os ha roto los equilibrios: se ha cargado el bipartidismo y ha llevado la divisi¨®n al interior de los partidos. Hasta tal punto aceptaron la restricci¨®n del campo de juego, que el elector de izquierdas ha perdido la confianza. Prisioneros de sus glorias pasadas, los dirigentes socialistas viven en la melancol¨ªa del reparto de poder con la derecha y se entregan a la inacci¨®n. Y siguen pensando que s¨®lo el mantenimiento de la ortodoxia liberal puede garantizar el regreso a los tiempos felices, cuando una sociedad fracturada entre integrados y precarios, o ¡°poderosos, consumidores y excluidos¡±, para decirlo al modo de Marc Aug¨¦, s¨®lo puede conducir al autoritarismo o a la radicalizaci¨®n identitaria. O los partidos socialistas son capaces de encontrar una idea renovada de progreso que permita la convivencia entre liberales y socialdem¨®cratas (que es la marca que les prestigi¨®) o, ciertamente, cada cual se fugar¨¢ por su lado. Unos, al modo de Valls, saltando al bando ganador; otros, buscando aliados para reconstruir el espacio de la izquierda. Parece que en las alturas hay prisa para ver el cad¨¢ver socialista en la mesa de disecci¨®n. No fuera que el moribundo se reanimara y se sintiera capaz de trenzar alianzas para volver a ser una alternativa real a la derecha. En Francia, como aqu¨ª.
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