Derecha e izquierda
La construcci¨®n de un movimiento como lugar de los buenos apunta a un ¡°nosotros¡± inquietante. Y es peligroso que la voz de los ¡°otros¡± sea monopolizada desde un extremo
Con la elecci¨®n de Emmanuel Macron, vuelve a estar de moda el t¨®pico conservador de la superaci¨®n de la divisi¨®n derecha-izquierda. Del ¡°ni de derechas, ni de izquierdas¡±, poco elegante en tanto que eslogan propio del discurso fascista, hemos pasado al ¡°de derechas y de izquierdas¡± que Macron ha utilizado como bandera. Es decir, la promesa de lo mejor de cada casa, para superar por elevaci¨®n la crisis del bipartidismo. Un partido-movimiento de amplio espectro, sobre los escombros de los grandes partidos, frente a dos grupos de contestaci¨®n aislados, uno a cada lado de la escena, sin posibilidades de construir alianzas que les lleven al poder. Previamente ha habido un trabajo sistem¨¢tico de etiquetaci¨®n: antiguos, reformistas y populistas. Es decir, a los partidos tradicionales se les sustrae la identidad, difuminados bajo el manto sonrosado de esta s¨ªntesis que ya no se llama centro sino En marcha. Movimiento, como corresponde a unos tiempos acelerados en que, en palabras de Hartmut Rosa, ¡°el espacio en que el horizonte de la experiencia y el horizonte de la expectativa coinciden¡± cada vez ¡°es m¨¢s corto¡±. Y la pregunta por el futuro parece una impertinencia.
En los a?os 80 del siglo pasado, Fran?ois Mitterrand dec¨ªa que el centro no existe, que las elecciones se ganan a la derecha o a la izquierda. Y que si haces el pleno de los tuyos, el voto de centro se da por a?adidura. El 18 de abril de 2007, cuatro d¨ªas antes de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, Nicolas Sarkozy dijo en Le Figaro: ¡°El verdadero tema de estas presidenciales son los valores¡±. Y a?ad¨ªa: ¡°He hecho m¨ªo el an¨¢lisis de Gramsci: el poder se gana por las ideas. Es la primera vez que un hombre de la derecha asume esta batalla¡±.
Mitterrand se jubil¨® en palacio. Sarkozy acabo convertido en un personaje esperp¨¦ntico. Mucho antes de que ¨¦l se lo planteara el neoconservadurismo ya hab¨ªa ganado la batalla. Pero ambos ten¨ªan asumido que la democracia representativa se disputa en el eje derecha/izquierda. Y que el ¨¦xito pol¨ªtico se funda en la hegemon¨ªa ideol¨®gica y cultural. Los excesos del nihilismo neoliberal han hecho que la trabajada construcci¨®n de una democracia domesticada, presidida por el miedo y asentada en la cultura de la indiferencia, se resquebrajara y recibiera algunas sacudidas amenazantes. Y se encendieron las alarmas.
De la nada, ha salido en Francia un plan B, mucho m¨¢s aseado que el del precursor Berlusconi o el de Trump. Macron, al formar gobierno, ha ense?ado las cartas: el eje est¨¢ claramente desplazado a la derecha con los ministerios econ¨®micos en manos de personalidades significativas de Los republicanos. La tan jaleada sociedad civil tiene un papel estrictamente decorativo. Hay una raz¨®n t¨¢ctica: para obtener una mayor¨ªa parlamentaria suficiente, Macron necesita atraer mucho voto de la derecha. Con el PS desmantelado, lo que pueda arrancar de la cantera socialista ya se contabiliz¨® en la primera vuelta. La diferencia la marcar¨¢n los electores pr¨®ximos a Jupp¨¦. Pero hay tambi¨¦n una raz¨®n estrat¨¦gica: Macron deja claro que su modelo econ¨®mico est¨¢ a la derecha, prolongando sin rubor la deriva del gobierno de Valls del que form¨® parte.
En su victoria y en su toma de posesi¨®n, el nuevo presidente nos regal¨® un ejercicio insuperable de lento caminar. No es f¨¢cil aguantar un plano de televisi¨®n de tres minutos andando parsimoniosamente por los pasadizos del Louvre o recrearse, como si de parar el tiempo se tratara. en su entrada al palacio de l¡¯Elys¨¦e.
Sabemos que es un hombre con autocontrol, pero joven y activo, que sube los escalones de su nueva residencia de tres en tres despu¨¦s de despedir a Hollande. Pero su apuesta es clara: neutralizar a los viejos partidos y gobernar desde una dial¨¦ctica entre su movimiento y los extremos. Macron promete moralizar el sistema. ¡°Vasto programa¡±, como dijo el General de Gaulle a un ciudadano que llevaba una pancarta en que se le¨ªa: ¡°? bas les cons¡±. Bastar¨ªa con que reformara las pol¨ªticas que alimentan los ¨¦xitos de la extrema derecha. La construcci¨®n de un partido movimiento, como lugar de los buenos, cosmopolitas y modernos, apunta a un ¡°nosotros¡± inquietante. Y es peligroso que la voz de los ¡°otros¡± pueda ser monopolizada desde un extremo. No olvidemos la advertencia de James G Ballard: ¡°El consumismo despierta un apetito que s¨®lo el fascismo puede satisfacer¡±.
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