El mundo por un agujero
A lo largo de la primera mitad del siglo XIX fueron frecuentes los espect¨¢culos ¨®pticos de dioramas, georamas, cosmoneorama y kaiserpanorama,

Antes de la aparici¨®n del cine, recorr¨ªan Europa unos carromatos, con un espect¨¢culo muy popular durante el siglo XVIII, que en nuestro pa¨ªs fue conocido como Tutilimundi o Mundinovi. Se trataba de un teatrillo mec¨¢nico que, mediante una lente de aumento, permit¨ªa ver grandes panor¨¢micas de ciudades o famosos episodios hist¨®ricos. En una ¨¦poca en la que la gente viajaba poco, esta era una gran oportunidad para conocer otras latitudes. Heredero de aquellos ingenios de feria, apareci¨® el Panorama, el primero de una familia de instrumentos ¨®pticos, que permit¨ªan una vista pan¨®ptica de una tela pintada. En B¨¦lgica, el f¨ªsico Etienne-Gaspard Robert, m¨¢s conocido como Robertson, invent¨® el Fantascopio, con el que representaba Fantasmagor¨ªas. Uno de sus imitadores, Martin Aubee, trajo aquella funci¨®n de esqueletos evanescentes y cortinas de humo a Barcelona. Lo sabemos por el libro Memorias de un menestral de Barcelona, de Josep Coroleu, donde narra que, en 1802, ofrec¨ªa fantasmagor¨ªas en un local de la calle de Guardia, esquina a la de Trenta-Claus (hoy Arc del Teatre). Un a?o m¨¢s tarde, El Diario de Barcelona recog¨ªa el regreso de este artista, esta vez instalado en un almac¨¦n del callej¨®n sin salida del Bisbe Ca?ador, frente a la iglesia de Sants Just i Pastor. Esa Navidad, se anunci¨® una fantasmagor¨ªa a cargo del f¨ªsico franc¨¦s Francisco Bienvenu, en el Teatre de la Santa Creu de la Rambla. La prensa a?ad¨ªa, que no era la primera vez que visitaba la capital catalana, donde ya hab¨ªa actuado en 1797.
A lo largo de la primera mitad del siglo XIX, fueron frecuentes este tipo de representaciones, que a veces recib¨ªan el nombre de Teatro Pintoresco. En 1822, el franc¨¦s Louis Daguerre invent¨® el Diorama, consistente en una maqueta con figuras de personas, animales o edificios, tras la cual hay una tela de seda pintada que, a trav¨¦s de un visor, produc¨ªa una sensaci¨®n de realidad. El mismo Daguerre invent¨® el Microscopio Solar, que seg¨²n informaba el diario El Constitucional, pudo verse en 1840 en un piso de la Rambla de Santa M¨®nica. Los sistemas se multiplicaron, apareciendo el Georama, el Cosmoneorama, el Kaiserpanorama, el Panstereorama, el Diaphanorama, el Uranorama, el Ciclorama o el Nietorama. Uno de ellos, el Neorama, lleg¨® a Barcelona el febrero de 1834. Lo publicitaba El Diario de Barcelona: ¡°Sigue ense?¨¢ndose el Neorama de las Cuatro Naciones del Mundo, en la calle San Pablo n¨²mero 78¡±. Cinco a?os m¨¢s tarde, El Guardia Nacional hablaba del Neorama o Viaje de Ilusi¨®n, que hab¨ªa en el n¨²mero 3 de la calle de Sant Pau.
A lo largo de la d¨¦cada de 1840, en Barcelona a¨²n se dieron sesiones de fantasmagor¨ªa, como el que anunciaba El Diario de Barcelona en 1841, en la Rambla. Aunque un nuevo espect¨¢culo conocido como Cosmorama estaba eclipsando a todos los dem¨¢s. Se trataba tambi¨¦n de un artificio ¨®ptico, pero a mayor dimensi¨®n que los anteriores, que dio nombre a un tipo de local espec¨ªfico. Por ejemplo, El Constitucional de enero de 1841, se?alaba la llegada a la ciudad de la compa?¨ªa del se?or Teysseire, que exhib¨ªa a unos ni?os obesos en el Cosmorama de la Rambla, n¨²mero 23. A este local se sum¨®, en 1843, el Nuevo Cosmorama Hist¨®rico, situado en la calle de la Ciudad n¨²mero 8, donde se representaban templos, edificios y monumentos notables de todos los pa¨ªses, acompa?ados de textos explicativos de Chateaubriand, Lamartine y otros.
En 1851, el diario El ?ncora daba cuenta del Viaje de ilusi¨®n y gran Cosmorama, de la calle Nou de la Rambla. Dos a?os despu¨¦s, el mismo rotativo informaba del Gabinete ?ptico del se?or Dalmau, donde se representaba el Diorama Poli¨®ptico, con vistas de ¡°Barcelona celebrando el natalicio de la princesa de Asturias, la plaza del Capitolio en Roma y la tan celebrada iluminaci¨®n del Vaticano¡±, en el dep¨®sito de anteojos de la Rambla, frente al Liceo. Y en 1867, El Lloyd Espa?ol publicaba la propaganda del Cristalofisiorama, establecido en los jardines del Caf¨¦ del Recreo, en la calle de Escudellers, con vistas de la capital francesa. Como ¡°hacer un viaje a Par¨ªs, por el m¨®dico precio de dos reales de vell¨®n¡±.
La ¨¦poca dorada de los espect¨¢culos ¨®pticos fue la Belle ?poque. Durante la Exposici¨®n Universal de 1888, se mostr¨® el Panorama de la batalla de Plewna en la Gran V¨ªa, frente al monumento a G¨¹ell, descrito en un art¨ªculo de L¡¯Esquella de la Torratxa. Tambi¨¦n funcionaba el Panorama Art¨ªstico Fant¨¢stico de la calle Fontanella. En la plaza Catalunya, abr¨ªa el Gran Panorama de la batalla de Waterloo. Y en el recinto de la propia Exposici¨®n, estaba el Panorama Dinor¨¢mico de la monta?a de Montserrat. Entre los siglos XIX y XX hubo exhibiciones famosas, como la del cuadro Boria avall, de Francesc Galofr¨¦ Oller, que se mostr¨® como un diorama en el C¨ªrculo Art¨ªstico. En aquellos a?os exist¨ªa el Diorama Bethlem de la calle Junqueras, el Diorama Parisien de la calle Ferran, o el Diorama Imperial del Passatge del Cr¨¨dit. El m¨¢s popular fue tambi¨¦n el ¨²ltimo de los grandes, el Diorama Animado de la plaza Bonsucc¨¦s, que en 1902 mostraba la guerra de los Boers, un naufragio o una corrida de toros en Las Arenas. Al poco tiempo de abrir, cambi¨® el nombre por Gran Cinemat¨®grafo del Diorama, y se convirti¨® en un cine. Todav¨ªa, en la Exposici¨®n Internacional de 1929 se mostr¨® un diorama, con una vista panor¨¢mica de Barcelona a principios del siglo XIX. Pero la ¨¦poca de los trucos ¨®pticos hab¨ªa pasado, el p¨²blico prefer¨ªa ver el mundo en la gran pantalla, en vez de observarlo por un agujero.
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