Felipe II nunca se sent¨® en el altar de los vetones
La arque¨®loga y epigrafista Alicia Canto halla una figura antropom¨®rfica que confirma que la silla real del Escorial es un santuario prerromano
La conocida como silla de Felipe II, lugar desde el cual la tradici¨®n recuerda que el monarca segu¨ªa la construcci¨®n del monasterio del Escorial, no es sino un altar vet¨®n modificado en los ¨²ltimos siglos, seg¨²n los estudios de la historiadora y epigrafista Alicia Canto. La catedr¨¢tica y miembro de la Real Academia de la Historia, que ya avanz¨® esta teor¨ªa en 1999, la ha ratificado con nuevas y espectaculares pruebas: entre ellas el descubrimiento de una figura antropomorfa junto al monumento, as¨ª como diversos altares, m¨¢s peque?os, pr¨®ximos a la silla imperial.
Seg¨²n avanza esta miembro del Instituto Arqueol¨®gico de Berl¨ªn, ¡°algo no cuadraba en la historia de la silla¡±. ¡°Nunca me han gustado demasiado los axiomas, as¨ª que decid¨ª investigar tras visitarla una tarde con mis hijas¡±, indica. De esta manera, la especialista descubri¨® que no exist¨ªan referencias a la p¨¦trea poltrona real en ning¨²n escrito de los siglos XVI y XVII y, adem¨¢s, el lugar ¡ªsituado a varios kil¨®metros de distancia del monasterio¡ª no parec¨ªa el m¨¢s adecuado para seguir las obras.
Sus pesquisas la llevaron as¨ª hasta 1925, momento en el cual comenz¨® a circular por Espa?a un billete de 100 pesetas que reproduc¨ªa un cuadro de 1889, de Luis ?lvarez Catal¨¢, donde se representaba al rey en lugar. Nac¨ªa as¨ª la leyenda.
Canto puso entonces sobre la mesa diversos elementos del entorno escurialense que la llevaron directamente al periodo de vetones, pueblo c¨¦ltico que ocup¨® el oeste de Espa?a y Portugal hasta la llegada de los romanos. El paisaje de la Herrer¨ªa, donde se alza el solio gran¨ªtico del monarca, es una zona de robledales (¨¢rbol sagrado c¨¦ltico), con abundante agua (indispensable en esta cultura), ¨¢rea de setas alucin¨®genas (usadas para artes adivinatorias), poblado de alima?as y ¨¢guilas (el abanto, nombre de uno de los montes pr¨®ximos, es una rapaz) y con una fuerte atracci¨®n a los rayos (el s¨ªmbolo de los dioses) a causa de la ferrita de sus tierras (la finca se llama, de hecho, La Herrer¨ªa). Todos estos elementos llevaron a la epigrafista a pensar que ese enorme t¨²mulo de piedra que estaba considerado la silla de Felipe II era algo muy distinto. Quiz¨¢s, un altar de sacrificios de los vetones dedicado a un guerrero dios c¨¦ltico, parecido al Marte de los romanos.
El conjunto, que fue retocado durante la Segunda Rep¨²blica y en los a?os sesenta del siglo pasado para dotarlo de escaleras y pasamanos, tiene forma abarquillada, lo que hace referencia a la barca solar de los pueblos c¨¦lticos. Adem¨¢s, la profesora hall¨® en 2015 una figura antropomorfa (un rostro de larga cabellera movida por el viento) que lo une con las sibilas, personaje de la mitolog¨ªa grecorromana que eran capaces de adivinar el futuro.
El conjunto gran¨ªtico se completa con otros dos altares, a menos de un kil¨®metro colina abajo. Todo ello permite decir a la arque¨®loga que ¡°estamos ante todo un santuario vet¨®n¡±. ¡°Cualquier ge¨®logo podr¨ªa argumentar que la sibila, o el augur, o como queramos llamarlo, es solo una forma caprichosa del granito. Pero debemos verlo con los ojos de los antiguos. Son se?ales que les ven¨ªan de la mano de los dioses¡±, incide.
La experta recuerda que cuando estos pueblos observaban determinados sucesos coincidentes no los relacionaban con el azar. ¡°Muchas se?ales en un mismo lugar convert¨ªan el entorno en sagrado. Analizarlo con nuestra perspectiva hace que no veamos nada¡±.
Este santuario vet¨®n, adem¨¢s, se situaba justo en el lugar donde este pueblo estableci¨® su frontera con los carpetanos. As¨ª, hoy en d¨ªa, muchas localidades de la sierra madrile?a siguen manteniendo en sus escudos referencias al Sexmo de Segovia, tierra, junto a ?vila y Salamanca, originaria de los vetones. ¡°Est¨¢ claro que esa divisi¨®n antigua de los pueblos se mantuvo de alguna manera durante la Edad Media, y de all¨ª hasta nuestros d¨ªas¡±.
Canto bromea al recordar que existe otro elemento m¨¢s que hace ¡°imposible¡± que el rey usase la conocida silla como butaca desde donde seguir la construcci¨®n de su amado monasterio. ¡°Las ropas que llevaban entonces eran tan amplias que el trasero no le entrar¨ªa. Si el rey hubiese querido seguir los trabajos desde all¨ª, se habr¨ªa hecho construir una donde por lo menos pudiese sentarse m¨¢s a gusto¡±.
Canto har¨¢ p¨²blicos sus descubrimientos en una conferencia que impartir¨¢ el jueves a las 19.30 en la Casa de Cantabria.
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