Tom Hanks, la transparencia y la sospecha
Hemos articulado el tr¨¢nsito de la sociedad de la opacidad a la del exhibicionismo, pero tan peligrosa es una como la otra
El C¨ªrculo, protagonizada por Tom Hanks y Emma Watson, nos presenta una multinacional de las telecomunicaciones que gestiona una red social. Esa red posee infinitas aplicaciones y vocaci¨®n de monopolio mundial. Sus directivos plantean una sociedad de transparencia radical, en la que desaparece la intimidad y todas las actividades humanas son compartidas. Su ¨¦xito les lleva a proponer que todos los ciudadanos dispongan de una cuenta con la que ejerzan, obligatoriamente, su derecho al voto. As¨ª, arguyen, se alcanzar¨¢ el ideal de una democracia absolutamente participativa y de manera instant¨¢nea. No es mi intenci¨®n lanzar aqu¨ª un spoiler, pero les anticipo que la cosa acaba mal...
Sin llegar a los excesos propugnados por la maligna corporaci¨®n de la pel¨ªcula, lo cierto es que no son pocos quienes propugnan la transparencia radical, en todos los ¨¢mbitos, como un ideal en la sociedad de la informaci¨®n del siglo XXI.
Seguramente sea una cuesti¨®n generacional. O el lastre de una educaci¨®n familiar que me inculc¨® el valor de preservar la intimidad y huir de la ostentaci¨®n. Pero lo cierto es que no me siento inclinado a publicar en las redes sociales todas mis actividades, solo o en familia, y compartirlas con el resto de la humanidad. Ahora bien, las alarmas deben activarse cuando lo que se plantea es que esa renuncia a la intimidad deje de ser voluntaria. Hemos articulado el tr¨¢nsito de la sociedad de la opacidad a la del exhibicionismo, sin tener en cuenta que tan peligrosa es una como la otra si se gestionan de forma inadecuada o con motivaciones maliciosas. No creo que la respuesta a los vicios del poder sea la absoluta desnudez de la gesti¨®n p¨²blica, sin l¨ªmites, para poder ser escrutada por todos.
Hay un segundo elemento que pervierte la aplicaci¨®n de la transparencia: examinar los datos que se hacen p¨²blicos desde la perspectiva de la sospecha permanente. Esa desconfianza frente a lo p¨²blico no solo se aprecia en movimientos ciudadanos, sino que ha arraigado en determinadas instituciones. Las investigaciones penales olvidan, con demasiada frecuencia, el principio de la presunci¨®n de inocencia, adoptando un planteamiento mucho m¨¢s c¨ªnico (e inconstitucional): todos los responsables pol¨ªticos y los gestores p¨²blicos son, de entrada, sospechosos de corrupci¨®n.
Los miedos del funcionario
En consecuencia, datos anodinos o irrelevantes se esgrimen con vehemencia, de forma reiterada, para construir una supuesta maquinaci¨®n delictiva. Otros datos de contenido exculpatorio, por el contrario, se ignoran cuando no casan con la verdad tan arduamente construida.
Todo lo expuesto ha generado miedo en el servidor p¨²blico. Las autoridades, incluso los funcionarios, dudan sistem¨¢ticamente, antes de adoptar una decisi¨®n y reflejarla por escrito,de si de esa decisi¨®n puede derivarse alguna responsabilidad. Se da?a as¨ª la eficiencia administrativa. Ese contexto ha afectado, incluso, las formas de relacionarse con de la Administraci¨®n. Expresiones de cortes¨ªa como "apreciado amigo" o "cordialmente" han sido expulsadas del lenguaje administrativo. Me consta que, en no pocos casos, los funcionarios destinatarios de tales escritos los han devuelto para que se rectificaran dichas expresiones. Lo cual no resulta exagerado, si se tiene en cuenta que en diversos procesos penales f¨®rmulas similares han sido destacadas por la polic¨ªa judicial o la Fiscal¨ªa como posibles indicios de criminalidad.
En definitiva, la corrupci¨®n es un c¨¢ncer que ha afectado, sin duda, a la Administraci¨®n p¨²blica, pero una vez extirpadas las c¨¦lulas malignas, deben superarse injustas generalizaciones y reivindicar la figura del servidor p¨²blico. La transparencia ser¨¢ beneficiosa si se aplica de manera proporcionada (respetando el derecho a un ¨¢mbito de discreci¨®n) y si la informaci¨®n p¨²blica se valora de manera objetiva.
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