Arca, el nuevo icono del festival
El osado artista venezolano y el norteamericano Yves Tumor pautaron la primera jornada
Cuando se march¨® el sol llegaron las estrellas. En la primera jornada diurna completa del S¨®nar hubo de esperarse a la oscuridad para que la luz brotara de dos de los artistas que ocuparon las ¨²ltimas horas de la jornada en el recinto de Montjuich. Fueron Arca, con un espect¨¢culo extremadamente osado y Yves Tumor, un artista que deja su tremebundo nombre en an¨¦cdota al haber protagonizado un concierto ensordecedor. Ellos fueron los puntos m¨¢s brillantes de una jornada en la que Yung Beef, apuesta local en el ¨¢mbito del trap, propin¨® otra bofetada a su p¨²blico, al sistema y a todo lo establecido, pareciendo una gamberrada que si fuese intencionada, que puede serlo, resultar¨ªa muy estimulante.
Arca es un artista venezolano que desde la noche de ayer ya ha conseguido convertirse en el nuevo icono del festival, en su verdadera y extra?a diva. Si el a?o pasado deslumbr¨® s¨®lo con su m¨²sica, una extra?a argamasa de sonidos personal¨ªsimos atravesados por sonoridades agudas que parecen cuchilladas y texturas fundidas como la lava, en esta ocasi¨®n el artista, en consonancia con su nuevo disco, ejerci¨® de cantante. Ataviado con una camiseta tipo imperio como de canal¨¦, abierta en la parte baja por los laterales de forma que sus botas de alt¨ªsimo tac¨®n, de color carne a juego con el tanga que tapaba su voluminosa masculinidad, llegasen casi a los faldones de la misma, ejerci¨® de cantante. Claro que no es un cantante al uso, ya que si sus letras, cantadas en castellano, tienen la pasi¨®n del bolero, su forma se aproxima a la ¨®pera, con una sobreactuaci¨®n vocal apoyada en ecos y filtros. Si a eso sumamos las bases electr¨®nicas, intimidantes, extra?as, raras, y enti¨¦ndase el valor de ser denominado raro en un sitio como el S¨®nar, nos aproximaremos s¨®lo a la periferia de lo que significa Arca, el favorito de Bj?rk.
Su actuaci¨®n se apoy¨® en su voz y en su cuerpo, exhibido con una completa naturalidad en una pasarela que partiendo del escenario le introduc¨ªa entre el p¨²blico. Componiendo estampas que recordaban a un Sebasti¨¢n atravesado por las flechas, Arca todav¨ªa riz¨® a¨²n m¨¢s el rizo cuando mediado su pase apareci¨® solo con tanga y nada menos que con una chaquetilla torera blanca, reivindicada m¨¢s que nunca como pieza de est¨¦tica muy femenina, como en s¨ª mismo el traje de luces al completo. La estampa era de ¨®rdago. Puestos a buscar m¨¢culas en su actuaci¨®n podr¨ªa considerarse que en esta ocasi¨®n las bases estaban grabadas y s¨®lo se disparaban, mientras que el a?o pasado pareci¨® de Arca elaboraba m¨¢s su m¨²sica en directo. Tambi¨¦n, y esto resulta comprensible, el formato de canci¨®n se impuso al de continuidad y, tambi¨¦n comprensible, los visuales de su aliado, Jesse Kanda, tuvieron menos peso. A¨²n con todo un pase para el recuerdo. Por cierto, pareci¨® decir ¡°los toreros somos suaves¡±. Y si no lo dijo, bien podr¨ªa haberlo hecho. Lo que s¨ª hizo es avisar de que para final el p¨²blico ver¨ªa algo que nunca hab¨ªa visto. Y no precisamente suave. Avis¨® que los menores, si los hab¨ªa, desalojaran la sala y en la pantalla se pudo ver un fist-fucking.
Avis¨® que los menores, si los hab¨ªa, desalojaran la sala y en la pantalla se pudo ver un fist-fucking.
Antes la otra estrella fue Yves Tumor, un negro imponente actuando en un escenario casi a oscuras. Para no verlo. Pero era tal el magnetismo de su cuerpo, tocando de espaldas al p¨²blico, como otro negro imponente, Miles Davis, que era obligado esforzarse para delimitar su silueta, larga como un huso. A todo esto su actuaci¨®n fue puro hardcore, ruidismo extremo rematado por su voz, un grito extremo continuado, grabado, repetido y escupido como una queja, la de un ser que no adapta su sexualidad a los c¨¢nones establecidos y encima es negro. Id¨®neo para el desprecio de los bien pensantes. Nada que ver con lo que se percibe en su disco, Serpent music, mucho m¨¢s delicado, dentro de un l¨ªmite, que su pase, completamente abrasivo y alejado de una reinterpretaci¨®n marciana del soul. Record¨® poderosamente a aquellos conciertos ruidistas del antiguo Hall del CCCB protagonizados por artistas japoneses. Fue una deliciosa vuelta al pasado del festival.
Igual de provocador fue el pase de Yung Beef, un completo desastre, una muestra de desidia y pasotismo que tuvo un punto de agitaci¨®n. Ni son¨® bien, ni dur¨® mucho, el rapero se pir¨® mientras uno de sus compa?eros en escena dijo que lo hac¨ªa porque aquello no era una fiesta y volvi¨® a dejar a todo el mundo con la miel en los labios. Eso fue el punk de los setenta, esto es el trap hoy, provocaci¨®n, aunque hoy v¨ªa desidia, que fastidia m¨¢s, desinter¨¦s y palabras dichas bajo los efectos de drogas ralentizadoras. Nada del todo nuevo, pero con capacidad enervante, que al final es lo que cuenta. Estamos en el S¨®nar para eso ?no?.
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