Barcelona, libre de la ¡®epidemia¡¯ luterana
Una muestra en el sal¨® del Tinell recuerda, con grabados y libros, los 500 a?os de la batalla de la reforma protestante
La montura que usaban los condenados por la Inquisici¨®n en Barcelona en el siglo XVII no se ve excesivamente ajada por el uso. Lo cierto es que de los 821casos que el Tribunal del Santo Oficio de Barcelona juzg¨® por luteranismo (15% de los 5.425 sumarios de toda su l¨²gubre trayectoria) s¨®lo 27 (3%) acabaron en ejecuci¨®n (el ¨²ltimo, en 1619) y otros 27 m¨¢s en lo que se llamaba ejecuci¨®n en efigie (en ausencia del reo, se ajusticiaba a una imagen que lo representaba). La silla se expone junto al cartel de pergamino que se le colg¨® en julio de 1612 a Gabriel Moncl¨²s, vecino de Maella, un condenado por el tribunal eclesi¨¢stico al que su sacr¨ªlega fechor¨ªa le sali¨® bien de precio: el intento de robo de las flautas del ¨®rgano de la iglesia del monasterio de Santa Caterina de Barcelona se sald¨® con cinco a?os de escarnio p¨²blico por la ciudad y la provincia paseando el cartelito y una mitra en la cabeza.
Las piezas son apenas dos de las 260, mayormente grabados y libros de ¨¦poca, que conforman la exposici¨®n Im¨¢genes para creer. Cat¨®licos y protestantes en Europa y Barcelona (XVI-XVIII), organizada por el Museo de Historia de Barcelona, y que hasta el 14 de enero de 2018 podr¨¢ verse en el Sal¨® del Tinell de Barcelona, en el marco de los 500 a?os de la Reforma protestante, una de las grandes revoluciones intelectuales de los ¨²ltimos 500 a?os que, como tal, se conmemora en todo el continente.
¡°Esto es como aquel que tiene una tienda con una exclusiva y va otro y se le pone al lado a vender tambi¨¦n el producto, pero de otra manera; el primero, entonces, puede optar por comercializarlo por la v¨ªa competitiva o bien por la prohibitiva; la Iglesia cat¨®lica tir¨® por esa segunda y ah¨ª empez¨® una acci¨®n y reacci¨®n de ambos bandos que se fue retroalimentando y donde el orden y el progreso no estuvo s¨®lo en un lado u otro¡±, resume coloquialmente pero de manera di¨¢fana la tesis de la exposici¨®n el coordinador de sus comisarios, Antoni Gelonch, de cuya colecci¨®n particular han salido 156 piezas, algunas tan valiosas e in¨¦ditas como grabados de Durero, Rembrandt o Ribera.
La muestra, novedosa en Barcelona porque muestra el eje del protestantismo y su iconograf¨ªa nunca vista y que se completa con semiarios y conciertos, es simple y poli¨¦drica a la vez: bajo la tesis de c¨®mo los grabados y la eclosi¨®n de la imprenta fueron una herramienta propagand¨ªstica que facilit¨® la propagaci¨®n de la Reforma y su contrario, la Contrarreforma, se puede ir profundizando capa a capa hasta encontrar las sutiles (o no tanto) formas de control social y los cambios culturales y sociopol¨ªticos que comportaron, ya fuera en Inglaterra o Alemania o hasta en la propia Barcelona, donde no s¨®lo no triunf¨® la Reforma sino que fue uno de los grandes n¨²cleos de la Contrarreforma cat¨®lica.
Las insinuaciones de la necesidad de un cambio en la Iglesia que propusieron antes del conflicto gentes tan moderadas como el cardenal Cisneros y, sobre todo, Erasmo de Rotterdam, no llegaron a ning¨²n sitio. Es m¨¢s, Erasmo acab¨® siendo blasfemado por unos y otros, como se ve en la muestra, donde su retrato en libros fue tachado por la censura inquisitorial. Es de las escasas coincidencias entre ambos contendientes ideol¨®gicos, porque hasta con la aparici¨®n de la imprenta (en la muestra se exhibe el primer libro impreso en Barcelona, de 1480) no se pusieron del todo de acuerdo. ¡°Es un regalo de Dios¡±, dijo Lutero, pues facilitaba la multiplicaci¨®n de la Biblia, especialmente la ilustrada: el protestantismo quer¨ªa y permit¨ªa que estuviera al alcance del pueblo; los cat¨®licos hicieron lo propio¡ pero en lat¨ªn: prohibieron la edici¨®n del libro sagrado en lenguas vern¨¢culas porque su difusi¨®n, defend¨ªan, era magisterio exclusivo de la Iglesia.
En la muestra puede reseguirse con profusi¨®n gr¨¢fica la evoluci¨®n impresa de la Biblia, las bases de la Contrarreforma: fundaci¨®n de nuevas ¨®rdenes religiosas, como los Jesuitas; la creaci¨®n de la Santa Inquisici¨®n en 1542; la confecci¨®n de los ¨ªndices de libros prohibidos (2.315 en Espa?a, siguiendo las instrucciones de Gaspar de Quiroga) y el Concilio de Trento (1545-1563). El duelo gr¨¢fico entre uno y otro bando tambi¨¦n permite ver estampas en la que se exaltan (cat¨®licos) o se rebajan (protestantes) santos y reliquias y cultos marianos¡ Esa batalla gr¨¢fica, por su virulencia y claridad en su mensaje visual, cay¨® del lado de los Reformistas.
Con una Europa con Francia casi partida por la guerra entre hugonotes y cat¨®licos y los Pa¨ªses Bajos con los calvinistas con su dura estrategia iconoclasta contra talleres, pinturas y murales (tampoco Lutero dud¨® en posicionarse contra los campesinos y en favor de la nobleza, que le hab¨ªa dado su apoyo inicialmente), Barcelona era frontera. El miedo al contagio protestante era total: Felipe II, para no dar pie a dudas potestantes, visit¨® la ciudad en febrero de 1564. Dio mensajes por doquier: en el portal de Sant Antoni fue recibido por una representaci¨®n de Santa Eul¨¤lia que le libr¨® las llaves de la ciudad y le dej¨® claro que Barcelona no sufr¨ªa epidemia luterana alguna. En la misma plaza del Rei asisti¨® a la obra del Asalto al castillo de los luteranos; en la plaza del Born, unos d¨ªas despu¨¦s, presenci¨® un acto de fe con la quema de ocho hombres y dos m¨¢s en esfinge acusados de luteranos.
La Contrarreforma se dej¨® notar en el control social de una Barcelona que lleg¨® a estar bajo la protecci¨®n de 16 santos: de los siglos XV al XVIII el n¨²mero de conventos y monasterios creci¨® un 80% (de 23 a 42, casi todos en el Raval), con lo que ello conllevaba, b¨¢sicamente la creaci¨®n de una escuela bajo su ¨¦gida y el refuerzo de cofrad¨ªas (por vez primera se exponen los 22 metros del impactante Proces¨® de la Bona Mort, de Guillem Reig, del XVIII); por exigencia del obispo Dimes, la vigilancia parroquial de los barceloneses empezaba a los 12 a?os¡
Las luces de la Ilustraci¨®n acabaron fundiendo los efectos de la Contrarreforma; en Europa, mucho antes que en Espa?a: la Inquisici¨®n (que en Barcelona ¡°arranc¨® con una fuerte represi¨®n inicial que luego ya pudo ceder al imponer el reino del terror que facilit¨® la autocensura¡±, mantiene Gelonch) se suprimi¨® entre 1813 y 1834. Pero todo el proceso dej¨® un poso de malestar popular, un anticlericalismo latente que rebrotar¨ªa en la historia de la capital catalana. Y m¨¢s de una vez.
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