El eterno Bos¨¦ de siempre
Sin cambios en el guion volvi¨® a reivindicar en el Auditori del F¨®rum que el mensaje es ¨¦l
La pauta al final. El concierto llegaba a su fin y el p¨²blico echaba en falta una canci¨®n, que ped¨ªa insistentemente esperando no marchar del recinto sin o¨ªrla. En el escenario, saludando como para ya marchar, ¨¦l dec¨ªa que no con el dedo y con la cabeza, promet¨ªa otra pieza y a la vez se negaba a cantar ¡°Sevilla¡± mientras segu¨ªa diciendo con mirada y gestos que ¡°no tocaba¡±. Al final pas¨® del gesto a la palabra, y en un birlibirloque logr¨® que quien antes se desga?itaba por ¡°Sevilla¡± aceptase entusi¨¢sticamente ¡°Te amar¨¦¡± como alternativa. En un visto y no visto, remat¨® como ¨¦l quer¨ªa su concierto, dejando satisfecha a una audiencia que deseaba otro final. El flautista de Hamel¨ªn hac¨ªa eso con los cr¨ªos. Miguel Bos¨¦ lo emul¨® con las 3.500 personas que llenaron el primero de sus dos conciertos en el Auditori del F¨®rum. Y sin flauta.
Tampoco con nuevos argumentos, pues desde hace varias giras el espect¨¢culo de Bos¨¦ se basa en las mismas canciones, a las que maquilla de diferente manera para que siendo las mismas parezcan otras. La novedad ya no acampa en su territorio y hurgar en la memoria, m¨¢xime cuando celebra sus cuarenta a?os de carrera, es el argumento de la obra. Estren¨® una pieza, ¡°Estar¨¦¡±, la que da t¨ªtulo a la gira, una composici¨®n sin particular brillo y trillada letra sobre la paternidad que dedic¨® a sus hijos, y el resto del recorrido recal¨® en los ¨¦xitos de siempre. Y esta vez sonaron triunfales, habida cuenta de que hacer dos Auditoris llenos acerca mucho m¨¢s a la sensaci¨®n de vigencia que meter esa misma cantidad de p¨²blico en un Sant Jordi, otrora su territorio natural. El ¨¦xito no es un absoluto, es una cuesti¨®n de medidas y de inteligencia para adaptarse a ellas.
Explicar un concierto de Bos¨¦ ahora es volver a explicar sus ¨²ltimos conciertos, es explicarle a ¨¦l, mensaje de sus espect¨¢culos. Musicalmente hay de todo: canciones maduras, disco m¨®vil de fiesta mayor, arreglos country, arreglos folk y arreglos electr¨®nicos. Miguel se puso trascendente en un par o tres de ocasiones tratando temas de actualidad (los refugiados, la paz en un mundo que ha llegado a esta situaci¨®n por diversos ¡°accidentes¡±, dijo), reclam¨® su historia, cuarenta a?os de canciones, y al citarlas dijo algo hermoso; algo as¨ª como que las canciones son como los perfumes, captan algo de nuestras vivencias que al volverlas a escuchar nos es devuelto intacto no importa el tiempo que haya pasado. Este perfume es siempre de nuestro ayer en el caso de Miguel Bos¨¦.
Cant¨® por espacio de dos horas y quince minutos y cant¨® con solvencia. Sorprendentemente cuando hablaba su voz se quebraba, no encontraba el tono y tropezaba con su garganta. Esta torpeza desaparec¨ªa al cantar, y pese a que Bos¨¦ nunca ha sido un gran vocalista, afinaba mucho m¨¢s que cuando hablaba. Solvente en su pose de escena, a medio camino entre el envaramiento y la franqueza, sabiendo economizar esfuerzos para mantener una misma velocidad de crucero, coqueto y seductor, Bos¨¦ fue igual a Bos¨¦. Lo que se ignora es porqu¨¦, en medio de un atronador griter¨ªo femenino, siempre habla a su p¨²blico en masculino. En fin, cosas de un Bos¨¦ que sin regenerarse mantiene un nivel de popularidad que ahora debe modular con inteligencia. Un capital que se debe gestionar con tino.
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