Una leyenda contando historias
El concierto de Kris Kristofferson en Jardins de Pedralbes, un peregrinaje para rendir culto
La del lunes no fue una actuaci¨®n m¨¢s del festival Jardins de Pedralbes. Ni siquiera podr¨ªamos decir que fue una actuaci¨®n ¡°normal¡±. Fue m¨¢s bien un acto de fe. Una peregrinaci¨®n para rendir culto a una leyenda y festejar su apote¨®sica carrera, en realidad los recuerdos de cada uno de los presentes, m¨¢s que para disfrutar de su m¨²sica en tiempo presente.
Kris Kristofferson es una aut¨¦ntica leyenda de la m¨²sica popular, indiscutible. A sus ochenta y un a?os sigue manteniendo su eterna sonrisa de seductor duro pero tierno, su pose de fuera de la ley a medio camino entre cowboy y camionero y su capacidad para seducir al personal sin apenas medios. Sin duda es eso lo que se espera de una leyenda. Adem¨¢s, como leyendas de las de verdad ya quedan pocas su sola aparici¨®n sobre un escenario es como un acto milagroso ante el que postrarse. Cantar, ya cantan otros. Tocar la guitarra, tambi¨¦n lo hace muchos otros. Pero Kris Kristofferson solo hay uno y todav¨ªa se le puede ver, o¨ªr e incluso tocar, venerar.
Y Kristofferson ejerci¨® de leyenda. Solo, sin ning¨²n acompa?amiento, simplemente su guitarra y espor¨¢dicamente una arm¨®nica. Tejanos desgastados, camiseta negra, camisa desali?ada, un ¨¢guila colgando del cuello, barba y melena blancas como un contraste monacal, sonrisa inalterable y mirada aparentemente perdida pero clavada constantemente en el enorme teleprompter a sus pies. Si su voz siempre hab¨ªa sido ronca y penetrante ahora es pr¨¢cticamente inexistente, gutural, y su habilidad con la guitarra simplemente nula. Pero su presencia llena el escenario completamente. Kris Kristofferson ya no canta pero cuenta historias cotidianas con una sensibilidad incre¨ªble, cercana, y r¨¢pidamente todos los peros desaparecen.
Kris Kristofferson
FESTIVAL JARDINS DE PEDRALBES
Palacio Real, 26 de junio
Barcelona
En Pedralbes el tejano comenz¨® hurgando en su pasado y casi inmediatamente apareci¨® Me and Bobby McGee a la que seguir¨ªan un pu?ado de viejas canciones que, despojadas de su envoltorio musical, sonaron distintas, sencillamente entra?ables. No faltaron Jody and the kid, Sunday Mornin¡¯ Comin¡¯ Down, For the Good Times, Why me o Help me make it through the night e incluy¨® una canci¨®n de Bob Dylan que ya hab¨ªa grabado hace treinta a?os They killed him. Un abanico de melod¨ªas potentes, casi todas de la d¨¦cada de 1970, dichas con una convicci¨®n desarmante. Habl¨® poco, sonri¨® mucho y dio las gracias una vez tras otra.
Probablemente no fue un concierto en sentido estricto sino un acto comunicativo pre?ado de sensibilidad en el que se dijeron cosas de gran belleza que, adem¨¢s, no se quedan en la c¨¢scara e inducen a pensar. No fue casual que cerrara la noche una canci¨®n que hab¨ªa cantado con Rita Coolidge cuando eran pareja Please don¡¯t tell me how the story ends: ¡°Esta podr¨ªa ser nuestra ¨²ltima buena noche juntos... solo d¨¦jame disfrutar hasta que acabe, o para siempre¡±
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