Y Dudamel puso el turbo
La ret¨®rica en discursos y m¨²sica preside el acto de celebraci¨®n de los 300 a?os del Banco Etcheverr¨ªa por parte de Abanca
La segunda edici¨®n de ¡°Palabras por Galicia¡± ha culminado con un acto multitudinario en la Praza do Obradoiro de Santiago de Compostela. A la celebraci¨®n, rodeada de grandes medidas de seguridad de la Polic¨ªa Nacional y Local, asisti¨® el Rey em¨¦rito, Juan Carlos I, que fue recibido a las puertas del Hostal de los Reyes Cat¨®licos por las autoridades civiles y econ¨®micas presentes.
Tras unos momentos en el interior del establecimiento hostelero, la comitiva se dirigi¨® lentamente a sus localidades rodeada por sus escoltas y aplausos del p¨²blico. Pocos momentos despu¨¦s -tambi¨¦n rodeado de un s¨¦quito de al menos media docena de personas y tambi¨¦n a paso lento-, fue Gustavo Dudamel quien hizo el largo recorrido desde el Hostal al escenario, situado al otro lado de la plaza.
Quienes esperaban un concierto o -como se suele decir y se ha dicho- ¡°el acto cultural m¨¢s importante del a?o en Galicia¡± lo hab¨ªan hecho en vano. La presencia de don Juan Carlos y la ausencia de do?a Sof¨ªa, m¨¢s que una pista, era la revelaci¨®n de la esencia del evento. Este, presentado por una maestra de ceremonias, transcurri¨® de la forma prevista dado su car¨¢cter institucional-empresarial.
En primer lugar se interpret¨® por coro y orquesta el Himno Galego. Son¨® con m¨¢s nostalgia que grandeza en las voces del Orfe¨®n Donostiarra y lleno de fuerza en los instrumentos de la Sinf¨®nica. Result¨® cuando menos curioso -y dudo que fuera muy correcto protocolariamente, teniendo en cuenta la presencia del Rey em¨¦rito- que no se interpretara tambi¨¦n -naturalmente, solo por la orquesta- el Himno Nacional espa?ol.
El parlamento del presidente de la entidad organizadora fue un repaso de 300 a?os: de negocios, banca familiar y vinculaciones entre Venezuela y Galicia; de la emigraci¨®n de ida y vuelta a trav¨¦s del charco y -principalmente, claro- de la responsabilidad social corporativa, representada estos d¨ªas por la celebraci¨®n de esta segunda edici¨®n de su proyecto social. Las palabras de Escotet estuvieron todo lo bien hiladas ret¨®rica y conceptualmente que cab¨ªa esperar en un discurso coherente con la celebraci¨®n, especialmente en la sexta acepci¨®n del DLE. La mayor ovaci¨®n del p¨²blico all¨ª congregado sigui¨® a lo que scotet dijo sobre la actual situaci¨®n de Venezuela.
Menos esperado por los aficionados a la m¨²sica ¨Caunque con todo el sentido l¨®gico, dadas las caracter¨ªsticas de la celebraci¨®n, fue el de Dudamel. Fue el segundo que pronunciaba en el d¨ªa; el primero estuvo dirigido a j¨®venes gallegos para transmitirles la importancia de la m¨²sica como actividad liberadora de la juventud y constituy¨® el acto central de su intervenci¨®n en estas jornadas de Abanca. Un acto que, dada la situaci¨®n bancaria y de la ense?anza en Espa?a, no deja de tener profundas contradicciones.
En el del Obradoiro, tras alabar la sinfon¨ªas de Beethoven porque ¡°nos estimulan a aspirar los m¨¢s altos ideales en b¨²squeda de la armon¨ªa¡±, calific¨® la actividad de estos d¨ªas como concebida para ¡°celebrar todo lo que nos une m¨¢s all¨¢ de nuestras diferencias¡±. Dada su actitud cambiante al respecto en los ¨²ltimos a?os, su repaso de la situaci¨®n en Venezuela record¨® a m¨¢s de uno de los presentes el t¨ªtulo de la rumba que lanz¨® al estrellato a otro gran m¨²sico, Paco de Luc¨ªa, Entre dos aguas.
Javier Etcheverr¨ªa fue invitado por Escotet y Dudamel a subir al escenario a recoger un recuerdo de su paso por Abanca. Una batuta que le regal¨® Dudamel. Mostr¨® su agradecimiento con pocas palabras: una brevedad fruto de la sabidur¨ªa que dan la edad y las ganas de escuchar Beethoven tras lo que para un buen mel¨®mano como ¨¦l ya deb¨ªa de ser una espera demasiado larga.
Y, al final -para los mel¨®manos y aficionados, at last but not te least-, Beethoven. Tras ser retirado el atril de los discursos ¨Cde ese metacrilato que tan transparente imagen sugiere- y con la debida afinaci¨®n de instrumentos por parte de la orquesta, el estrado volvi¨® a ser escenario. ?Al fin solos! Beethoven, coros, orquesta y director atacaron el Allegro ma non troppo, un poco maestoso de la Sinfon¨ªa n? 9 en re menor, op. 125 de Beethoven, y la tarde tom¨® otro cariz.
Pero solamente en parte: la ecualizaci¨®n daba un timbre un tanto met¨¢lico al conjunto del sonido y la orquesta estaba un tanto karajanizada por unos efectivos de cuerdas que podr¨ªamos calificar de desactualizados. La falta de claridad del sonido en esos primeros momentos del primer movimiento hac¨ªa dudar de que se estuviera empleando la edici¨®n cr¨ªtica de Jonathan del Mar que se ha impuesto como definitiva. Luego se supo que al menos la orquesta s¨ª la emple¨®
Pero cada director elige; y esta era la versi¨®n de Dudamel. Qued¨® bien claro cuando se supo que estaba dirigiendo totalmente de memoria -sin usar nunca una partitura- todos y cada uno de los ensayos de orquesta, coro, solistas con piano, pregeneral y general. Y, sobre todo, cuando lo ha hecho recordando con precisi¨®n absoluta secciones y hasta compases de la partitura. En esas condiciones, dirigir de memoria en el concierto la Novena es algo bastante m¨¢s natural.
Las caracter¨ªsticas arriba mencionadas de la versi¨®n de Dudamel resultaron a¨²n m¨¢s evidentes hacia el final del primer movimiento, cuando empezaron sus excesos ret¨®ricos en unos silencios excesivamente prolongados. Algo que siempre me recuerda a esas pausas valorativas a que tan aficionados son muchos pol¨ªticos y que habr¨ªan de continuarse a lo largo de toda la obra.
El Scherzo, anotado como molto vivace, estuvo lleno de esa abundante y especial¨ªsima energ¨ªa que transmite Dudamel. Tuvo la ligereza adecuada y en ¨¦l destac¨® el buen hacer de tres de los solistas de la OSG: el primero de ellos, Jos¨¦ Trigueros usando baquetas duras, que acerc¨® a uno m¨¢s adecuado el color de sus timbales modernos con parches sint¨¦ticos.
Los solos de trompa de David Bushnell y de oboe de David Villa tuvieron todo el sentido y ligereza r¨ªtmica que requiere el movimiento. El ¨²ltimo acorde, excesivamente apianado y y alargado, rest¨® la buena sensaci¨®n de precisi¨®n y rotundidad que hab¨ªa tenido todo el movimiento.
El Adagio fue adecuadamente lento y bien sentido, los pizzicatti que culminan secci¨®n tuvieron toda la precisi¨®n y sentido requeridos pero el movimiento entero se resinti¨® del exceso de ret¨®rica general. Y -bien sea por interpretaci¨®n de Dudamel o por ecualizaci¨®n, algo imposible de delimitar en una actuaci¨®n al aire libre- la maravilla t¨¦cnica y musical de Manuel Moya, con la que nos regal¨® hace apenas un mes trompa Manuel Moya qued¨® muy tapada por el sonido general.
En el movimiento final, tras esa -enorme por brevedad y sentimiento- maravilla recopilatora inicial, la m¨²sica que todo el mundo ha adoptado como propia: la que Beethoven compuso para la Oda a la alegr¨ªa de Friedrich von Schiller (1759-1805) y que se pudo gozar m¨¢s viendo las caras de serena satisfacci¨®n de algunos profesores e la Sinf¨®nica que por lo que contaban los altavoces.
Joan Mart¨ªn-Royo. Este dio gran fuerza a su intervenci¨®n inicial, pero cant¨® la frase infernal -Sondern la?t uns angenehmere anstimmen, und freuden vollere- respirando antes de a ¨²ltima palabra, como hacen casi todos los solistas en esta parte. Marta Math¨¦u, Marc Sala y Linda Vinyes Curtis hicieron las suyas todo lo brillantemente que se puede en cada una de ellas. Porque parece que Beethoven deb¨ªa odiar a la contralto que estren¨® la Novena, Karoline Unger¨Co al menos no fiarse de ella-, al escribirle una parte que apenas se deja o¨ªr las m¨¢s de las veces.
Tantos a?os y tantas intepretaciones con tan diferentes directores hacen que la Sinf¨®nica y el Orfe¨®n Donostiarra tengan la Novena en dedos y garganta, respectivamente, y que ambas agrupaciones est¨¦n dispuestas en cualquier momento a interpretarla sin apenas necesidad de ensayos. El movimiento final fue un resumen de la versi¨®n dudameliana de la obra.
Y, al final, Dudamel puso el turbo. Lo hizo sobre todo despu¨¦s del Alla marcia y, entre aceleraciones de 0 a 100 en nanosegundos, frenazos y retenciones en calder¨®n llegamos todos al final de la obra. Espectacularmente, que es lo que deb¨ªa de molar a los miles de personas que llenaron el Obradoiro y que gozaron dee un acto social con presencia real (con real presencia, deber¨ªamos decir), muy bien organizado para asistentes (unos cuantos elegidos, pocos mel¨®manos, pudieron acceder a las entradas) y con una tarde fresquita pero seca al fin. Algo que algunos asistentes agradecieron aliviando a los organizadores el trabajo de retirar los mullidos cojines que cuidaron sus asentaderas durante el acto. Algunos, incluso, de a cuatro por barba.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.