El festival que s¨®lo se parece a s¨ª mismo
El Barcelona Beach Festival supera los 35.000 espectadores en la playa del Bes¨®s
Probablemente es el festival que m¨¢s se repite, aquel en el que las novedades aparecen con cuentagotas haciendo dif¨ªcil distinguir una edici¨®n de otra, pero esta inmutabilidad es lo que, parece, adoran los asiduos a la cita anual con la playa y la electr¨®nica de consumo (Electronic Dance Music). Es el Barcelona Beach Festival, que en su cuarta edici¨®n, todas con carteles similares, ha superado ampliamente los 35.000 espectadores en un a?o en la que la presencia extrajera ha comenzado a ser notable. De hecho, esta comunidad es la que puede hacer crecer m¨¢s al festival, pues la parroquia nacional ya se dio por enterada a las primeras de cambio, no en vano es la ¨²nica oferta que se les ofrece con un formato festival, hoy el modelo de moda, y con una producci¨®n de campanillas en cuanto a luz, sonido y fuegos de artificio. Y encima obliga a bailar en la playa, como si esto fuese Ibiza. El para¨ªso a tiro de metro. Y nadie exige etiqueta.
Y eso que para acceder al recinto los problemas crecen de a?o en a?o. Dada las caracter¨ªsticas del festival, el p¨²blico no llega escalonadamente, y las escasas bocas de acceso y el proceso de control y anillamiento ¨Centrar a un festival es parecido a ser pato en Do?ana--, provocan unas colas que este a?o llegaron a la hora, tiempo que el p¨²blico aguant¨® estoicamente ante la cercana promesa del para¨ªso mientras daba cuenta de las bebidas acarreadas desde casa para tal fin. Dentro, la noticia estuvo en que, por vez primera en la historia reciente de los festivales, los hombres tambi¨¦n tuvieron colas en sus lavabos, algo ins¨®lito que muchos solucionaron alivi¨¢ndose en la playa pese a los ¨ªmprobos esfuerzos del personal de seguridad, convertido en educador al que s¨®lo faltaba repartir pa?ales. La creciente presencia de banderas, --es curiosa esta necesidad de definirse patri¨®ticamente incluso para bailar, ligar o derrumbarse antes de la fiesta como un irland¨¦s ebriamente nacionalista ya a las 20.15 de la tarde--, es otra de las tendencias del Beach Festival. Aunque no todo es patriotismo: un joven llevaba una bandera norteamericana tama?o Trump, pero su acento andaluz le negaba vecindad en Houston.
Con el p¨²blico feliz en su parque de atracciones, armado con unos cilindros luminosos con los que mostrar su paroxismo cuando los cl¨ªmax sonoros estallaban en un mar de sonido, luces, llamaradas y fuegos artificiales, la noche estuvo marcada por Armind Van Buurem, un maestro en el juego del cl¨ªmax y anticl¨ªmax que lleg¨® a meter Castle On The Hill de Ed Sheeran en sus mixes mayormente autoreferenciales, y Axwell ^ Ingrosso, que cerraron su set con su celeb¨¦rrimo Sun Is Shining despu¨¦s de mostrarse como unos animadores de t¨®mbola d¨¢ndole al micro para espolear la participaci¨®n de la masa que se extend¨ªa ante sus ojos. A todo esto, el escenario mostraba el hundimiento por la popa de dos barcos de apariencia pirata, y en su convergencia se ubicaba la cabina del disc-jockey. All¨ª, Axwell e Ingrosso pincharon temas de su ex grupo, Swedish House Mafia, aventaron en sus mixes fragmentos de Whitney Houston y Guns N¡¯Roses y se despidieron mostrando en las pantallas una bandera espa?ola del tama?o de la isla de Perejil. M¨¢s tarde, Martin Garrix ofrecer¨ªa un set m¨¢s r¨ªtmico antes de que la noche devorara la fiesta en esta Ibiza popular que es el Beach Festival, un festival que s¨®lo se parece a s¨ª mismo.
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