Chrissie Hynde, dentelladas de feminidad
La carism¨¢tica l¨ªder de The Pretenders se hizo con el escenario de Cap Roig
Estaba en Cap Roig entre perfumes, camisas de lino, zapatos de tres cifras y un olor general a amarre en el puerto deportivo que combinaba con las fragancias de los jardines, los vapores de las cocinas y los brillos de las joyas y de los relojes con caja de titanio. En las colas de acceso a las butacas una espectadora se quejaba ¡°f¨ªjate, no me dejaron entrar el gin-tonic en la platea, y ??era Hendrick's!!¡±, mientras que ellos comentaban temas de pr¨®stata aguardando turno en los lavabos ¨Chay pocos y antes de ser usados, elegantes¨C. La burgues¨ªa m¨¢s acomodada de la costa iba a ver a Chrissie Hynde y ella, ajena a todo, parec¨ªa estar tocando en cualquier tugurio. Tejanos y camiseta de Elvis negra, calzado de fantas¨ªa y un tono directo y sin ambages que no diferenciaba a aquel personal del que pudo encontrarse al llegar a Londres a finales de los setenta para hacerse un hueco entre tanto macho encuerado. Incluso Martin Chambers, su eterno bater¨ªa, sali¨® a hacer los bises arroj¨¢ndose por encima una cerveza en plan punk. Hay cosas que ni el tiempo cambia.
Chrissie Hynde es una de ellas. Mujer de coraje y humor capaz de evaluar el inter¨¦s de los miembros de una pareja que estaba en primera fila, ella le pareci¨® mejor que ¨¦l, pareci¨® decir, siempre protagonista de unos comentarios que suger¨ªan que trabajar con tanto hombre en el grupo tiene algo de regentar un jard¨ªn de infancia. Medio en broma o en serio dijo no saber d¨®nde tocaba, dijo varias veces Barcelona pese a preguntar al respecto a un espectador que le contest¨® que aquello era Calella. Dio igual, ella est¨¢ donde quiere. Artista dominadora nadando en su piscina de seguridad y autoconfianza, mantiene adem¨¢s una voz inmarchitable y una pose que sugiere no andarse con bromas si ella no da lugar. De tanto en tanto, en su gesto m¨¢s juvenil y despreocupado, se sub¨ªa los tejanos por detr¨¢s con ambas manos ya que el peso de la petaca del micro tend¨ªa a baj¨¢rselos. Es ya un gesto tan propio de ella que el d¨ªa que no se precise petaca se pondr¨¢ plomo en los bolsillos para no perder ese adem¨¢n. Una personalidad tan carism¨¢tica como franca. Un torbellino de andar seguro y paso firme tan natural que en ning¨²n momento pareci¨® sobreactuada a sus sesenta y cinco a?os, buscando extraviada una juventud que se fue.
L¨®gicamente ella fue el espect¨¢culo, mascar¨®n de proa de pelo cayendo en cascada sobre unos ojos eternamente sombreados por el negro. Ella y un cancionero con bastante edad que exprimi¨® con la inclusi¨®n de algunas canciones nuevas sin demasiada historia, y una versi¨®n de Kinks reapropiada, ¡°Stop Your Sobbing¡± m¨¢s otra para abrir los bises, ¡°I Go To Sleep¡± en un repertorio que quiso variar sobre la marcha introduciendo ¡°I Hate Myself¡± en lugar del tema previsto. Est¨¢ viva, no todo es inmutable. Y por encima de todo, temas que no s¨®lo son br¨ªo y que denotan que en Chrissie hay tambi¨¦n mucha ternura ¨C¡°Don¡¯t Get Me Wrong¡±, ¡°Back On The Chain Gang¡±-. The Pretendres no vinieron a cambiar el mundo con su m¨²sica, s¨®lo a sobrevivirlo. Y en ello siguen, no diferenciando un tugurio de un fino festival de costa. Ella es siempre el elemento com¨²n.
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