Rosas muertas de juventud
La paciencia no aguanta hoy el que toleraba hace un cuarto de siglo. El ritmo vertiginoso al cual sobrevivimos exige m¨¢s soluciones pr¨¢cticas que no ret¨®ricas vac¨ªas

Alguien dijo que la nostalgia es un tipo de vejez. Es posible. La edad y sus experiencias incitan a la mirada retrospectiva que suele recordar el ayer con memoria cari?osa. Y el verano lo fomenta especialmente. Muestras de postales y documentos de antes de la llegada del turismo, exposiciones antol¨®gicas, recopilaciones de a?oranzas musicales¡, viajes sentimentales a los para¨ªsos perdidos donde ya no volveremos.
Las televisiones p¨²blicas hacen su aportaci¨®n especial porque aprovechan para ahorrar recurriendo al archivo y recuperando momentos que nos dibujan en la cara una sonrisa entre burlona y pat¨¦tica que s¨®lo entienden los que son de la misma generaci¨®n. Las efem¨¦rides redondas ponen el resto. Lo hemos visto con los 25 a?os de Barcelona 92. De los atletas a los voluntarios pasando por promotores, pol¨ªticos y gestores han entonado la vieja melod¨ªa: ¡°Recu¨¦rdame, que recordar es volver a vivir¡±. Y s¨ª. Hemos vuelto a vivir un acontecimiento ¨²nico. Tanto, que nada de todo aquello se ha vuelto a repetir.
Ni los ¨¦xitos deportivos, ni el consenso pol¨ªtico, ni la transformaci¨®n de la ciudad, ni la satisfacci¨®n ciudadana de saber que, entonces s¨ª, se estaba haciendo historia. Nos damos cuenta ahora quiz¨¢s porque tampoco hay ning¨²n aliciente parecido en el horizonte. Al contrario. La incertidumbre que define por naturaleza el futuro nunca nos hab¨ªa parecido m¨¢s evidente. Entre otras cosas porque con el cambio de siglo y las nuevas tecnolog¨ªas nos hab¨ªan vendido la moto del progreso permanente en un ma?ana ordenado. Hasta que, hace diez a?os y en estas mismas fechas, estall¨® la crisis econ¨®mica m¨¢s grave que se pod¨ªa llegar a imaginar y todo se trastoc¨®. Y estamos aqu¨ª. Por un lado, descubriendo las zonas oscuras de la globalizaci¨®n y la comunicaci¨®n instant¨¢nea y, por otro, aguantando todav¨ªa los efectos de la recesi¨®n que encara colea a pesar de la mejor¨ªa que nos han vendido como el ¨²nico objetivo de los gobiernos, de todos los niveles, los mismos que a su vez lo han convertido en sin¨®nimo de proyecto com¨²n. Y nada m¨¢s. Por eso, el m¨¢s terrible del momento es que la evocaci¨®n, cualquier evocaci¨®n, parece ayudar a concluir que en el pasado se viv¨ªa mejor. Y es aqu¨ª donde la nostalgia nos ahoga con su presencia permanente, a pesar de que tampoco es lo que era. Es tan f¨¢cil como lamentable, pues, concentrarse en el pasado cuando se asiste a la degradaci¨®n del presente.
Ante el enquistamiento de los problemas, los unos crean otros para enmascarar as¨ª su incapacidad, y los otros miran hacia otra parte para disimular tambi¨¦n su imper¨ªcia o incluso entran en el juego demoledor. Estamos cayendo en la trampa denunciada por aquel primer ministro brit¨¢nico que intentaba aleccionar sus compatriotas inst¨¢ndolos a utilizar el pasado como trampol¨ªn y no como sof¨¢.
Quiz¨¢s por eso algunos insin¨²an la posibilidad de volver a optar a otros Juegos Ol¨ªmpicos y ver si as¨ª abandonamos la butaca de una vez. Bien, es una opci¨®n a considerar, pero ?y mientras tanto? La paciencia no aguanta hoy lo que toleraba hace un cuarto de siglo. El ritmo vertiginoso al cual sobrevivimos exige m¨¢s soluciones pr¨¢cticas que ret¨®ricas vac¨ªas. As¨ª pues, ?qu¨¦ fuerza pol¨ªtica es capaz de ofrecernos un proyecto interesante y viable que cambie las viejas estructuras y arrincone los vicios vitalicios? Alguien que nos dibuje un paisaje posible a 25 a?os ver.
El pr¨®ximo cuarto de siglo tendr¨ªa que tomar el relevo al que est¨¢ mostrando sus ¨²ltimas alentadas con las nuevas maneras especulativas, la turismof¨°bia, una ciudad y un pa¨ªs destino low cost, donde, en cambio, los residentes cada d¨ªa necesitan el poder adquisitivo que no consiguen. Porque de esto se trata cuando se reclama un proyecto. No de cuatro remodelaciones, cinco rehabilitaciones y seis resoluciones. Tampoco del cambio por el cambio que nos predican incansablemente aquellos que ignoran que no hay nostalgia peor que a?orar lo que nunca lleg¨® a pasar, con permiso de Sabina. Ni los que auguran la arcadia feliz del d¨ªa siguiente sin avanzarnos ning¨²n dise?o m¨¢s que aquello que dejaremos de ser. No es poco, es cierto, pero, a pesar de que es importante, es insuficiente cuando hablamos de una sociedad que mira a su cercando y tampoco descubre m¨¢s alicientes que los forjados por la propia capacidad. Emprendedora para crear, demoledora para destruir, a partes iguales. Es el destino ib¨¦rico. El mismo que algunos susanistas de la ejecutiva del PSOE practiquen cuando, disconformes con la l¨ªnea de Pedro S¨¢nchez hablando de plurinacionalidad, piden mirar hacia atr¨¢s para encontrar grandes similitudes entre las palabras de la presidenta andaluza y las de gobernantes otros tiempos. Olvidaron que ¡°al volver la vista atr¨¢s se viene la senda que nunca se tiene que volver a pisar¡±. Han olvidado a Antonio Machado, a pesar de haberlo hecho suyo. Pero de esto tambi¨¦n hace tiempo, mucho tiempo. Tanto, que de aquella ¨¦poca ya s¨®lo los queda una imagen. La vieja foto de su juventud.
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