El ¡®liederista¡¯ fiel
Matthias Goerne fascina en Vilabertran con las intensas canciones de Hanns Eisler
Cuando acept¨® protagonizar este verano en Salzburgo Wozzeck, de Alban Berg, en un nuevo montaje con direcci¨®n esc¨¦nica de William Kentridge y musical de Vladimir Jurowsky, el bar¨ªtono alem¨¢n Matthias Goerne puso como condici¨®n poder viajar entre las funciones previstas para cumplir el 22 de agosto con su cita anual con la Schubert¨ªada de Vilabertran (Girona). Fiel desde 1994 al festival ampurdan¨¦s, que este a?o cumple sus bodas de plata, ha vuelto a conquistar al p¨²blico con un memorable recital junto al pianista polaco Alexander Schmalcz.
Como regalo especial, en el marco de un programa consagrado al liederismo germ¨¢nico de los siglos XIX y XX, Goerne ha revelado la fuerza expresiva y el esp¨ªritu ind¨®mito de Hanns Eisler (Leipzig, 1898-Berl¨ªn, 1962), gran y a¨²n demasiado poco conocido compositor, amigo y colaborador de Bertold Brecht y cronista en Los ?ngeles del exilio americano de una generaci¨®n de poetas y m¨²sicos que sobrevivieron al acoso de los nazis en su tierra natal.
Eisler, perseguido por sus ideales pol¨ªticos y art¨ªsticos durante toda su existencia, tambi¨¦n tuvo que abandonar los Estados Unidos, en 1948, v¨ªctima de la caza de brujas desatada por el senador McCarthy. Pas¨® sus ¨²ltimos a?os en el Berl¨ªn oriental, donde, iron¨ªas del destino, sus ideales est¨¦ticos pol¨ªtico acabaron topando con la intransigencia de las autoridades comunistas de la RDA; all¨ª muri¨®, solo y deprimido, en 1962.
El bar¨ªtono no ha faltado a la cita de la Schubertiada desde 1994
Goerne, que sabe construir los programas con admirable coherencia y sentido dram¨¢tico, abri¨® la velada en la atm¨®sfera ¨ªntima de la iglesia de Vilabertran, con tres canciones de Robert Schumann que crearon la atm¨®sfera ideal para un sabio y revelador programa con los diferentes rostros de la soledad y el exilio como hilo conductor.
El aliento rom¨¢ntico de Schumann y Hugo Wolf, en especial sus Canciones del arpista, sobre poemas de Goethe, fueron perfectos compa?eros de viaje al coraz¨®n de la tradici¨®n alemana que aliment¨® la extraordinaria personalidad de Eisler, que en 1942 lleg¨® a Los ?ngeles para reencontrarse con Brecht y Arnold Schoenberg, su viejo profesor. Con ¨¦l se form¨® en la est¨¦tica de la Segunda Escuela de Viena, pero a partir de los a?os veinte busc¨® nuevos cauces en la m¨²sica popular y el cine de agitaci¨®n pol¨ªtica.
El bar¨ªtono no ha faltado a la cita de la Schubertiada desde 1994
Nunca renunci¨® a sus ideales, y la generosa selecci¨®n de su genial Cancionero de Hollywood ofrecida por Goerne, con el alma po¨¦tica de Brecht reflejada con estremecedor genio musical, revel¨® de forma impactante el ideario est¨¦tico que Eisler y Theodor W. Adorno formularon en su libro Composici¨®n para el cine: un arte libre y cr¨ªtico, lejos de la complacencia de la industria de Hollywood y ligado al audaz esp¨ªritu cultural que los nazis silenciaron bajo la etiqueta de M¨²sica degenerada.
Lleva muchos a?os Goerne divulgando el legado de Eisler; pocos cantantes pueden interpretar su obra, desoladora en su retrato del dolor, la rabia y la soledad del creador, con tan honda y certera expresividad. Al piano, Schmalcz sigui¨® escrupulosamente las indicaciones del bar¨ªtono, que complet¨® el retrato de Eisler con las Cinco Eleg¨ªas de Hollywood, tambi¨¦n con textos de Brecht y dos lieder sobre poemas de Blaise Pascal. Como final de viaje, el sereno Abendlied de Schumann nos dej¨® con el coraz¨®n en un pu?o. Gran recital. Grande Mattias Goerne.
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