Vida y obra del im¨¢n de Ripoll
Abdelbaki es Satty ten¨ªa un pasado de traficante, de personaje solitario y hombre de verbo f¨¢cil
Abdelbaki es Satty es el ¡°cabo de limpieza¡± del m¨®dulo 3 de la c¨¢rcel de Castell¨®n I. Acomete la labor con una profesionalidad intachable. Solo los cabos como ¨¦l cobran: 200 euros al mes. Y disfrutan de otras ventajas, como un trato m¨¢s relajado con los funcionarios. Pero Abdelbaki no lo aprovecha. ¡°Con nosotros fue correcto y d¨®cil, pero muy distante. Entre los presos ten¨ªa ascendencia; sobre todo, entre los musulmanes. Cuando hablaba, los otros escuchaban¡±, cuenta un funcionario que le vio a diario durante su estancia en prisi¨®n.
La figura del hombre que plane¨® inmolarse en un gran atentado con bombas en Barcelona -y que muri¨® en el intento por una explosi¨®n fortuita- sigue en la bruma. Complejo y contradictorio, quienes se cruzaron con ¨¦l le describen como un ser solitario: el lobo estepario de Hesse. Pero tambi¨¦n resaltan su verbo f¨¢cil y su capacidad para seducir y manipular. As¨ª explican que, tiempo despu¨¦s de abandonar la c¨¢rcel de Castell¨®n, y ya como im¨¢n de Ripoll, lograra adoctrinar a un pu?ado de chavales del pueblo y transformarlos en una c¨¦lula asesina.
Su historial judicial en Espa?a lo retrata como un traficante. Hombre de frontera, que hizo del estrecho de Gibraltar su centro de negocios: embarcaba a marroqu¨ªes sin papeles (m¨¢s tarde ser¨ªan fardos de hach¨ªs) en el puerto de Ceuta y los llevaba a Algeciras. A esas actividades se dedic¨®, al menos, desde 2002, poco despu¨¦s de llegar a Espa?a. El 26 de noviembre de ese a?o, la polic¨ªa sorprende, en el interior de un Ford Scorpio, a un tal El Hadri, con pasaporte falso. El im¨¢n ¡°pretend¨ªa introducirle ilegalmente en la pen¨ªnsula¡±, dice la sentencia que acept¨® y que le vali¨® una pena de seis meses de c¨¢rcel que no cumpli¨®.
Su abogado de entonces -de oficio, como todos los que tuvo- apenas le recuerda. ¡°Me entero ahora de que defend¨ª a este asesino¡±. Explica que esos ¡°pases¡± eran habituales en Ceuta y estaban ¡°poco penados¡±. Hasta 2003. ¡°Con la reforma legal, podr¨ªan haberle ca¨ªdo cuatro a?os¡±. Fue la primera vez, no la ¨²ltima, en que la fortuna sonri¨® a Abdelbaki y le alej¨® del radar policial. Tiene entonces 30 a?os y dispone de tarjeta de residencia. En Marruecos ha dejado mujer y -aqu¨ª las versiones difieren- seis o nueve hijos, la madre (F¨¢tima) y hermanos. Su padre, Mohamed, est¨¢ muerto. Se declara insolvente pero vive en un piso de la calle Mayor de Vilanova, donde trapichea.
Youssef, vecino de Vilanova, le recuerda a duras penas. ¡°No ten¨ªamos demasiado trato. La mayor¨ªa del tiempo estaba solo, no se juntaba con nadie. Viajaba a menudo¡±. Explica que Abdelbaki ¡°era bueno hablando¡± y que as¨ª, con labia, logr¨® convencer a los marroqu¨ªes que acud¨ªan a la mezquita Al Furk¨¢n para que le encargaran el transporte de sus muebles y enseres a familiares en Marruecos. De nuevo, el hombre de frontera. ¡°Se aprovech¨® de ellos. La gente pagaba, pero ¨¦l no entregaba los muebles, los escond¨ªa en un almac¨¦n¡±.
Adem¨¢s de hacer negocios, Abdelbaki contact¨® con los responsables de la mezquita Al Furk¨¢n, dirigida por el carnicero Mohamed Mrabet. El carnicero era responsable de un grupo de Al Qaeda y envi¨® combatientes a Irak y Afganist¨¢n. Fue procesado, pero absuelto, en una causa en la que Abdelbaki fue investigado pero nunca imputado; circunstancia que, de nuevo, le ayud¨® a pasar desapercibido en los filtros antiterroristas.
La radicalizaci¨®n del im¨¢n
Su radicalizaci¨®n pudo nacer de la mano de Mrabet. El sumario de la Operaci¨®n Chacal es revelador. La Polic¨ªa cree que Abdelbaki sirvi¨® para ¡°dar salida a la cobertura de elementos terroristas¡± por Europa. De hecho, consta que el carnicero ¡°le entreg¨® dinero para pagar una furgoneta para pasar compatriotas de forma ilegal de Marruecos a Espa?a¡±, seg¨²n los informes. Fuera por motivaciones religiosas o solo econ¨®micas, emerge de nuevo su papel de traficante.
Los seguimientos revelan que el im¨¢n dio cobijo, en su casa, a uno de los implicados. Los registros en el domicilio de Mrabet mostraron tres ¨®rdenes de transferencia a favor del im¨¢n. Y las escuchas a Abdelbaki muestran que hablaba a menudo con miembros de Ansar al Islam. Pero no fue suficiente. Sali¨® limpio.
Youssef calcula que desapareci¨® de Vilanova en 2008. Solo supieron de ¨¦l tras su condena. ¡°Nos enteramos de que llevaba chocolate por la frontera¡±. Algo frecuente en las regiones del interior del Rif, donde naci¨® Abdelbaki. Los periodistas que han visitado su casa, en la aldea de Tingayah, han visto, en el jard¨ªn, una plantaci¨®n enorme de cannabis. No se sabe desde cu¨¢ndo se dedic¨® al tr¨¢fico. Pero s¨ª cu¨¢ndo le capturaron: el 1 de enero de 2010, d¨ªa de su cumplea?os. El escenario se repite: el puerto de Ceuta. Intenta traer a Espa?a 121 kilos de hach¨ªs.
Del proceso judicial quedan sus palabras, que son las de alguien que fabula. Abdelbaki culpa a tres hermanos marroqu¨ªes y argumenta que le obligaron. ¡°Me metieron en una furgoneta, me dieron una paliza y me dejaron abandonaron en una granja. Estuve cuatro d¨ªas en el hospital y en coma¡±, aleg¨®, sin aportar pruebas. Tambi¨¦n dijo que su familia estaba amenazada de muerte. El juez le hizo ver sus contradicciones, de las que ¨¦l culp¨® a los ¡°errores de la traductora¡± de ¨¢rabe. Dio con sus huesos en Castell¨®n I donde, entre limpieza y limpieza, envi¨® cartas a la Fiscal¨ªa General del Estado y al Defensor del Pueblo. Dec¨ªa sentirse v¨ªctima de una ¡°injusticia¡±.
Desembarco en Ripoll
Si esa sensaci¨®n de ser una v¨ªctima le trastorn¨®, tambi¨¦n se ignora. Cumpli¨® a pulso los cuatro a?os de prisi¨®n (de 2010 a abril de 2014) porque no admiti¨® los hechos ni pag¨® la multa. En la c¨¢rcel, nadie apreci¨® un ¡°proceso de radicalizaci¨®n¡± ni ¡°muestras de fanatismo¡±. Sali¨® con una orden de expulsi¨®n. Pero logr¨® eludirla. El juez consider¨® que no era un peligro y que estaba integrado. ¡°?l quer¨ªa quedarse en Espa?a, dec¨ªa que quer¨ªa seguir adelante con sus negocios¡±, cuenta David Barrachina, el abogado que logr¨® frenar su expulsi¨®n. De ¨¦l no guarda un recuerdo especial. ¡°Un cliente m¨¢s, un t¨ªo normal¡±.
En 2015 aparece ya en Ripoll, donde la comunidad Annour le contrata para dirigir la oraci¨®n. Intenta ofrecer sus servicios en Vilvoorde, foco yihadista cercano a Bruselas. Pero levanta sospechas. Cuando le piden el certificado de penales ¨Cen Ripoll nadie lo hizo- se marcha. ¡°En la mezquita nunca dio un mensaje extremista. Si hizo esto es que ten¨ªa dos caras¡±, explic¨® tras los atentados Ali Yasine, actual presidente de Annour. Con t¨¦cnicas propias de los l¨ªderes de una secta, Abdelbaki logra comer la cabeza a un grupo de chicos con largas conversaciones en furgonetas y pisos secretos.
En junio de 2017, al final del Ramad¨¢n, se marcha. ¡°Pidi¨® tres meses de vacaciones a Marruecos, pero le ofrecimos tres semanas. No pod¨ªamos estar tanto tiempo sin im¨¢n¡±. Tambi¨¦n dej¨® colgado a su compa?ero de piso, Nourdeni Elhji, que le describi¨® como una persona ¡°solitaria¡± que pasaba el d¨ªa frente a su ordenador. Sus ¨²ltimos d¨ªas no los pasa en Marruecos, sino en Alcanar, preparando los atentados. Pretende inmolarse, dir¨¢ Mohamed Houli, uno de los detenidos. Esta vez tambi¨¦n escapa del radar antiterrorista, pero la fortuna le sonr¨ªe de otro modo: muere en la explosi¨®n fortuita mientras se manejan los explosivos. Tal vez ha trazado antes un plan b o tal vez no, pero sus chicos ya est¨¢n convencidos y el 17 de agosto llenan de sangre Barcelona y Cambrils.
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