Terror, pol¨ªtica, moral
Es leg¨ªtimo y hasta est¨¦tico sostener que la b¨²squeda de r¨¦dito pol¨ªtico de un atentado est¨¢ mal, pero lo cierto es que ha ocurrido casi siempre
Las bombas de Atocha estallaron tres d¨ªas antes de unas elecciones generales. Pero nadie sensato propuso suspender los comicios ni congelar la pol¨ªtica; de hecho, aquellas tres jornadas se cuentan entre las de m¨¢s intensa politizaci¨®n de la historia de Espa?a. Los ataques contra el transporte p¨²blico de Londres, en julio de 2005, se produjeron horas despu¨¦s de haberse concedido a la capital brit¨¢nica la organizaci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos de 2012. Sin embargo, a nadie se le ocurri¨® que, como respuesta al terror, hubiese que renunciar a los Juegos. En noviembre de 2015, en Par¨ªs, los asesinos de la sala Bataclan invocaron, antes de abrir fuego, los bombardeos aliados sobre el ISIS en Siria e Irak. Pero, en vez de suspenderlos, el presidente Hollande orden¨® intensificarlos.
Como afirmaba aqu¨ª mismo V¨ªctor Lapuente el pasado d¨ªa 22, ¡°en una democracia, la pol¨ªtica debe permanecer blindada al terrorismo¡±. As¨ª ha sido en todos los pa¨ªses de nuestro entorno, y as¨ª se nos ha conminado siempre a que fuese: ?cu¨¢ntas veces hemos escuchado que los terroristas no cambiar¨¢n nuestras ideas, nuestro estilo de vida, nuestro voto? Entonces, ?por qu¨¦ el 17-A barcelon¨¦s deber¨ªa haber llevado al gobierno Puigdemont a aparcar su plan independentista y centrarse en ¡°los problemas reales de los catalanes¡±? ?No es real un problema que, desde 2012, ha movilizado repetidamente ¡ªen las calles y/o en las urnas¡ª a m¨¢s de dos millones de personas?
Los brutales atentados de este verano en Catalu?a han dado pie a muchos dislates. Verbigracia, la peregrina teor¨ªa seg¨²n la cual el terrorismo islamista aprovech¨® ¡°la guerra institucional¡± para golpear en Barcelona. Y en Berl¨ªn, en Londres, en Niza, en Bruselas..., ?qu¨¦ guerra institucional hab¨ªa? Es obvio que fue la potencia, la notoriedad internacional de la marca Barcelona aquello que la convirti¨® en objetivo. Y, agrade o no, la resaca del 17-A se ha movido tambi¨¦n dentro de los par¨¢metros habituales en estos casos.
Es bien leg¨ªtimo y hasta altamente est¨¦tico sostener que la b¨²squeda de r¨¦dito pol¨ªtico de un atentado est¨¢ mal, pero lo cierto es que resulta inevitable y ha ocurrido casi siempre; el PP del 11-M (que era ya el de Rajoy, ?no?) podr¨ªa escribir sobre ello un grueso tratado, aunque al final el tiro le saliese por la culata. ?Hubo banderas y pancartas en las manifestaciones de duelo, qu¨¦ verg¨¹enza!, claman las presuntas vestales de turno. La historia europea de los ¨²ltimos lustros est¨¢ llena de ellas, y supongo que, en Barcelona, eran tan l¨ªcitas ¡ªo estaban tan fuera de lugar¡ª las esteladas como las rojigualdas que enarbolaba, entre otros, la delegaci¨®n de Societat Civil Catalana. En fin, hemos tenido una colisi¨®n verbal entre periodistas y responsables pol¨ªticos. ?Menuda novedad! Algunos todav¨ªa recuerdan el d¨ªa en que Federico Trillo le ech¨® despectivamente una moneda de dos euros a una redactora que le resultaba inc¨®moda..., y fue premiado despu¨¦s con la embajada en Londres.
Si los comportamientos de los actores pol¨ªticos e institucionales durante estas semanas convulsas han sido, pues, de lo m¨¢s previsible, ?por qu¨¦ tanto ruido y esc¨¢ndalo contra la actuaci¨®n del independentismo? A mi juicio, no porque este mantenga su agenda pol¨ªtica (?acaso Rajoy ha cambiado la suya?), sino porque los contenidos de esa agenda se perciben como intr¨ªnsecamente inmorales y, por tanto, merecedores de ser barridos o sacrificados ante una inmoralidad mayor (la matanza de La Rambla).
Err¨®neos, ilegales, anticonstitucionales, descabellados, divisivos, empobrecedores, catastr¨®ficos..., todo esto tambi¨¦n. Pero, sobre todo, los objetivos del independentismo catal¨¢n le resultan a una grand¨ªsima parte de la opini¨®n pol¨ªtica, medi¨¢tica y p¨²blica en Espa?a inmorales; es decir, perturbadores del orden natural de las cosas. Uno de los rasgos m¨¢s llamativos de la respuesta global al ¡°desaf¨ªo secesionista¡± desde 2012 ¡ªun rasgo m¨¢s agudo a medida que el ¡°desaf¨ªo¡± no reculaba¡ª ha sido la incapacidad para entenderlo como un reto pol¨ªtico al que se deb¨ªa responder pol¨ªticamente; y, por tanto, la tendencia a interpretarlo como una herej¨ªa, un sacrilegio, un crimen, un pecado que es preciso reprimir y castigar, no resolver. En El Mundo de anteayer, un reportero afirmaba (sic) que ¡°Puigdemont no tiene alma¡±; o sea, que es un desalmado...
Ser¨¢ cosa de la edad, pero me admira ver a gentes descre¨ªdas e izquierdistas de toda la vida compartir con el ultra cardenal Ca?izares la tesis de que la unidad de Espa?a es un bien moral.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.