Tan cerca de tan lejos
El autor recuerda que los zarpazos de la naturaleza en M¨¦xico se sienten en Madrid como propios
Quiero que sepan que el sismo que azot¨® a M¨¦xico al empezar septiembre es el de mayor intensidad registrado en los pasados cien a?os, aunque el terremoto del a?o 85 del siglo pasado tambi¨¦n sacudi¨® en septiembre y parece que fue ayer en sus escombros. Que se sepa que hace treinta a?os el sismo sacudi¨® a tal grado la conciencia de la antigua ciudad de los palacios que se confirm¨® la vitalidad tenaz y la solidaridad de millones de mexicanos en medio de la polvareda, muy por encima de la err¨¢tica des-administraci¨®n oficial.
Cada vez que tiembla crece la efervescencia de lo mejor de M¨¦xico, lo que no tiene que ver con el nefando imperio de la corrupci¨®n end¨¦mica, el pillaje tradicional y la niebla constante de las mentiras; tiembla y crece el valor de las manos abiertas y las pupilas llorosas de la sinceridad y el silencio, por encima de la boruca sangrienta del narcotr¨¢fico ahora glorificado en corridos y teleseries¡ crece el alma callada de millones de personas entra?ables, incansables trabajadores, empe?osamente ingeniosas, apasionadamente fervientes, muy ajenos a la gente que levita en las alturas del desprecio y la denostaci¨®n constante, la denigraci¨®n diaria del pr¨®jimo y la delincuencia verbal del racismo clasista.
Quiero que se sepa que cuando tiembla en M¨¦xico hay ecos en Manhattan y reverberaciones obvias en Los ?ngeles, que no s¨¦ bien si se mueven los tejados en Par¨ªs o se inunda Tailandia de l¨¢grimas, pero consta que en Madrid oscila de pronto la Columna de la Independencia que se alza en el Paseo de Recoletos como si fuera Reforma y se tambalea la silla de Castelar y se alebresta el caballo del Espartero; amanece inquieto el follaje del Parque de El Retiro y reina un tufillo de preocupaci¨®n inevitable sobre la antigua Pradera de San Isidro, como si quisiera palpar la piel de las campanas de San Francisco el Grande o agitar las compuertas de la Almudena que dan al Palacio de Oriente, como si fuera inmenso barco que navega amaneciendo hacia la noche de M¨¦xico, tan lejos de tan cerca, donde se escucha que hay gritos de desesperaci¨®n y memoria: el recuerdo intacto de todas las desgracias que no merece la generosa tierra de tantos rostros y mil caras.
Tiembla entonces un poco en Madrid cada vez que tiembla en M¨¦xico, quiz¨¢ por la confusi¨®n de un oso que sacude el madro?o o por el abrazo que intento lanzar a todos y tantos corazones que resguardan al m¨ªo.
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