Diversi¨®n muy seria
Los escoceses enamoran en el DCode con sus cl¨¢sicos m¨¢s imparables y el avance de cuatro soberbias canciones in¨¦ditas
Franz Ferdinand son una banda demasiado s¨®lida y se toman lo bastante en serio como para no pensar solo en festivales. Lo que no quita para que, enfrentados a una multitud alborotada y predispuesta a la exaltaci¨®n, resulten extraordinariamente id¨®neos. As¨ª lo refrendamos la medianoche del s¨¢bado al domingo al paso de los escoceses por el festival DCode, donde se les concedi¨® la franja horaria m¨¢s generosa (80 minutos) y ellos respondieron ante 25.000 almas con un concierto irreprochable. Euf¨®rico, s¨ª, porque abundan las canciones como artefactos para la fiesta: desmelenadas, correosas, revolucionadas, muy pegadizas. Pero estupendo en su concepci¨®n musical y en una variedad r¨ªtmica que es todo un patrimonio, de tan inusual en el pop de masas.
Alex Kapranos se hart¨® a pegar santos desde el centro del escenario. Debe de resultar dif¨ªcil contenerse y, sobre todo, este jefazo de Glasgow ama el espect¨¢culo y espabila hasta al m¨¢s moh¨ªno. El pelo rubio platino le rejuvenece y acrecienta su anhelo de parecerse a David Byrne, al que imita incluso en algunos movimientos de idas y venidas por el escenario. Y esa es la mejor noticia. Kapranos busca la canci¨®n contagiosa desde la excelencia. Como les sucediera a Talking Heads.
Los archiduques ya hab¨ªan incendiado el Dcode hace tres septiembres, pero lo de esta vez fue a¨²n mejor. Porque no hay compromiso con ning¨²n nuevo disco reci¨¦n editado. Y porque, tras cuatro a?os sin noticias, los temas in¨¦ditos son soberbios. Sobre todo Lazy boy y su estribillo en comp¨¢s quebrado, pero tambi¨¦n los cambios de velocidad para Huck & Jim, el adictivo ritmo machac¨®n de Paper cages y las polifon¨ªas gal¨¢cticas que abren Always ascending. No hay puntada sin hilo. Y un final, This fire, con evidentes reminiscencias a Jim Morrison y toda la explanada agach¨¢ndose a las ¨®rdenes de Kapranos. Muy grande.
Despu¨¦s de la exhibici¨®n, comenz¨® una prudente desbandada y la praderita se qued¨® muy agradable para echarles un ojo a The Kooks, otros repetidores en la n¨®mina del DCode. Al cimbreo de los ricitos de Luke Pritchard ya hab¨ªamos asistido en la edici¨®n de 2012 y la sensaci¨®n fue que poco hab¨ªan variado las cosas desde entonces, aunque reencontrarse con cl¨¢sicos recientes como She moves in her own way siempre constituye motivo de alborozo. Pritchard escribe como un Ray Davies adaptado a la era millenial y, en consecuencia, es grato pero no especialmente sustantivo. Un entretenimiento menor, si se quiere, despu¨¦s de lo sucedido justo antes. Pero a partir de ciertas horas, cualquier entretenimiento es bienvenido.
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