Los paisajes comestibles devastados
En los campos abandonados, sin labrar, sin m¨¢rgenes limpios, no se ven alcachoferas, secundarias al cultivo principal
Merma a un ritmo de cat¨¢strofe patrimonial el paisaje comestible, la tierra arbolada y cultivada, que produc¨ªa cosechas seg¨²n el tiempo, la lluvia y las trampas imprevisibles de la naturaleza. Sobre todo nos importaba porque daba los frutos necesarios, de consumo directo o de m¨ªnima transformaci¨®n.
Est¨¢n afectados por eso, ya, derechos y costumbres: la naturaleza habitual, el disfrute inmaterial, el bien com¨²n: la vista, esto es adem¨¢s el rastro de los antepasados, sobre todo la vida de los campesinos y los se?ores, ante todo falla la cultura de las comidas habituales de los consumidores locales.
No es un cambio de ciclo, es la derrota, los escombros del pasado y la configuraci¨®n espont¨¢nea de nuevos parajes asilvestrados, s¨ª, de abandono y renacimiento de la realidad anterior a la agricultura, los usos y las ideas.
Vuelve la garriga, el monte bajo, matas y acebuches, maleza, lo que hab¨ªa antes de la conquista del siglo XIII o el orden de los anteriores andalus¨ªes de las alquer¨ªas que organizaron huertos, pozos y acequias, aguas y plantaciones.
La isla la perfilan los notarios y las herencias, m¨¢s los nuevos motores inmobiliarios ind¨ªgenas, continentales, pr¨®ximos o distantes; as¨ª se planifica la tierra, su uso, el paisaje rentable. Sin arar, sembrar y segar, limpiar los bajos de las paredes con sus zarzas y esparragueras, sin campesinos, de aqu¨ª o migrantes, el "jard¨ªn" se est¨¢ desvaneciendo, no tenemos para¨ªso ni despensa posibles, el foravila (el campo, fuera de la villa) se derrumba, ya no es nada, ya no est¨¢.
Es cierto y se notan de manera notable las nuevas plantaciones de vid y olivos -al ritmo de una moda por imitaci¨®n tal vez con el sonido sordo que esconde una burbuja. Hay manchas de nueva realidad pero se imponen los fantasmas de los espacios rurales mortuorios, campos en el desd¨¦n y el olvido reiterados. Y sobre todo las enfermedades de exterminio de almendros, olivos, vides, palmeras, palmitos.
Vemos las higueras de ceniza, muertas o sin hojas ni frutos, las hileras de almendros carbonizados por la muerte, enredados, forman casi una mayor¨ªa. Los algarrobos aguantan bien pero ya nadie ha visto o sabe que se com¨ªan esos frutos en tiempos de miseria. Esta es la s¨ªntesis de una mirada captada este oto?o en la isla.
Ver Mallorca desde lo alto de un bus permite vislumbrar bien la piel cercana y las zonas lejanas. Es un retrato en crudo con una perspectiva mejor que la que tienes al volante del coche. Supongamos que la traves¨ªa real fue desde el aeropuerto a las Conversaciones de Formentor, al Finisterre mallorqu¨ªn. La nota sirve para decir que vivimos los ¨²ltimos momentos de la historia del campesinado, del orden antiguo y l¨®gico.
Ni almendras, ni higos, ni ¨¢rboles frutales locales, ni casi huertos privados porque nos alimentan de lo que se cr¨ªa en instalaciones de pl¨¢stico gigantescas ?Qu¨¦ comeremos? Nada cercano seguramente, poca cosa tradicional, de temporada como suced¨ªa con la breve cosecha, "el tiempo de las alcachofas" aut¨®ctonas.
En los paisajes de cultivo abandonados, sin labrar, sin m¨¢rgenes limpios no se ven las alcachoferas junto a los muros y los caminos, un a?adido a la plantaci¨®n central en los campos. ?Qu¨¦ haremos sin las flores negras o moradas, peque?as, de coraz¨®n blanco y peludo cuando empiezan a granar y muestran pinchos de madurez?
Las alcachofas (entre los nativos y adheridos) se consumen de mil y una manera, crudas, ali?adas, fritas, hervidas, al horno, tostadas, rellenas, siempre en el arroz, rebozadas y en escabeche, especialmente.
El escabeche era y es una estrategia culinaria y de conservaci¨®n enormemente valorada, y, a la vez, el verbo escabechar es un proyectil met¨¢fora convertido en arma de eliminaci¨®n f¨ªsica imaginaria o real de alguien o algo. Es un impropiedad ling¨¹¨ªstica porque escabechar es un guiso para saborear y dignificar alimentos de categor¨ªa o de valores no tan extraordinarios.
Era y es la comida en diferido, la caducidad retrasada. Es un recurso de subsistencia, de ahorro y paciencia. Era una necesidad antes de los tiempos modernos, de la electricidad, el hielo, el fr¨ªo cerrado, el congelador, el fuego dominado y los hornos de gas o de corriente.
Hemos escabechado el paisaje, no la hemos conservado, la hemos extinguido.
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