De n¨¢ufrago en el piso del vecino
Vicen? Pag¨¨s reflexiona sobre la soledad y la comunicaci¨®n en ¡®Robinson¡¯, donde un hombre se encierra en una prueba de supervivencia f¨ªsica y moral
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Viajamos muy lejos para saber o buscar experiencias nuevas, pero desconocemos lo que ocurre, o hasta qui¨¦n vive, justo al lado de casa. Un sinsentido. Eso piensa el protagonista de Robinson (Emp¨²ries), que decide colarse en casa de sus vecinos aprovechando una supuesta ausencia larga de ¨¦stos y se instala all¨ª con lo m¨ªnimo, sobreviviendo con lo que va encontrando, con mucho de mis¨¢ntropo y una voluntad t¨¢cita de iniciar un viaje conc¨¦ntrico, una espiral, una introspecci¨®n, una depuraci¨®n. Lo hace el personaje y, a su modo, lo hace el autor, Vicen? Pag¨¨s, hoy uno de los nombres-faro para las nuevas generaciones de narradores catalanes, que ofrece una novela m¨¢s despojada en lo estil¨ªstico y en lo costumbrista que sus celebradas El m¨®n d¡¯Horaci (1995), El jugador de whist (2009) o la premiada con el Sant Jordi D¨ªes de frontera (2014).
¡°Es estil¨ªsticamente m¨¢s sint¨¦tica porque el protagonista tambi¨¦n inicia un proceso de depuraci¨®n espiritual, da vueltas cada vez m¨¢s alrededor de s¨ª mismo, el radio se va haciendo m¨¢s peque?o y yo le sigo en lo formal: de las tres partes de libro, la primera tiene seis cap¨ªtulos; la segunda, cuatro, y la tercera, dos; de alguna manera, escribir es preparar un viaje, una sorpresa, un enga?o¡±, hace notar Pag¨¨s (Figueres, 1963). No hay en Robinson marca de producto alguno, ni canci¨®n, ni ciudad; tampoco es un texto fragmentado y el narrador muestra siempre el mismo estilo. ¡°He extirpado todo costumbrismo¡ Creo que lo mejor en un escrito es evolucionar sin saltos, como hizo David Bowie con la m¨²sica, y no reinventarse cada vez, como Bob Dylan; con tres novelas ya detr¨¢s voy aprendiendo a hacerlas; si el lector me sigue y el editor me deja, adelante¡±, resume.
Para el viaje conc¨¦ntrico, Pag¨¨s se ha pertrechado con un personaje solitario, amante del silencio, con obvios problemas de comunicaci¨®n, de comportamientos enfermizamente cartesianos, obsesivos: as¨ª, se impone explorar las habitaciones de la casa de derecha a izquierda y sin volver a atr¨¢s, un poco con el orden sistem¨¢tico que ten¨ªa su hom¨®nimo creado por Daniel Defoe. Pero no es el ¨²nico ni el m¨¢s importante referente: ¡°Uno de los apodos que tiene es el de Peque?o Salvaje porque vive solo y por ello no practica las convenciones sociales, tiene un punto del Ignatius J. Reilly, el de La conjura de los necios: ermita?o, sucio, capaz de vez en cuando de reflexiones brillantes¡±. Prefiere Pag¨¨s el Robinson que gest¨® Michel Tournier en Viernes o los limbos del Pac¨ªfico, un n¨¢ufrago menos hiperactivo y manitas: ¡°El de Tournier no hace casi nada, y se refugia en una especie de hueco en una piedra¡±, como si de un feto se tratara. Cita tambi¨¦n el peso que le dej¨® la lectura del relato kafkiano La madriguera (con un bicho no identificado ¡°feliz en su laberinto oscuro y apestoso¡±) y, como buen conocedor de la narrativa para j¨®venes (es autor de De Robinson Crusoe a Peter Pan: Un c¨¤non de literatura juvenil), tambi¨¦n parecen claros los influjos de los relatos cl¨¢sicos Ricitos de oro y Blancanieves ¡°por lo que conllevan de invasi¨®n de la casa del otro¡±. En la trastienda casi psicol¨®gica del protagonista est¨¢ ¡°la fantas¨ªa de la cama flotante o voladora, la voluntad de no salir de ella o hacerlo todo desde ella: asoma en bastantes leyendas¡±, ilustra Pag¨¨s como una de ¡°la veintena¡± de ideas que cruzan el relato. ¡°Es una historia claustrof¨ªlica, centr¨ªpeta y horizontal¡±, resume el libro su editor, Josep Lluch.
A pesar de haber sido escrita en plena tensi¨®n del proceso independentista de Catalu?a, en Robinson ello no asoma por sus p¨¢ginas. ¡°Intento que, como escritor, me afecte cero; si entra todo en la producci¨®n de un pa¨ªs y lo monopoliza nos perdemos cosas, nos impide desplegarnos; la literatura sigue avanzando y si nosotros solo avanzamos en una l¨ªnea¡ Creo que tenemos derecho a que el proc¨¨s no aparezca en la obra de uno¡¡±. Aunque admite que quiz¨¢ s¨ª hay alg¨²n rastro: ¡°La defensa del silencio, del refugio¡ porque el proc¨¨s s¨ª est¨¢ claro que est¨¢ generando problemas psicol¨®gicos y los m¨¦dicos recomiendan el m¨®vil en modo avi¨®n para desconectar de vez en cuando de la realidad, leer poes¨ªa¡¡±. Hacer un poco de Robinson, vaya.
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