Estados como gato panza arriba
Presenciamos la batalla entre un estado espa?ol que intenta mantenerse y uno catal¨¢n que intenta emerger. Y ambos fracasan
Es posible que aquello que hoy nos parece dram¨¢tico y trascendente acabe esfum¨¢ndose de los libros de historia. O que una realidad que hoy identificamos con nitidez, se transforme y adopte una nueva apariencia en el futuro. Puede, por tanto, resultar esclarecedor anticipar c¨®mo observaremos y analizaremos nuestro intenso panorama pol¨ªtico actual dentro de, pongamos, 30 a?os. Se trata de un ejercicio imposible de resolver, pero por el mero hecho de intentarlo ya emergen discursos menos sesgados y algo m¨¢s racionales.
Un ejercicio que consiste en respirar hondo, evitar Twitter y tertulias, centrarse en categor¨ªas anal¨ªticas, olvidar la intensidad de las trifulcas m¨¢s recientes y buscar una perspectiva lejana desde donde leer, m¨¢s que relatar, nuestra actual situaci¨®n pol¨ªtica. Y desde esta perspectiva distante podremos observar, entre otras muchas cosas, la manifestaci¨®n emp¨ªrica de aquello que ya aparec¨ªa en muchos textos te¨®ricos de los a?os noventa: la crisis del estado naci¨®n. Siguiendo la estela de esta literatura, dentro de 30 a?os quiz¨¢ interpretaremos la actual tensi¨®n entre Catalunya y Espa?a no como un conflicto estatal sino en t¨¦rminos de la incapacidad del viejo estado espa?ol y de la imposibilidad de un eventual estado catal¨¢n.
Fue durante los a?os noventa cuando empez¨® a proliferar una interesante literatura acad¨¦mica que se refer¨ªa al vaciamiento del estado, al estado como concepto zombi, al desbordamiento de unos estados que se ve¨ªan superados ¡ªperforados, dec¨ªan algunos¡ª tanto por una globalizaci¨®n imparable como por un incremento del localismo. Durante el per¨ªodo Delors, incluso pareci¨® que en la UE se popularizaba la idea de una Europa de las regiones o de las ciudades. Entre el auge europeo y la importancia de la proximidad, el estado aparec¨ªa atenazado y condenado a un inevitable declive. Aunque los argumentos eran s¨®lidos, la verdad es que el estado ha logrado sobrevivir. Quiz¨¢ de manera ag¨®nica, defendi¨¦ndose como gato panza arriba.
En nuestra dram¨¢tica inmediatez pol¨ªtica estamos presenciando la batalla entre un estado espa?ol que intenta mantenerse y un estado catal¨¢n que intenta emerger. Y ambos est¨¢n fracasando. Entiendo que esta afirmaci¨®n pueda parecer contraintuitiva y que ser¨¢ oportunamente refutada tanto por aquellos que interpretan el 155 como una vuelta a la normalidad como por aquellos que, tras la violencia institucional del 1-O, se muestran convencidos de que nada volver¨¢ a ser como antes. Aun as¨ª, usando cierta distancia acad¨¦mica, me atrevo a discrepar de ambas opiniones. Por un lado, el estado espa?ol ha usado aquello que lo define como estado (el imperio de la ley y el monopolio de la violencia leg¨ªtima) para imponer el orden, aunque probablemente comprobaremos c¨®mo, en el siglo XXI, estas invocaciones a una versi¨®n hobbesiana del estado ni convencen ni son efectivas. Lo sabemos bien los que vivimos en Catalu?a. Por su parte, los independentistas catalanes invocan un difuso derecho a decidir para crear un nuevo estado, pero no encuentran las palancas adecuadas ni para construir sus estructuras b¨¢sicas, ni para lograr los imprescindibles reconocimientos internacionales, ni para articular los amplios consensos sociales que exige un paso de este calibre.
El estado espa?ol se muestra pues como un artefacto pol¨ªtico de otros tiempos y mi previsi¨®n es que, sin un radical cambio de rumbo, no ser¨¢ capaz de resolver la crisis actual; mientras el proclamado pero no implementado estado catal¨¢n se muestra como un Quijote luchando contra los molinos de viento. Ambos seguir¨¢n resistiendo como gatos panza arriba, atiz¨¢ndose zarpazos y generando una notable inestabilidad; pero dentro de 30 a?os estas convulsiones puede que no sean percibidas m¨¢s que como los estertores de un estado moribundo. Puede que los polit¨®logos que defend¨ªan el declive del estado, encuentren en Espa?a y en Catalu?a una de las primeras muestras de su obsolescencia.
De momento, tanto el existente estado espa?ol como el proclamado estado catal¨¢n encuentran amplios apoyos populares para seguir dando una dura batalla. Unos apoyos que, sin embargo, dependen de promesas imposibles de cumplir, de asegurar una protecci¨®n y unas garant¨ªas de progreso y bienestar que ya no est¨¢n en sus manos. Quiz¨¢ dentro de 30 a?os ya sabremos que los estados no tienen futuro, y que ¨¦stos empezaron a desmoronarse en Espa?a y en Catalu?a. Quiz¨¢ los libros de historia del futuro no puedan explicar qui¨¦n gan¨® la batalla sino c¨®mo se administr¨® la doble derrota. La derrota de unos estados que se resisten a desaparecer, mientras otros se muestran incapaces de nacer.
Quim Brugu¨¦ profesor de ciencia pol¨ªtica en la Universitat de Girona.
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