Depeche Mode o la ca?era resistencia al paso del tiempo
La banda brit¨¢nica llen¨® ayer el Wizink Center con un concierto que prioriz¨® sus himnos de los ochenta y los noventa.
![Dave Gahan, cantante de Depeche Mode, durante su ¨²ltimo concierto en Madrid.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/IAMXQUO3WTSXJXZ7DQ5URYTMME.jpg?auth=a98b0d14f4e1bf95e7594a062ca2331f5114ebfa27525999c10521783676d7eb&width=414)
La banda de Essex repet¨ªa cita en el Wizink Center (antes, Palacio de los Deportes) tres a?os despu¨¦s, y la pregunta que sobrevolaba las 16.000 cabezas que hac¨ªa tiempo hab¨ªan agotado las entradas era inevitable: Depeche Mode llegan casi sexagenarios, y su atl¨¦tico l¨ªder es conocido por cabriolar de una punta a otra del escenario en cada concierto que ha dado en los casi 40 a?os que ya tiene la banda. ?Seguir¨ªa siendo as¨ª?
Como si quisieran disipar las dudas sobre su buen estado f¨ªsico ya antes de empezar el concierto, el proleg¨®meno se bas¨® en una contundente sesi¨®n de techno para calentar al p¨²blico: ayer a las 21.00 el recinto se parec¨ªa m¨¢s a una rave londinense de los a?os ochenta que al esperado recital de una banda que ha vendido 120 millones de discos, una de las m¨¢s comerciales que siguen en activo. Su variopinta audiencia lo constataba ayer: desde se?oras con el pelo cardado hasta post adolescentes, pijos, emos y, sobre todo, cuarentones de andar por casa que hab¨ªan decidido darse un buen ba?o de nostalgia como el plan perfecto para la noche del s¨¢bado.
Depeche Mode carga con el sambenito de ser una banda estratosf¨¦rica, y eso alimenta prejuicios sobre su autenticidad y le da una imagen de multinacional del rock efectista, sin v¨ªscera. Pero es, a todas luces, injustificada. Desde que empezaron en 1980, estos currantes han lanzado discos con una regularidad coherente, y en todos se entrev¨¦ un af¨¢n experimentador, con mejor o peor fortuna.
Lo que resulta indudable es que, si bien no son los pioneros del rock electr¨®nico a base de sintetizadores (Kraftwerk llegaron antes), s¨ª lo han sido en democratizarlo y darle la etiqueta de masivo. Y han dejado un rastro de varias decenas de canciones colosales, con melod¨ªas que ya est¨¢n incrustadas en los t¨ªmpanos de la cultura contempor¨¢nea.
Arrancaron con Going backwards, el tema que abre su ¨²ltimo disco, Spirit. Una canci¨®n densa y oscura que invita a recapacitar sobre el descalabro de un mundo que est¨¢ desmontando todo lo bueno conseguido: "No hemos evolucionado, hemos perdido el control", reprend¨ªa Dave Gahan al micr¨®fono. Desde los primeros compases, el cantante dej¨® claro que los a?os no pasan igual para todos: bail¨® a rabiar, recorri¨® todo el escenario (incluida la pasarela que se adentraba en la platea y la que part¨ªa la enorme pantalla del fondo) y en unos pocos minutos ya se hab¨ªa desprendido de su americana, dejando a la vista unos brazos que segu¨ªan igual de tonificados que hace tres a?os. El de Essex se comport¨®, durante las m¨¢s de dos horas de concierto, como un actor de burlesque, y convirti¨® la jornada en una suerte de musical que generaba expectaci¨®n por cu¨¢l ser¨ªa su siguiente pirueta, el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa.
No fue el de ayer un concierto de promoci¨®n: las concesiones a Spirit de limitaron a tres temas, y el nutrido repertorio se centr¨® sobre todo en los ochenta y los noventa, para solaz del respetable, cuya euforia aumentaba seg¨²n avanzaba el espect¨¢culo. Antes de que culminara la primera hora ya hab¨ªan sonado It¡¯s not good, Never let me down again, Barrel of a gun, y World in my eyes. El sonido de este primer tramo fue duro y sin concesiones, m¨¢s rockero y menos synth pop, los dos estilos por los que transita la banda. Incluso Precious, una balada hipermel¨®dica, ten¨ªa algo de los ecos industriales de aquel Construction time again que lanzaron en 1983.
La vertiente m¨¢s discotequera lleg¨® despu¨¦s con Everything counts e In your room, con las que el p¨²blico gast¨® suela a placer. Los bailes y escorzos de Gahan no decayeron, al contrario: su pose se volv¨ªa cada vez m¨¢s irreverente y lasciva seg¨²n avanzaba la noche, incluidos sus consabidos agarres de genitales, como un Michael Jackson embrutecido.
El culmen de la noche sabatina lleg¨® justo despu¨¦s del falso bis con Enjoy the silence, uno de los temas m¨¢s esperados, al que a?adieron un tramo funk a cargo de la virtuosa guitarra de Martin Gore. En la recta final, los brit¨¢nicos apostaron por el desboque: los riffs martilleantes de A question of time, un tema que bebe del post punk de Joy Division, dieron paso a Personal Jesus, una suerte de himnodia que lleva al paroxismo la ¨¦pica de la banda. Un cierre que deja en el aire la misma pregunta del principio: si Depeche Mode ser¨¢n capaces de recoger el testigo que ellos mismos se dejan, en un list¨®n tan elevado, cuando vuelvan a Madrid con su siguiente disco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.