Por su victimismo les conocer¨¦is
Los ritos victimarios se propagan todos los d¨ªas y, por su propia naturaleza, se resisten a ser contrastados con la realidad
El victimismo es el mejor blindaje para no practicar la autocr¨ªtica. Cuando la culpa siempre es del otro, la vida es m¨¢s llevadera y pol¨ªticamente rentable. Mientras tanto, los conflictos de una sociedad van posando y se enquistan hasta que la aparici¨®n de anticuerpos implanta la confrontaci¨®n all¨ª donde hac¨ªa falta pactar. En el umbral de la votaci¨®n del 1-D, el secesionismo multiplica exponencialmente sus modos victimistas. En la CUP, por ejemplo, despu¨¦s de haber propuesto la expropiaci¨®n de la catedral de Barcelona para usos de economato anticapitalista, osan contradecirse con la defensa aguerrida de las obras del museo diocesano de Lleida amenazadas por un expolio que se supone urdido en las alcantarillas y covachas del Estado.
En tiempos tan secularizados, es ejemplar ver a la CUP defendiendo la cultura cristiana frente al expolio. Un cierto infantilismo victimista aligera mucho el deber de contribuir a la sociedad con ideas y soluciones. Los mantras victimistas -Espa?a nos roba, Espa?a nos agrede, Espa?a nos invade- acaban siendo incontestables para sectores estancos del electorado. Argumentar que en Espa?a, como en toda la Uni¨®n Europea, no hay presos pol¨ªticos y que la ley no proh¨ªbe la difusi¨®n de ideas -independentistas o no- es un empe?o in¨²til: cientos de miles de ciudadanos de Catalu?a consideran como m¨¢rtir y v¨ªctima de la opresi¨®n a quien fue el m¨¢ximo representante del Estado en Catalu?a, un ahora expresidente de la Generalitat refugiado en Bruselas despu¨¦s de haber transgredido totalmente la legalidad.
TV3 y Catalunya R¨¤dio superan ol¨ªmpicamente todas las cotas de sesgo victimista, a cuenta del contribuyente, hasta el punto de mermar los derechos intr¨ªnsecos del pluralismo, sin garant¨ªas normativas para evitar que se repitan los abusos que se producen en los plat¨®s con tergiversaci¨®n informativa y opini¨®n monopolizada. Esa ser¨¢ la prueba de fuego de todo nuevo gobierno auton¨®mico para cuando se pacte y de ello depende el futuro de una Catalu?a que corresponda a los rasgos de la sociedad abierta. Si no cesan la marcha de empresas, la dislocaci¨®n social, el sistema de opini¨®n descompensado o la espiral del silencio, ?qu¨¦ reformas ser¨¢n cre¨ªbles en una sociedad que se ir¨¢ haciendo de cada vez m¨¢s arcaica y cerrada, sin iniciativa privada y con una comunidad educativa en parte contaminada?
Es usual negar que las empresas se est¨¦n yendo de Catalu?a temerosas de una inseguridad jur¨ªdica que una fase m¨¢s de independentismo convertir¨ªa en cr¨®nica. Son mecanismos de ocultaci¨®n de responsabilidades y, en su versi¨®n m¨¢s patol¨®gica, una glorificaci¨®n del autoenga?o. Se habla de agresiones del Estado a la lengua y a la cultura catalana cuando nunca tuvo Catalu?a una oportunidad constitucionalmente tan amplia para la expresi¨®n de su personalidad hist¨®rica. Lo que dice el victimismo, sin embargo, es que el autonomismo es un tr¨¢nsito coercitivo, que la Constituci¨®n ampara el sojuzgamiento de la Catalu?a irredenta o que la pobreza energ¨¦tica solo puede remediarse rompiendo con Espa?a.
El victimismo es un impedimento para la consolidaci¨®n de las sociedades abiertas. Siendo el conocimiento falible, el pluralismo no es una conveniencia sino una necesidad. Por eso el victimismo va erosionando las formas pol¨ªticas que debieran evolucionar hacia la transparencia y el contraste de alternativas para el buen gobierno. En Catalu?a el victimismo ha insistido abundantemente en que exist¨ªa una inmensa mayor¨ªa de los catalanes deseosos de romper con Espa?a, las mayor¨ªas indestructibles del imaginativo Artur Mas. Las encuestas y los nuevos datos pol¨ªticos indican todo lo contrario: con un futuro poselectoral que puede depender de un esca?o -un esca?o vinculado tal vez al sesgo del sistema electoral-, la idea de una sociedad masivamente abrazada al t¨®tem independentista cae por su peso y en realidad nos vemos en una sociedad fragmentada.
El victimismo presupone un pasado ideal que fue perturbado por las agresiones sin cuento de una Castilla guerrera. Los ritos victimarios se propagan todos los d¨ªas y, por su propia naturaleza, se resisten a ser contrastados con la realidad. Porque no es concebible la supervivencia de un cuerpo democr¨¢tico autoexcluido de las normas en com¨²n, es victimismo decir que la voluntad soberana del pueblo de Catalu?a puede saltarse la ley a su aire. Con la persistencia del victimismo los ritmos econ¨®micos y tecnol¨®gicos van a perder eficiencia y competitividad, del mismo modo que los procesos pol¨ªticos seguir¨¢n indefectiblemente contaminados por el mito. Por una parte pol¨ªtica victimista; por otra, sociedad abierta. Un choque m¨¢s.
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