¡°Avui hem votat com senyors¡±
En el colegio del Tur¨® del Cargol, en Barcelona, es imposible no comparar la jornada electoral con la del pasado y agitado 1-O
¡°Avui hem votat com senyors¡±, constata al salir del colegio del Tur¨® del Cargol un hombre maduro, con una elegante trenca que le da un aire de veterano de la escolta de convoyes a Murmansk. Se percibe evidente satisfacci¨®n por poder votar sin m¨¢s suspense que el de averiguar qui¨¦n va a ganar y sabiendo adem¨¢s que hay urnas. "Sin hostias esto es otra cosa", comenta un joven, y hay un general asentimiento en la cola, y alg¨²n suspiro. Por lo visto hay tambi¨¦n quienes encuentran que hoy falta ¨¦pica, y est¨¢n decepcionados: as¨ª vota cualquiera, se dir¨¢n.
Las diferencias con lo que se vivi¨® aqu¨ª mismo el 1-O son muchas y notables. De entrada no est¨¢n, y se les a?ora, sobre todo si no has desayunado, los del improvisado puesto de chocolate fundido y madalenas que prove¨ªan con largueza. Aquellas, es verdad, eran otras horas: a las cinco de la ma?ana ya se montaba guardia por si ven¨ªa la polic¨ªa a desalojar a los que hab¨ªan ocupado el colegio para que se pudiera votar. Hoy no hay aquel clima de camarader¨ªa y complicidad. Nadie canta L'estaca, ni El Partisano, ni nada. Efectivamente: hay poca ¨¦pica; es lo que suele pasar en los pa¨ªses civilizados cuando se vota. Hoy no se arriesga ni se sufre juntos, que era una manera de hacer amigos, y pa¨ªs. As¨ª pues, cada uno va lo suyo, dando la guerra por su cuenta. Se echan en falta directrices. Aquel "cuando vengan los que ya sab¨¦is, os sent¨¢is todos en el suelo y hac¨¦is la cebolla agarr¨¢ndoos unos a otros y no los dej¨¢is pasar, ?entendido?".
Es que hoy hasta hace buen d¨ªa, cuando la resistencia, es sabido, pide d¨ªas fr¨ªos y brumosos. Aquella jornada del 1-O llov¨ªa y era ¨¢spera como las voluntades y las porras. Observo que los mossos d'esquadra ¡ªun mosso y una mossa¡ª hoy s¨ª que se han acercado al colegio, y est¨¢n en la puerta, no como entonces que hablaban desde lejos y hac¨ªan preguntas tontitas.
Se sigue formando cola, que baja por las escaleras y llega casi hasta la calle porque est¨¢n votando, esforzadamente, numerosas personas disminuidas que van en silla de ruedas y tienen preferencia. "Son los del Cottolengo y de otras residencias del Carmel", informa un caballero que se embarca en una vergonzosa conversaci¨®n con otro cuestionando el derecho a votar de algunos de los que pasan, acompa?ados en alg¨²n caso por monjas. Les pregunto si ellos van a votar la lista de Mengele, pero no captan la iron¨ªa. La democracia hace extra?os compa?eros de cola, incluidos estos indeseables.
Ocasionalmente se ve alguna persona con algo amarillo. Son pocas, si exceptuamos a los apoderados de ERC que portan el cord¨®n y las tarjetas acreditativas de ese color. Una se?ora lleva un lacito en la solapa, otra en el bolso, otra m¨¢s una bufanda; un tipo entra a votar con un casco de bicicleta amarillo puesto. Un chico viste una larga camisa tambi¨¦n amarilla, pero con el anagrama de Correos. Una mujer pasa con un abrigo de color parecido aunque su mirada proclama: "Es mostaza, eh".
En medio de la espera, cuando el tono de las conversaciones ha subido hasta convertirse en un murmullo de enjambre, se oye un ?plaf! tremendo: una paloma ha chocado contra la vidriera de cristal dejando una mancha oscura en la que quedan prendidas unas plumitas. El suceso tiene algo de ominoso, y trae recuerdos graves. Se hace el silencio.
Descubro que en realidad no he de hacer cola porque mi mesa es otra y abandono la fila seguido por miradas hoscas. Las mesas est¨¢n en el gimnasio del colegio, decorado de Navidad. Tomo una papeleta pero como la chica que llevo detr¨¢s inclina curiosa el cuello para ver cu¨¢l es, pues las cojo todas. Adivina, guapa. Un ni?o alborota en las espalderas, otro est¨¢ entretenido en la cabina con cortinitas mientras sus padres parecen tener dudas de ¨²ltima hora y discuten: ah¨ª est¨¢ saliendo de todo. Una mujer muy mayor dice "ho tornarem a intentar" con tono enf¨¢tico, como de Puigdemont. Al observar que le presto atenci¨®n baja la voz. Empleo todo mi lenguaje corporal para asegurarle que no le voy a aplicar el 155, pero aun as¨ª me reh¨²ye. Al acabar de votar salgo a la calle, por la que sigue afluyendo gente. Ya est¨¢. Hoy s¨ª.
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