Culpable mientras no se pruebe lo contrario
?C¨®mo puede un juez ver, sin tener pruebas, que el acusado era consciente de la comisi¨®n de un delito de rebeli¨®n?
El Tribunal Supremo dice en su auto del 5 de enero que no ve en Oriol Junqueras (m¨¢s de 60 d¨ªas en prisi¨®n provisional) suficientes indicios de que no abandonar¨¢ la v¨ªa unilateral de independencia y de que respetar¨¢ la Constituci¨®n. Trato de imaginarme, sin ser un especialista en la materia (por eso me lo imagino) qu¨¦ indicios pueden necesitar los magistrados que redactaron el auto para decidir la libertad o la prolongaci¨®n de la encarcelamiento de Junqueras.
Veamos un ejemplo: Supongamos que yo no tengo indicios de que mi vecino, que una vez hizo uso de un incivismo ac¨²stico que casi quiebra mis nervios, no vuelva a repetir su mal comportamiento. Como no tengo indicios suficientes (luego habr¨ªa que analizar cu¨¢les ser¨ªan esos indicios tan decisivos) de que no vuelva a ocurrir, lo denuncio. Pues ah¨ª estoy creando un trastorno innecesario, en mi vida y sobre todo en la vida del pobre vecino, que a lo mejor, cuando dijo que no volver¨ªa hacerlo, dec¨ªa la verdad.
Volvamos al auto: se reconoce que a los pol¨ªticos presos, en mi opini¨®n por motivos pol¨ªticos, no se les puede acusar de haber sido ellos mismos autores de actos violentos, pero s¨ª se los acusa de ser conscientes de que al incitar a esas manifestaciones estaban asumiendo que se produjeran (o mejor dicho, que se pudieran producir) esos enfrentamientos violentos. ?C¨®mo puede un juez ver, sin tener pruebas, que el acusado era consciente de la comisi¨®n de un delito (de sedici¨®n y rebeli¨®n)? Se da la circunstancia de que yo andaba por all¨ª, el 20 de septiembre. A m¨ª no me convoc¨® nadie. Andaba por all¨ª porque es por donde suelo andar por las ma?anas, cuando bajo desde mi querido Guinard¨® hasta las Ramblas camino del mar. Cuando esta situaci¨®n comenz¨® a judicializarse, record¨¦ que el d¨ªa de autos me fui a tomar un cortado mientras esperaba a ver c¨®mo finalizaba la razia financiera decretada unilateralmente por el ministro de Hacienda, Crist¨®bal Montoro. Estuve all¨ª hasta la hora de la comida. Com¨ª en un restaurante cercano y regres¨¦ a la paulatina concentraci¨®n de gente frente al Departamento de Econom¨ªa de la Generalitat.
Lo que me llam¨® poderosamente la atenci¨®n fue que en el restaurante, a unos escasos ciento cincuenta metros a la redonda, nadie hacia caso de lo que estaba ocurriendo casi ante sus narices. Los comentarios ten¨ªan que ver, hasta donde pude escuchar, con los gastos del colegio y de una herencia repentina que comenzaba a agrietar hasta una entonces feliz relaci¨®n fraternal. A los comensales que no escuchaba, los observaba mover las manos, consultar sus m¨®viles, charlar como si no tuvieran la obligaci¨®n de regresar a sus puestos de trabajo. La concentraci¨®n que progresaba en cantidad de asistentes a muy pocos metros suyos, me pareci¨® que no les quitaba el sue?o. No vi en esos rostros ninguna inquietud, que no fuera la cotidiana de estar al tanto de su transcurrir en la tierra. Y sin embargo, ins¨®litamente, esos magistrados lo visualizaron todo en contra de los pol¨ªticos catalanes. Pens¨¦ que si esos se?ores tan respetables, hubieran estado por los aleda?os de lo acontecido aquel 20 de septiembre, hubieran visto in situ lo mismo que vi yo: una masa de gente llamada a concentrarse y protestar, pero nada que nos hiciera recordar las escenas del Acorazado Potemkin. Y a escasos metros, la gente corriente entregada a sus quehaceres y preocupaciones cotidianos, lejos, muy lejos de percibir la toma del Palacio de Invierno. Y por cierto, tendr¨¢n que poner mucho cuidado los dirigentes sindicales, a partir de ahora, cuando convoquen una manifestaci¨®n, no sea que se les meta en la c¨¢rcel por sedici¨®n.
En el auto del magistrado Pablo Llarena del 5 de diciembre de 2017 se dejaba abierta una pr¨®xima excarcelaci¨®n de Oriol Junqueras, Joaquim Forn y de Jordi S¨¢nchez y Jordi Cuixart, una vez hubieran dejado claro el abandono total de su pertinaz vocaci¨®n unilaterista. Llamaba la atenci¨®n tambi¨¦n en este escrito, las dudas albergadas por el magistrado. Tendr¨ªa, el que esto escribe, que estar en la cabeza de este hombre para entender de qu¨¦ dudas se habla, suponiendo que una duda en materia judicial pueda instrumentarse como prueba contra un acusado. Record¨¦: ¡°Le dar¨¦ un consejo, no se meta usted en pol¨ªtica¡±. ?Les suena?
Esto que relato, ocurri¨®. Pero no debi¨® ocurrir, si el m¨¢s incompetente presidente de la Generalitat que nunca tuvo esta honorable instituci¨®n, no se hubiera amilanado ante los aislados insultos de botifler.?
J. Ernesto Ayala-Dip?es cr¨ªtico literario.
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