La fe y el destino
Auspiciado primero y condicionado despu¨¦s por ellos, el 'pinyol' acab¨® siendo el hueso de Artur Mas
Nadie camina de costado. Lo sabemos porque lo vemos. Dar un paso al lado es un eufemismo. Y cuando alguien quiere hacer creer lo contrario es porque nos est¨¢ indicando que pretende seguir una ruta paralela a la que las circunstancias le han obligado a abandonar para intentar regresar m¨¢s adelante a la calle principal. Pero tambi¨¦n aprendimos que las l¨ªneas paralelas son aquellas que nunca se encuentran, por eso intuimos que volver sobre los pasos perdidos es un imposible.
La geometr¨ªa marca la vida y la poes¨ªa la senda. Aquella que, seg¨²n Machado, al volver la vista atr¨¢s ver¨¢s que nunca has de volver a pisar. Que Artur Mas repita por segunda vez en dos a?os que da un paso al lado no significa que ignore este principio elemental. Solo quiere disimular p¨²blicamente lo que le escuece personalmente. Es comprensible. Sabe que le echan pero se resiste a admitirlo. Las circunstancias pol¨ªticas han sido aciagas con ¨¦l. Paciente aspirante, ha visto alargar todas sus esperas m¨¢s all¨¢ de lo previsible. Tambi¨¦n doblemente como oponente a Maragall: por delegaci¨®n en el Ayuntamiento primero y como candidato a la Generalitat directamente despu¨¦s. Solo una constancia a base de esfuerzo fruto de una contenci¨®n a prueba de tentaciones pod¨ªan permitirle mantenerse a flote en medio de un mar embravecido por intempestivas borrascas. De ah¨ª el tim¨®n de referencia y su consigna marinera.
Pero el mar es traidor incluso para los navegantes m¨¢s experimentados. Y la pol¨ªtica es un oc¨¦ano. Sus corrientes conocidas conviven con las inadvertidas y los temporales anunciados con los cambios imprevistos de viento. As¨ª se ha visto ¨¦l mismo surcando las aguas turbulentas del destino que como creyente confeso ha tenido que aceptar aunque como persona altiva concibe injusto. Su insistencia en proyectar una imagen de humildad ha contrastado con su resistencia a reconocer p¨²blicamente sus errores, el principal de los cuales confiar en exceso en unos colaboradores que se han demostrado asesores poco atinados y compa?eros demasiado interesados.
Releer el retrato nada complaciente entonces que le hizo Pilar Rahola en La m¨¢scara del Rei Artur (2010) ayuda a percatarse de ello y a descifrarlo con la lupa del tiempo. All¨ª el protagonista insist¨ªa que no se deb¨ªa a nadie y que los edecanes del pujolismo conocidos como pinyol, en caso de existir, no le limitar¨ªan una vez alcanzada la costa presidencial. No fue as¨ª. Auspiciado primero y condicionado despu¨¦s por ellos, el pinyol acab¨® siendo su hueso. Y tan duro de roer que para salvarles tuvo que hacer el primer gesto hace ahora justo un a?o.
La sentencia prevista para la pr¨®xima semana del caso Palau le obliga al segundo provocado por otras razones judiciales. Una ya sentenciada, otras amenazantes. As¨ª, lo que ¨¦l quiso hacer creer que sorteaba h¨¢bilmente de la pol¨ªtica se lo ha arrebatado eficientemente la justicia. En medio, el ungido Puigdemont que se rebel¨® a ser el obediente delegado asignado. L¨®gico. Tambi¨¦n la vida demuestra que de tan dif¨ªcil, es casi imposible ostentar el poder por persona interpuesta. Llegado el momento, ¨¦sta debe tomar decisiones que no siempre pueden ni ser concertadas ni siquiera consultadas. Y menos a¨²n, si estas audacias obedecen a convicciones propias en momentos cruciales que ayudan a matar al padre. Por err¨®neas que se demuestren posteriormente, como as¨ª ha sido y as¨ª se est¨¢ pagando. Artur Mas el primero. Presentado hoy por sus contrarios como el responsable del delirio independentista no tardar¨¢ en conocer el veredicto de sus detractores, que se alejaran de ¨¦l verbalmente como ya hicieron estos ¨²ltimos meses sutilmente al percatarse que no hab¨ªa vuelta atr¨¢s y que las ¨²nicas posibilidades de mantenerse en el poder era arrimando su ascua a la sardina de quien pod¨ªa pelearlo.
Y ah¨ª est¨¢n algunos de ellos, asesorando en Bruselas lo que no pueden imponer en Catalunya. Ese pa¨ªs virulento que Mas conoce y padece. Ese calvario social plagado de corrientes subterr¨¢neas de las que emergen los zarpazos m¨¢s dolorosos por inimaginables. Ese mundo desagradecido en el que es ingrato sobrevivir a tu propia estela cuando el tiempo la va difuminando. Y ese fue el otro traspi¨¦ de quien no supo leer las escrituras electorales y no quiso ceder a la evidencia del veredicto. Cual centro de un tri¨¢ngulo perverso, Artur Mas ha ido viendo como cada uno de los v¨¦rtices se le alejaba inexorablemente. La presunci¨®n de inocencia judicial, la generosidad que esperaba de los beneficiarios de sus concesiones econ¨®micas y la lejan¨ªa de unos herederos pol¨ªticos que le dieron por amortizado cuando entendieron que deb¨ªan refundarse en otras siglas imposibles. Reivindic¨¢ndose como m¨¢rtir de la causa por ¨¦l enarbolada solo consigui¨® parecer una v¨ªctima removi¨¦ndose en su egocentrismo. Por eso dice que solo vuelve a dar un paso al lado pero que no se retira. Y es cierto. Le retiran.
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