Los raros de la clase
Los donostiarras ratifican en la sala El Sol su capacidad para la seducci¨®n m¨¢s at¨ªpica y perpleja

No hay nada demasiado ajustado a la norma en el caso de Joe la Reina. Y nada es nada: ni el aspecto desvalido de su l¨ªder, que ensombrece su rostro huesudo con una visera; ni esa voz entre fr¨¢gil y espasm¨®dica, ni unas canciones que juegan al despiste en cuanto a estructuras y herencias estil¨ªsticas. La suya es seducci¨®n por la v¨ªa lenta: pueden desconcertar, renuncian al estribillo y la complicidad barata, quiz¨¢ no se conviertan nunca en la ¨²ltima sensaci¨®n de Instagram, tampoco recibir¨¢n el abrazo de la realeza. Pero la sala El Sol estaba casi llena y muy animada este jueves para certificar el estreno de su segundo disco, Esas nuevas modas. Uno de los trabajos m¨¢s m¨¢gicamente rarunos, hasta en su deje de sarcasmo, que nos leg¨® el difunto 2017.
Los seis mozos donostiarras ya apuntaban maneras desde su debut, el no menos perplejo Bailamos por miedo, pero la prolongaci¨®n ha conseguido refrendarlos como los aut¨¦nticos raros de la clase. Ni vagamente buc¨®licos para que pudi¨¦ramos imaginarlos como teloneros de Fleet Foxes, ni demasiado homologables con las formulaciones consabidas del indie. No parecen perdidos en el limbo, sino firme y orgullosamente asentados en ninguna parte. Un poco psicod¨¦licos, m¨¢s por excepci¨®n que por vocaci¨®n, sobre todo cuando las guitarras bordeaban la narcolepsia (Otro d¨ªa). En todo caso, y por simplificar, piensen m¨¢s en un Santana sin mucho ADN latino que en Tame Impala.
Era dif¨ªcil no aplicarles a los autores de Nadie me representa su propio enunciado: tan pronto parec¨ªan acercarse al rock sinf¨®nico de los setenta, a unos Genesis de Peter Gabriel con vistas al Cant¨¢brico, como propician que sea V¨ªctor Jara quien se nos sugiera al fondo del paisaje en Tempestad. Una preciosidad, por cierto, y m¨¢s que podr¨ªa haber sido si los locuaces asistentes hubieran dejado en paz al bueno de Lucas Malcorra (?un Germ¨¢n Coppini del siglo XXI?) mientras cantaba.
En el fondo, esa incertidumbre estil¨ªstica puede ser met¨¢fora del mensaje del grupo, al que parece inspirarle nuestro propio estupor como seres humanos. Chaveas, primer bis cuando las manecillas ya enfilaban hacia la medianoche, representa bien ese esp¨ªritu impredecible, inaprensible, sinuoso. Cuesta tomarles el pulso a los de Donosti. Y no es por falta de riego sangu¨ªneo, sino por todo lo contrario: aqu¨ª hay vida a borbotones.
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