¡°?Muerte a ¡®Moby Dick¡¯, muerte a ¡®Moby Dick!¡±
Esforzad¨ªsima puesta en escena de la novela de Melville encabezada por un Josep Maria Pou con momentos sobrecogedores
No sabes c¨®mo lo han conseguido, pero ah¨ª est¨¢ todo, la ballena enterita. Josep Maria Pou, Andr¨¦s Lima, Juan Cavestany y el resto del equipo de Moby Dick, que esta noche ha tenido su primera funci¨®n, ovacionad¨ªsima, en el teatro Goya (el estreno oficial no es hasta el d¨ªa 29), han logrado ofrecer una audaz y muy esforzada versi¨®n de la monumental novela de Melville en la que, aunque sintetizada y centrada intencionadamente en Ahab, aparece todo lo que hay en ella. Incluido el verdadero galimat¨ªas ¡ªmagistral confusi¨®n de g¨¦neros, voces y prop¨®sitos¡ª, que es la propia obra maestra del escritor. Y su irregularidad, y su impotencia para coserlo todo en un relato cerrado, homog¨¦neo y completamente inteligible. Porque en realidad, ?qui¨¦n se atrever¨ªa a decir que sabe lo que pasa en el fondo en Moby Dick?
Noventa minutos pelados y en el escenario aparecen la ¨¦pica y la locura, la aventura, la poes¨ªa, la filosof¨ªa y las a menudo irritantes disgresiones sobre los cet¨¢ceos y su pesca; aparecen el Pequod y sus tripulantes, el mar entero, el mundo de la caza de ballenas, las voces de los cachalotes, los fuegos y los humos de los hornos en los que se destila el preciado aceite; los tiburones, las tormentas, la forja, la pagana y salvaje ceremonia de la consagraci¨®n de los arpones, el dobl¨®n de oro clavado al m¨¢stil, el Rachel y la desolaci¨®n de su capit¨¢n en busca de su hijo perdido, la locura del negro Pip (buf¨®n y Calib¨¢n) tras su ca¨ªda al mar, el fuego de San Telmo, la l¨¢grima de Ahab (oh mi capit¨¢n, mi capit¨¢n), los tres d¨ªas de la caza... ?hasta el ata¨²d de Queequeg est¨¢! Y el principio, devenido final: ¡°Llamadme Ismael¡±.
Incre¨ªble la forma en que se evoca todo eso y mucho m¨¢s.
Pou se deja literalmente la piel para encarnar al imp¨ªo Ahab
Y est¨¢ sobre todo, de eso no les quepa la menor duda, Ahab. Con un Pou que se deja literalmente la piel para encarnar, vociferando, llorando, aullando, al imp¨ªo anciano rasgado y desmembrado que persigue con maldiciones y arpones a la ballena, desafiando a Dios y a los elementos. ¡°?Por ah¨ª resopla!¡±, ¡°?rugid y remad!¡±, ¡°?muerte a Moby Dick!¡±.
Para sorpresa may¨²scula, ?est¨¢ tambi¨¦n la ballena!, la mism¨ªsima Moby Dick, noble y grande, de c¨®lera hirviente, ?aparece en el escenario! No solo en la pantalla que no para de arrojar im¨¢genes evocadoras, l¨ªricas, fantasmag¨®ricas (preciosa la de la luna que surge entre las olas como un leviat¨¢n selenita), sino f¨ªsicamente.
El juego que se hace con una enorme tela blanca y unos ventiladores convierte el tejido primero en las velas majestuosamente desplegadas del Pequod con Ahab subido sobre un mastelero avizorando a la ballena, y luego, en un alarde de imaginaci¨®n escenogr¨¢fica, en la propia ballena tratando de aplastar a su mortal enemigo. Un efecto sensacional, estremecedor. Sobre la tela se proyecta un ojo que es el de Moby Dick, el del destino y el del Dios b¨ªblico contra el que Ahab ha osado levantar su mano.
Sorprendentemente, en escena aparece la mism¨ªsima ballena blanca
La funci¨®n arranca yendo al grano. El tel¨®n, sobre el que se proyecta una vieja xilograf¨ªa de la ballena (otro gui?o es el que en el programa de mano figure un mapa con la ruta del Pequod desde Nantucket al Jap¨®n y el Pac¨ªfico y la Polinesia), se abre para mostrar el puente del ballenero, los obenques y la jarcia. Magn¨ªfica evocaci¨®n del barco.
¡°Es un hombre raro el capit¨¢n Ahab, pero, ah, te gustar¨¢, no tengas miedo, no tengas miedo. Es un hombre grandioso, blasfemo, pero como un dios¡±. Escuchamos la descripci¨®n que le hace el capit¨¢n Peleg a Ismael del que va a ser su propio capit¨¢n, Ahab. ¡°Est¨¢ acostumbrado a maravillas m¨¢s profundas que las olas y su arp¨®n es el m¨¢s agudo y seguro de Nantucket¡±. En realidad, Ahab no entra en escena en la novela de Melville hasta el cap¨ªtulo 28, lo que se ha comparado a la irrupci¨®n del tibur¨®n protagonista del filme de Spielberg, que tambi¨¦n se hace desear. Pero aqu¨ª hay que meterse en materia r¨¢pido. Ahab/ Pou est¨¢ repantingado en su silla y despierta agitado de una pesadilla: ha vuelto a so?ar con la ballena blanca.
"Parec¨ªa un hombre desatado de la pira cuando el fuego ha asolado e invadido todos sus miembros sin consumirlos" (...) Toda su figura, alta y ancha, parec¨ªa de bronce macizo, configurada en forma inalterable". Desde luego, Melville pone el list¨®n alto para representar a su capit¨¢n. Pero el Ahab de Pou da la medida.
Cosas discutibles en el montaje: los andares antropoides del negro Pip (Oscar Kapoya), el tono a veces demasiado plano de Jacob Torres que interpreta a media tripulaci¨®n, lo dif¨ªcil que se hace para espectadores no familiarizados con la novela entender a veces el sentido de lo que se dice y de seguir la trama...Pero cu¨¢ntas im¨¢genes para llevarse a casa y renovar el sue?o de la gran ballena blanca.?All¨ª ¡ªen el Goya¡ª resopla!
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