M¨¢s pol¨ªtica y m¨¢s ley
Echarse al monte es incompatible con abrirse a los flujos de la globalizaci¨®n o crecerse en el proceso europeo para influir y beneficiarse

Pase lo que pase estos d¨ªas el impacto secesionista ya ha aproximado la sociedad catalana a un momento posliberal equivalente a una suma de confusiones entre pol¨ªtica y Derecho, entre pluralidad y mayor¨ªas. Aunque luego se amparen en la Constituci¨®n ¡ªcomo hace Carles Puigdemont¡ª para reclamar derechos sin asumir deberes, ante una apelaci¨®n al acato de las normas constitucionales la respuesta independentista es que lo que hace falta es m¨¢s pol¨ªtica, como si invocar la ley no fuese parte del trato c¨ªvico. Llevamos demasiado tiempo descalificando a los jueces por cumplir con su deber o reclamando lealtades a una Catalu?a que no ha existido, no existe o muy probablemente nunca existir¨¢. Por otra parte, ?c¨®mo se puede hacer pol¨ªtica ¡ªsalvo la de la regresi¨®n iliberal¡ª dejando en suspenso el cumplimiento de la ley? El turbo-secesionismo destruye capacidad pol¨ªtica y consistencia legal. En el ultimato independentista han confluido mil factores y pocos carecen de contradicciones, muchas de ellas en las ant¨ªpodas del liberalismo pol¨ªtico que dio forma a las democracias de nuestro tiempo, poniendo el hecho ciudadano a salvo de las masas convocadas en la calle por el populismo y la demagogia.
Siendo la crisis econ¨®mica de 2008 uno de los componentes reactivos del independentismo, la coincidencia entre la recuperaci¨®n poscrisis y las consecuencias econ¨®micas generadas por el aceler¨®n secesionista da un resultado catastr¨®fico. Proclamada una rep¨²blica catalana que dur¨® unos segundos, la seguridad jur¨ªdica necesaria para toda actividad econ¨®mica, como por ejemplo la inversi¨®n, disminuy¨® de modo flagrante. Cunde el pesimismo y grandes bancos han ubicado su sede fiscal m¨¢s all¨¢ del Ebro. Toda la estabilidad y el ¡°win-win¡± que promet¨ªan los protagonistas del proc¨¦s era, como m¨ªnimo, una ficci¨®n. La iniciativa privada sigue generando riqueza y trabajo pero a otro ritmo, con m¨¢s ansiedad, con la percepci¨®n alarmante de inseguridad jur¨ªdica. Es una situaci¨®n ex¨®tica despu¨¦s de que hace unos a?os Converg¨¨ncia quisiera dar un giro liberal. Desde entonces hasta el pacto con la CUP, la aceleraci¨®n del sinsentido ha culminado con un expresidente errante por Europa, m¨¢s ocupado en el maquillaje de su figura pol¨ªtica que en contribuir a iniciativas inclusivas o a fomentar certidumbre para la econom¨ªa. La desconfianza aumenta y, sin duda, eso no contribuye a las din¨¢micas econ¨®micas con las que Catalu?a se logr¨® convertir en una locomotora para Espa?a.
Si en los pr¨®ximos d¨ªas se dieran suficientes indicios para un cierto retorno a la cordura de la normalidad y al respeto a la ley, el riesgo econ¨®mico seguir¨¢ existiendo porque cuando quieres ganarles ventaja a tus competidores te corresponde garantizar fases duraderas de estabilidad. De adentrarse en el momento posliberal, Catalu?a perder¨¢ buena parte de las oportunidades para las que tanto ha invertido en capital humano, conocimiento y capacidad creativa. Hay que preguntarse si una sociedad puede dedicarse al optimismo econ¨®mico cuando parte de su clase pol¨ªtica no reconoce la ley. Toda la heterogeneidad propulsora de las start up ¡ªpor ejemplo¡ª es cuestionada por la ideolog¨ªa ilegalista del secesionismo, tanto como padece la heterogeneidad social en t¨¦rminos de convivencia razonable.
El extremismo secesionista ya se configura definitivamente como un propulsor de antipol¨ªtica, es decir, de no respeto institucional, de negaci¨®n del pluralismo, tergiversaci¨®n hist¨®rica y un sin sustento jur¨ªdico. ?Es lo que quieren las clases medias seducidas por el independentismo o al final valorar¨¢n m¨¢s la estabilidad y el crecimiento? Al fin y al cabo, el bullicio de la iniciativa privada es parte del bien com¨²n, mientras que la antipol¨ªtica niega la posibilidad de un bien com¨²n que coexista con los conflictos que son propios de las sociedades complejas, como Catalu?a.
Echarse al monte es incompatible con abrirse a los flujos de la globalizaci¨®n o crecerse en el proceso europeo para influir y beneficiarse. Tanto como las aportaciones al registro de patentes, la densidad de sedes fiscales es indicativa de confianza y de futuro. El hecho de que m¨¢s de tres mil empresas hayan trasladado su sede a otros puntos de Espa?a parece no importar a quienes proponen una Catalu?a ensimismada como objetivo supremo. En el mejor de los casos, entrar¨ªamos en una lent¨ªsima reafirmaci¨®n de la confianza econ¨®mica pero habr¨¢ tenido un alto precio. Si se fuese capaz de articular una pol¨ªtica de la raz¨®n, tal vez dejar¨ªamos atr¨¢s el espejismo de una falsa comunidad que posterga el ejercicio individual de la libre elecci¨®n.
Valent¨ª Puig es escritor.
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