El insensato suicidio del catalanismo

Hace algo mas de tres a?os, justo antes del primer pseudo-refer¨¦ndum por la independencia (el ¡®9-N¡¯), un amigo com¨²n nos convoc¨® al historiador Josep Maria Fradera y a m¨ª a un encuentro en privado con el entonces portavoz del Gobierno de Catalu?a, Quico Homs, en el Palacio de la Generalidad, ¡°para que oiga opiniones cr¨ªticas y otros puntos de vista¡±. Entre la previa, la comida y la sobremesa, estuvimos hablando cuatro horas; era viernes por la tarde y, al parecer, nadie ten¨ªa ya mucho que hacer m¨¢s que irse a casa para el fin de semana. Pero el portavoz no contest¨® claramente a ninguna de nuestras preguntas sobre las intenciones de los dirigentes catalanistas. No hab¨ªa plan, t¨¢ctica ni estrategia. Solo admiti¨® y repiti¨® que iba a ser muy dif¨ªcil ¡°resistir la presi¨®n de los dos lados¡±: los independentistas radicales, por uno, y el Gobierno espa?ol, por otro. El proc¨¦s ser¨ªa una improvisaci¨®n permanente.

Cuando Fradera y yo sal¨ªamos caminando por la calle del Bisbe, en direcci¨®n a la Catedral, resumimos nuestras impresiones con una frase que pronunciamos casi al mismo tiempo: ¡°Esto es un suicidio colectivo¡±.

As¨ª ha sido. Un suicidio es la consecuencia y la culminaci¨®n de un proceso de creciente aislamiento. Para algunos, puede ser el resultado de la ignorancia voluntaria, de no querer saber y rechazar el mundo que les rodea. En pol¨ªtica, es propio de sectas cerradas cuyos miembros viven juntos en peque?as comunidades, hablan mucho entre ellos mismos, casi siempre de lo mismo, leen las mismas cosas, usan los mismos c¨®digos internos como una protecci¨®n profil¨¢ctica frente al exterior y, como la Castilla de Machado, desprecian cuanto ignoran. Siempre ha habido grup¨²sculos de este tipo, encerrados en sus fantas¨ªas y paranoias, que se suelen extinguir por s¨ª mismos. Pero el peligro aparece cuando son cooptados por los partidos mayores y adquieren protagonismo e influencia, como ha sucedido en Catalu?a.

La otra motivaci¨®n m¨¢s habitual del aislamiento voluntario es el despecho. ¡°No nos comprenden, all¨¢ que se apa?en¡±, vienen a decir. Hay una teor¨ªa en la ciencia pol¨ªtica que sostiene que, en una sociedad con millones de personas, cada individuo puede pensar que es racional no informarse y abstenerse de participar; al fin y al cabo, un voto no va a cambiar el resultado y mejor ahorrarse la molestia. Algo as¨ª parece haber asumido el movimiento catalanista con respecto a Espa?a: como parece imposible cambiarla, dejamos de participar y damos un portazo.

No es que no haya habido buenas razones para despreciar y rechazar la podrida pol¨ªtica espa?ola reciente, embebida en la corrupci¨®n e incapaz de formar una mayor¨ªa de apoyo a cualquier Gobierno. Hasta hace poco, el catalanismo implicaba la hip¨®tesis de que podr¨ªa ofrecer una alternativa m¨¢s europe¨ªsta, democr¨¢tica y moderna. Pero los ¨²ltimos a?os han mostrado que la pol¨ªtica catalana no es mejor que la espa?ola en ninguno de esos aspectos.

La hip¨®tesis catalanista se basaba en la creencia de que los catalanes ¡°som els millors¡± (somos los mejores), como repet¨ªan algunos personajes de Salvador Espriu en la sat¨ªrica Ronda de mort (muerte) a Sinera. En la representaci¨®n teatral, una especie de cham¨¢n curaba a los deprimidos pacientes dici¨¦ndoles, uno a uno: ¡°t¨² eres el mejor¡±, lo cual les generaba una gran euforia y agitaci¨®n. Sus apariciones en el escenario a lo largo de la obra gritando ¡°Soc el millor! Soc el millor!¡± eran el trasfondo del argumento: una marcha inevitable hacia la muerte.

Los catalanes somos diferentes de otros, qu¨¦ duda cabe, y tambi¨¦n variados entre nosotros, como las poblaciones de toda sociedad moderna; en general, poco asimilados a las pautas castellanistas del nacionalismo espa?ol. En algunas cosas, como las artes y los deportes, con excelentes resultados; en otras, tirandillo; y en algunas, incluida la pol¨ªtica, con fracasos repetidos hasta el hast¨ªo y el rid¨ªculo. Por eso, saberse o sentirse m¨¢s o menos catal¨¢n no es lo mismo que militar como catalanista. El despecho y el engreimiento del catalanismo han llevado a un creciente aislamiento: primero, de Espa?a; m¨¢s recientemente, por lo que se atisba, tambi¨¦n de Europa y del mundo, que ¡°tampoco nos comprenden¡±. Es decir, a un suicidio colectivo.

Pasar¨¢ alg¨²n tiempo antes de que aparezcan nuevas oportunidades de construir algo parecido a un catalanismo abierto y europe¨ªsta. Cierto es que los actuales medios de comunicaci¨®n aceleran todos los tiempos. Pero el cambio m¨¢s importante, el relevo de los ineptos l¨ªderes pol¨ªticos actuales que solo han creado derrotas y m¨¢rtires in¨²tiles por otros que sean capaces de construir planes y estrategias viables y atractivas, necesariamente tardar¨¢.

Josep M. Colomer es economista y polit¨®logo.