La huida
Nadie se atreve a decirle a Puigdemont que no, admiten los pol¨ªticos independentistas que discrepan de sus ofensivas porque nadie quiere pasar por traidor
El catal¨¢n es un fugitivo. Josep Pla lo justifica describiendo que ¡°a veces huye de s¨ª mismo o hacia dentro de s¨ª mismo. Huye hacia otras culturas, se extranjeriza, se destruye; huye intelectual y moralmente. Unas veces parece cobarde y otras un sombr¨ªo orgulloso. Unas veces parece sufrir de man¨ªa persecutoria y otras de chuler¨ªa. Todo son aspectos de hombre que huye¡±. Aspectos que conforman ¡°la psicolog¨ªa de nuestra alma colectiva¡± que el escritor bas¨® en dos dramas superpuestos: miedo de ser nosotros mismos pero sin poder dejar de ser lo que somos. ¡°Un dualismo irreductible, doloroso, lacerante, enfermizo¡±.
Y en esta dualidad parece que seguimos sesenta a?os despu¨¦s de plasmarse la radiograf¨ªa. Debatiendo sobre un futuro tan incierto como temible y tan dudoso como definitorio. Y hablando con naturalidad, a favor o en contra, de la posibilidad de una doble investidura que nos traer¨ªa un doble gobierno como si esto fuera lo normal. Y no lo es. Sabemos sobradamente que no lo es. Por supuesto que la r¨¦plica a esta obviedad es que la situaci¨®n tampoco responde a normalidad alguna. Y es cierto. La diferencia es que el momento at¨ªpico actual es novedoso en la medida que fue buscado, provocado. Ni naci¨® por generaci¨®n espont¨¢nea ni se nos present¨® como un alien inesperado. No.
Conviene no olvidar que esta situaci¨®n es el resultado de comportamientos pol¨ªticos fruto de una serie de desprop¨®sitos acumulados. De una permanente hu¨ªda hacia adelante amparada en una err¨®nea lectura de la realidad social, por un lado, y atizada, por el otro, por una negativa constante a ofrecer alternativa alguna que deriv¨® despu¨¦s en una contundente acci¨®n judicial. No hace falta rememorar datos y hechos ni insistir en que unos se lanzaron a una aventura sin prever todos sus riesgos hasta convertirla en un juego imparable de ingenuidad, obstinaci¨®n e insensatez. Vale, de acuerdo. Y los otros se recrearon en el ninguneo, la ridiculizaci¨®n y la apat¨ªa hasta reconducir su incapacidad a los juzgados. S¨ª, aceptado. Incluso los terceros, intentado caminar entre las trincheras entonces s¨®lo insinuadas, dejaron de actuar con la eficacia imprescindible para evitar el fuego cruzado bajo el que cayeron. Por eso su condici¨®n de v¨ªctimas no les alivia su parte al¨ªcuota de responsabilidad.
Aqu¨ª ya no queda nadie inocente, se?ores y se?oras. Pasen y ver¨¢n que todo esto est¨¢ en la memoria colectiva. Borremos de nuestro disco duro algunos aspectos indeseados por ellos para que puedan seguir jugando a su conveniencia. Siguen haci¨¦ndonos trampas. Escuchando sus relatos contrapuestos, uno tiene la sensaci¨®n que seleccionan los cap¨ªtulos que m¨¢s les interesan de su misma novela como si no hubi¨¦ramos sido nosotros los protagonistas. Como si no supi¨¦ramos que la complejidad de la trama tarde o temprano har¨¢ ininteligible la narraci¨®n. De ser as¨ª, al haber pasado por alto algunas p¨¢ginas tan trascendentales como falsamente inocuas, ser¨¢ imposible atar los cabos, seguiremos perdidos en el laberinto y no alcanzaremos la puerta de salida.
Llegados a este punto y con el coraz¨®n en un pu?o no se trata ni de claudicar ni de imponer. Ni de resistir ni de vencer. Se trata de reconducir para restituir, de releer para entender, de parar para pensar. Todos. Y dejar de jugar con las palabras poniendo adjetivos inadecuados y convirtiendo en sin¨®nimos conceptos que no lo son. Un gobierno es bueno o malo, responsable o inepto, eficiente o in¨²til, incluso leg¨ªtimo o no pero se supone que siempre ha de ser efectivo porque de lo contrario ser¨ªa inexistente o nulo. A lo sumo, est¨¦ril.
Un gobierno no es un objeto decorativo ni un artilugio inadaptado. Como un parlamento no puede ser la suma de diputados incapaces de decidir por s¨ª mismos si sus jefes de filas no se lo se?alan. Ni los partidos una agrupaci¨®n de personas que veneran a su l¨ªder en p¨²blico mientras le critican en privado. S¨ª, lo s¨¦, es parte intr¨ªnseca a nuestro car¨¢cter que ¡°no tiene el inconsciente sano, normal, abierto¡±, seg¨²n Pla. Pero cuando parec¨ªa que el tiempo y sus nuevas circunstancias habr¨ªan modulado una manera de pensar y, especialmente, de actuar, nos vemos abocados a repetir nuestros errores a¨²n recubri¨¦ndolos moment¨¢neamente de ¨¦pica.
Nadie se atreve a decirle a Puigdemont que no, admiten los pol¨ªticos independentistas que discrepan de sus ofensivas porque nadie quiere pasar por traidor. Y mientras la posici¨®n del candidato es tan l¨®gica como comprensible pol¨ªtica y humanamente, el seguidismo que hace el sector del independentismo cr¨ªtico es tan reverencial como impropio del siglo XXI. En esto parece que consiste su ideal. ¡°En hacerse totas las ilusiones posibles y no creerse ninguna¡±, como sentencia Josep Pla quien concluye. Decepcionante, deprimente, pero, ?qu¨¦ le vamos a hacer!
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